Es importante diferenciar entre un estado de tristeza o angustia, normales en cualquier ser humano, y la depresión que, tomando los parámetros diagnósticos establecidos por el Manual de Trastornos Mentales (DSM V), los cambios en el estado de ánimo deben perpetuarse al menos por dos semanas, estando entre ellos el estado de ánimo deprimido durante la mayoría de los días y siendo visible por otras personas, disminución importante del interés en realizar diversas actividades, pérdida o aumento de peso excesivo, disminución en la capacidad de concentración, alteraciones del sueño, entre otros.
En cuanto a los posibles causantes de esta enfermedad se destacan aspectos multifactoriales, ya que el grupo de factores de riesgo es amplio, las variables pueden ser personales y sociales; prevaleciendo más en mujeres que en hombres y las circunstancias de empleo y recursos económicos también pueden ser factores de riesgo. A su vez, entre las variables cognitivas, la forma en la que se procesa e interpreta la información y la presencia de creencias irracionales son factores que determinan la forma en la que una persona vivencia su realidad.
Las variables genéticas y familiares también son importantes, ya que quienes tiene familiares con depresión presentan mayores posibilidades de desarrollarla aunque no siempre sea algo que vaya a ocurrir. El tratamiento de los trastornos depresivos varía entre la administración de psicofármacos y la psicoterapia, siendo generalmente una combinación de ambos lo que hace a un tratamiento eficaz, así como también el trabajo interdisciplinario entre los profesionales tratantes.
La voluntad del paciente para salir adelante y el apoyo de la familia y entorno afectivo cercano, junto con un tratamiento adecuado llevado a cabo según las indicaciones de los profesionales son los indicadores principales para salir de la depresión, un trastorno con alta tasa de recuperación.