Bastante menos que los 26.443 pesos que necesitó en enero una familia tipo para no caer en la pobreza y muy por debajo de la inflación a la que jamás, en lo que Cambiemos lleva de mandato, siquiera empató.
Paralelamente a la suba del salario mínimo, marzo arranca hoy con incrementos en combustibles y celulares, impulsando desde el principio la inflación del mes sin que se sepa todavía oficialmente el índice de precios de febrero.
El adelanto del incremento salarial -que estaba previsto para junio-, viene a ser una suerte de “sensibilización” del Gobierno, aunque condice con la cada vez más evidente carrera hacia las elecciones generales de octubre.
Si el macrismo pensaba que con adelantar 600 pesos en febrero iba a solucionar los problemas de fondo de las ajustadísimas economías familiares, tendrá que hurgar más profundo en el manual de instrucciones del “duranbarbismo” para lograr chances consistentes de reelección.
Pero esa es otra discusión.
En Argentina no vale proyectar a mediano y mucho menos a largo plazo.
En lo meramente técnico cabe acotar que la importancia del incremento del salario mínimo radica en que determina los ingresos de los trabajadores fuera de convenio laboral y se configura en una referencia para los sueldos del sector informal.
Con todo y en lo que a números se refiere, hablar de 12.500 pesos en el actual contexto es angustiante. Máxime si se tiene en cuenta que los aumentos en combustibles y celulares que rigen a partir de hoy llegan precedidos por luz, agua, gas, transporte, prepagas y otros que se dieron en enero y febrero.
Si hasta parece una burla cuando anuncian que la inflación está bajando y horas después autorizan subas tarifarias en todos los rubros.