El mundo sordo incluye mucho más que un lenguaje diferente, es una cultura completa, una forma de vida que abre los ojos a un mundo que no se había imaginado. Lamentablemente aún esperan que la Lengua de Señas Argentina (LSA) reciba un tratamiento integral para su regulación y no su incorporación en instituciones aisladas. Afortunadamente, aunque sumidos en el silencio, hay quienes luchan contra viento y marea para salir adelante, como Gladys Penayo, Facundo Cabañas y Gabriela Tuzinkievicz, que recibieron recientemente sus diplomas de finalización del nivel secundario en el Instituto Combate Mbororé.
Los tres pasaron por el Centro de Alfabetización de Adultos Sordos (ALFAS), aquí los alumnos comparten educación formal en Lengua y Matemáticas, Ciencias Sociales e Informática, entre otras, con un único objetivo, la inclusión social.
Con Ligia Méndez, profesora en Educación Especial, como intérprete, Gladys (36) contó que en 2017 retomó sus estudios en Combate Mbororé y “fue bastante difícil, porque tenía que estudiar y trabajar, había que animarse y lo hice, 2018 fue un año de mucho esfuerzo. Me gusta aprender, pero se sufría bastante, me gustaba compartir con las personas oyentes”, mientras que Facundo, por su parte, confió que dudó mucho al principio, pero finalmente accedió y cumplió con el objetivo de obtener su título secundario. Gabriela, a todas las dificultades imaginables sumó una más, viajar desde Gobernador Roca, a diario, para asistir a clases.
Para hacer frente a las clases contaron con el acompañamiento de dos intérpretes, que les permitieron “igualar las condiciones con sus compañeros”, además se ayudaban con mensajes de texto para completar sus tareas.
Y claro que aún hay mucho camino por recorrer, Gladys, por ejemplo, en un futuro sueña con trabajar con niños pequeños con sordera “para enseñarles, para que cuando ya no esté alguien siga con la cultura sorda”, para ello está buscando, analizando opciones y universidades, pero no es nada sencillo, “hay muchas barreras, en muchos lugares me van a decir que no, hasta que por ahí encuentre uno, Dios tal vez me ayude, tal vez no, no sé”, confeso.
El camino de Facundo va hacia otro rumbo, él busca un empleo, estudiar no está entre sus principales objetivos, pues teme tener que abandonar. Y Gabriela aún no sabe, pues debería buscar un lugar donde haya una persona sorda para no estar sola, pero sí le gustaría aprender un oficio, por ejemplo, peluquería.
Un mundo de barreras
Muchos son los obstáculos con que la comunidad sorda se encuentra en lo que para muchos no es más que el día a día. “Es difícil, necesito trabajar, la comunicación a veces falla, la gente piensa esta está loca, habla con las manos, existe esa burla, entonces hay que elegir con qué persona oyente trabajar, en toda Argentina lo más difícil es la comunicación”, apuntó. Y Facundo añadió que “algunas personas oyentes entienden, saben algo de lengua de señas, tratan de comunicarse, en algunos negocios está faltando, es difícil, hay que reflexionar más sobre el futuro”.
La docente, por su parte, opinó que “hubo un avance el uso del lenguaje en comparación con hace diez años, cuando era extraño pensar en una persona sorda en una escuela integrada o en una formación específica, ahora es factible, hay algunas barreras que faltan allanar pero sí se avanzó y la sociedad en general muestra una mayor apertura hacia la comunidad sorda y al uso de la lengua de señas”. En este contexto, Gladys remarcó que igualmente “falta mucho, hay que seguir insistiendo”.
De hecho, la única Tecnicatura Universitaria en Lengua de Señas Argentina, una propuesta de formación en la enseñanza de la Lengua de Señas Argentina orientada prioritariamente a personas sordas, del país se encuentra en Paraná, Entre Ríos.