La solidaridad es un don que se manifiesta a diario en la comunidad, más aún cuando se trata de cuestiones de salud. Sin embargo la donación de órganos, sangre y células madre son acciones invaluables que aparecen en situaciones límite: por un lado, una familia desesperada por la enfermedad extrema de uno de sus integrantes; por el otro un donante, un portador de vida dispuesto a darla.
Para los creyentes hay designios divinos que estrechan lazos invisibles. Para otros tiene que ver con el azar, el destino signado, una energía superior… varias miradas se desprenden de casos inusitados que exponen historias extraordinarias y representan la máxima expresión de la solidaridad. Una de ellas tiene como protagonista a Eduardo Andersson y a su esposa Nidia Kurtz.
En 2013, ambos acudieron al llamado que movilizó a la comunidad. Le habían diagnosticado leucemia a Gastón Vancsik, reconocido deportista de la ciudad que, en aquel momento, tenía sólo 19 años.
Mientras Gastón iniciaba la segunda etapa de quimioterapia en el Hospital Italiano, acompañado por su madre Ivone, su papá Javier y su tía Romina recorrían los medios convocando a una campaña de colecta de sangre y toma de muestras para realizar estudios de histocompatibilidad de células madre en el Oberá Tenis Club (OTC).
El mensaje de la familia era que aunque no se encontrara donante compatible con el joven, ingresar al registro nacional, y a su vez a la red mundial de donantes, abriría posibilidades de salvar vidas en cualquier lugar del planeta.
En aquella oportunidad fue tal la conmoción que el OTC se vio desbordado y más de 500 personas ingresaron al registro nacional. “Fuimos sin saber mucho, fue como un compromiso comunitario. De hecho, cuando volvimos, dejamos la folletería en un cajón sin siquiera leerla”, comentó Nidia a PRIMERA EDICIÓN.
En aquel momento no imaginó que poco tiempo después se convertiría en ávida aprendiz de toda la información ligada a la donación de células madre.
Pocos meses después, luego de que apareciera un donante oriundo de Alemania para Gastón, a Facundo Kurtz, sobrino de Nidia y Eduardo, le diagnosticaron un cuadro similar, también con 19 años.
Mientras el joven encaraba el tratamiento acompañado por sus padres en el Hospital Italiano, fueron sus tíos los que iniciaron campañas, movilizaron a amigos, vecinos y a toda la sociedad buscando donantes y compartiendo toda la información relacionada a la enfermedad. Finalmente el trasplante se realizó gracias a un donante europeo.
Nidia y Eduardo, como Ivone y Javier Vancsik, entre otros, decidieron seguir trabajando en el tema y conformaron la Asociación Buena Sangre, con la misión de promover la donación de células madre, informar y concientizar sobre su importancia. He aquí el lazo invisible que los une.
Llegó el llamado
En diciembre del año pasado, un llamado del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) le comunicó a Eduardo que era compatible con un paciente radicado en Estados Unidos que necesitaba un trasplante.
Cuando sonó el teléfono, atendió Nidia pero cuando vio que el número era de Buenos Aires, le pasó el aparato a Eduardo. “Pensaba que era una promoción de venta”, confesó.
En un instante vio la transformación del rostro de su esposo. “Me invadió algo inexplicable. Me sentí realmente feliz. Colgué el teléfono, le dije a ella y nos pusimos a llorar”, relató Eduardo. “Dar vida, es eso. Hay que vivirlo para saber lo que se siente”, agregó.
Eduardo y Nidia viajaron a Buenos Aires. En el Hospital Alemán volvieron a realizarle una serie de estudios y le dieron fecha para la extracción el 7 de febrero. A poco tiempo del esperado viaje, un nuevo llamado les informó que la donación se postergaba por una complicación con el receptor. “Nos sentimos muy mal, sabíamos por lo que estaría pasando la familia. Se siente tanta impotencia, es una situación desesperante”, aseguraron.
Finalmente deberán viajar el próximo 20 de febrero. “Rezamos para que se pueda realizar el trasplante. También estamos acumulando una serie de emociones como ansiedad, incertidumbre, pero sobre todo la certeza de estar a la distancia ligados a esa familia y que podemos salvar una vida”.
La pareja es reconocida en la ciudad y es la cara visible de una tarea tan significativa como lenta. “Tenemos que seguir inculcando la importancia de la donación. Que se inscriban en el registro. El análisis de la muestra lleva meses, por eso es importante que lo hagamos lo antes posible. Una persona entre 40 mil puede ser compatible con otra”, recordaron.
“La tarea de concientización es dura, muchas veces nos sentimos solos, pero no podemos dejar de creer que esta posibilidad no es casualidad. Esto es dar vida, directamente”, reconocieron.
Para Eduardo, que hoy tiene 40 años, es primordial explicar que el método de extracción es simple, no es doloroso, no deja secuelas. “Hay que destruir tantos mitos que existen y abrir a las personas a la donación. Apuntar a los niños que comprenden y asimilan con mayor facilidad”, subrayó.
La información es la clave
El doctor Joaquín Suárez Romanazzi es especialista en hemoterapia y está a cargo del Banco de Sangre del Hospital SAMIC de Oberá.
“El banco de sangre y el INCUCAI están muy relacionados. Donar sangre va de la mano con el altruismo, la gente es altruista pero muchas veces no tiene el conocimiento, por eso desmitificar y concientizar es nuestra tarea. Se debe explicar porqué debemos donar, que hay mucha gente esperando recibir nuestra donación, que no podemos conseguir de otra manera. Eso es parte de la concientización. Por eso incluimos a la entrevista clínica que fija la Ley, la consulta a la persona si quiere donar células progenitoras, células madre o mal llamadas médula ósea. Esa pregunta nos permite informar”, explicó el profesional.
La compatibilidad es muy difícil, se da una entre 45 mil. Misiones fue la primera provincia en incluir la consulta. “A partir de las explicaciones hay un porcentaje alto de gente que accede a inscribirse, entre el 60 y 70%. Los que dicen no, es por miedo, porque no les interesa o simplemente son reacios a los pinchazos. Trabajamos con dos cosas que naturalmente dan miedo: agujas y sangre”, reconoció.
Para Suárez Romanazzi son fundamentales “las charlas en las escuelas, campañas fuera del ámbito hospitalario. Nosotros tratamos con gente sana, por eso está bueno muchas veces sacarlas de ese entorno”.
Gastón se contactó con su donante
Durante el lapso que va desde la certificación de la compatibilidad, la aceptación de donación, la extracción de las células madre, hasta dos años luego del trasplante, no existe contacto entre donante y receptor. Transcurrido ese tiempo, únicamente si están ambos de acuerdo, se puede dar el contacto.
“El trasplante de Gastón fue el 22 de octubre del 2013 en el Hospital Italiano de Capital Federal. El donante un alemán, de Munich, que en ese momento tenía 33 años. En septiembre del 2018 conocimos su identidad y entramos en contacto por whatsapp. Su nombre es Martín Schoch y fue papá por primera vez el 17 de enero de este año. Emociones tengo muchas, tendría que respirar profundo para poder expresarlas. Sentimos mucha emoción e infinito amor al conocerlo”, afirmó Ivone, madre de Gastón Vancsik.
Rememorar lo ocurrido sensibiliza a la familia y no existe manera alguna de expresar el agradecimiento que sienten. Martín salvó la vida de Gastón, algo tan simple como maravilloso. “Para que puedan multiplicarse las donaciones es indispensable la inscripción en el registro nacional”, insistieron.
Salvar la vida de un hermano
Edgardo, de 40, es propietario de un gimnasio en Oberá. Celebró el primer aniversario de su trasplante en febrero. Su vida era privilegiada: sano, con familia y amigos, hasta que el diagnóstico quebró esa armonía.
“Yo tuve la suerte de tener a mis dos hermanos compatibles, uno más que el otro. Con el que menos diferencia de edad tengo, Claudio de 39, nos criamos juntos y siempre fue mi hermano – amigo. Después se convirtió en mi salvador”, relató Edgardo.
“Acabo de cumplir un año más de vida. A partir de lo que me pasó veo el día a día, se valora cada día como un gran regalo. Me di cuenta que había mucho más por recorrer, por sentir. Cuando parecía que todo estaba perfecto, me di cuenta que podía estar aún mejor”, agregó
La reacción de la comunidad obereña impactó a Edgardo. “No podía creer la solidaridad de la gente. Lo que me contaron que pasaba no podía creer. Ahora tengo la necesidad de ayudar a las personas que pasan por esa situación. No me puedo quedar de brazos cruzados. En todo momento que puedo estoy informando, hablando del tema, sobre todo de lo sencilla que es la donación porque la mayoría no tiene idea. Mi trasplante duró 17 minutos, como una transfusión de sangre, no me di cuenta y ya tenía la placa madre de mi hermano. Él debió estar dos horas, sólo dos horas para salvar mi vida. Eso es lo que debemos contar, no es una operación quirúrgica, es algo muy simple. Esto le puede pasar a cualquiera. Tiene que haber más donantes”, reflexionó.