Muchas veces sucede que experiencias desagradables o negativas se repiten en nuestra vida. Algunos se deprimen ante ello y se preguntan:
“¿Cuánto más voy a tener que soportar?”. Se trata de una actitud muy humana y normal pero lo cierto es que solamente nos debilita y nos hace sentir aún más indefensos y tristes.
Es en estas situaciones cuando los “recuerdos del ayer” empiezan a tomar el control de nuestra mente y, como consecuencia, somos incapaces de percibir y esperar un futuro luminoso. Este es el resultado de creer que lo que ocurrió, más de una vez, puede volver a repetirse.
Nuestro cerebro revisa hacia atrás, no hacia adelante, automáticamente y sin que ni siquiera nos lo propongamos.
Consideremos el caso de un estudiante que se presenta a rendir un examen y en más de una ocasión desaprueba. Lo más probable es que sus emociones queden ancladas en la ansiedad y, toda vez que vaya a “rendir”, como decimos en Argentina, se active en su mente una revisión de lo que pasó y pueda llegar a pensar: “Seguro que otra vez me va mal”; o: “No sé si esta vez voy a aprobar”.
Para algunos este tipo de ideas se terminan convirtiendo en lo que se conoce como “profecía autocumplida” (en efecto, le vuelve a ir mal).
En un estado de infelicidad, siempre traemos a la memoria recuerdos de hechos negativos vividos que nos generan malestar emocional. Muy por el contrario, en un estado de felicidad, acostumbramos traer a la memoria recuerdos lindos que nos generan placer y mantienen el estrés alejado de nosotros. Y, sobre todo, nos hacen olvidar por completo de lo malo que experimentamos en algún momento (aunque se haya repetido en más de una ocasión).
Por esta razón, para disfrutar de emociones sanas, necesitamos aprender a administrar nuestros recuerdos. Un recuerdo es algo valioso, pues nos indica que hemos vivido. Podríamos compararlo con un “souvenir” que nos recuerda que hemos atravesado cierta situación… y continuamos de pie.
¿Por qué un recuerdo queda en nuestra memoria? Por el impacto emocional que produce en la persona. La emoción es el pegamento que mantiene un recuerdo en nuestra mente.
Tanto las emociones positivas como las negativas profundas, que dejan una huella en nosotros, tienen tal efecto en nuestra psiquis, que no podemos olvidar lo vivido (sea bueno como el nacimiento de un hijo; o malo como la pérdida de un ser querido joven). Se trata de imágenes fuertes que nos impactan a nivel emocional y graban o archivan el recuerdo en la mente.
¿Qué podemos hacer para que los recuerdos de vivencias negativas no nos hagan mal?
Lo ideal es contraponerle a ese recuerdo intenso y triste un recuerdo positivo. No sirve intentar negar lo que nos hizo sufrir (pues, eso nos generaría más angustia); hay que permitirle salir de nosotros pero, a la vez, ponerle al lado un recuerdo de una experiencia agradable. Siempre tenemos que elegir recordar lo mejor de cada situación.
Dejemos que un recuerdo triste venga al presente pero desarrollemos el hábito de sumarle ese recuerdo lindo que todos tenemos.
Colabora
Bernardo Stamateas
Doctor en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.