Viajar abre la mente, permite descubrirse a uno mismo, enseña a interactuar, a ser agradecido, a apreciar los momentos más que las posesiones, viajar es vivir el presente de manera única e inigualable, sólo requiere valor, tener la valentía de dejarlo todo y lanzarse a la incertidumbre. Gisel Hernández y Pablo Aragón tuvieron el coraje de hacerlo y a uno de los continentes más bellos, Oceanía. Desafío al que le sumaron un extra, iniciar su convivencia.
La idea de viajar “coincide con la finalización de nuestras respectivas carreras (ella, diseño gráfico; él, arquitecto), la necesidad de realizar un viaje lo suficientemente largo en un momento de nuestras vidas en el que no existía ningún tipo de impedimento para hacerlo y la disconformidad con nuestras rutinas. Tuvimos que dejarlo todo, pero primero elegir dónde y por qué ir. Nueva Zelanda surgió ante la posibilidad de conseguir una visa que no sólo nos permitiera visitar el país sino también trabajar y vivir allí por el período de un año”, contó Gisel e hizo hincapié en que “trabajar en el exterior fue importante, ya que no era simplemente vivir una experiencia distinta, fuera de casa, nuestra zona de Confort, o Argentina, sino la alternativa perfecta para generar en poco tiempo los recursos necesarios para seguir con nuestra travesía y extenderla el mayor tiempo posible, así surgió nuestro primer destino, nuestro nuevo hogar por un año, pero había que transitar un largo camino”.
Couchsurfing fue el primer paso y les posibilitó introducirse en el Mundo de los Viajeros. “Es una plataforma que te contacta con gente ya sea como anfitrión, hospedando algún viajero en algún rincón de tu hogar o como huésped en algún local desconocido. De esta manera apareció Chels en nuestras vidas. Una neozelandesa que hacía un año y medio se encontraba viajando por Latinoamérica, justo lo que estábamos buscando, y había llegado el turno de Argentina, ¿coincidencia? No lo creo. Ella fue nuestro primer contacto y el empujoncito que andábamos necesitando para animarnos y dejarlo todo”, sostuvo.
Aunque aún había más, debían obtener la Working Holiday Visa. Son sólo mil cupos los que por año el Gobierno de Nueva Zelanda habilita, en este caso para argentinos, en una fecha específica (septiembre) y que en cuestión de minutos se acaban. Una vez más la causalidad estuvo de su lado y buscando en grupos de Facebook, de gente que fue, se encuentra allá o quiere ir, Gisel encontró a Sofía, una excompañera de cine, a la que había perdido rastro hacía tiempo. Ella llevaba más de dos años viviendo con su pareja en Nueva Zelanda y fueron los encargados de ayudarlos, “consiguieron nuestras visas aplicando desde allá y nos abrieron las puertas de su pequeño hogar desde el primer día que pisamos tierras Kiwis”.
Una vez logrados los trámites, vendieron todo lo posible para juntar el dinero necesario para los pasajes aéreos, seguro médico y algo de dinero para acomodarse.
“Visa y pasajes en mano, Auckland allá fuimos. ¡Que nervios! Nuestro comienzo en tierras lejanas no fue complicado, desde el primer día nos estaban esperando. Nos recibieron, hospedaron y nos ayudaron en todo lo que necesitamos. Desde generar nuestro IRD Number, que es elemental y obligatorio para conseguir trabajo, la apertura de nuestra cuenta bancaria y todo lo referido a vida en aquel país lejano. Además, con el pasar de los días fuimos conociendo y aprendiendo, sobre todo inglés que, si bien no es un idioma desconocido, costó asimilarlo las 24 horas”, apuntó la diseñadora gráfica.
Obtener un empleo les llevó un mes y medio. Y aunque el dinero disminuía lograron conseguir el vehículo que necesitaban para llevar a cabo su proyecto, simplemente porque la vida tiene esas cosas que no siempre se saben explicar y en una jornada de angustia decidieron ir a uno de los tantos parques que tiene esta “tierra de la gran nube blanca” y se encontraron con una amiga de Pablo a quien había perdido el rastro hacía más de veinte años y los ayudó a acceder a un auto y pagarlo en cómodas cuotas.
Helpex fue una salvación, este sitio web funciona a nivel internacional y se basa en intercambiar ayuda por alojamiento y comida. “Esto nos permitió congelar nuestros ahorros hasta que conseguimos trabajo, realizar un intercambio cultural y mejorar nuestro inglés. Pasamos por la vida de Marikey, Will hasta llegar a Luoise, un antes y un después en esta experiencia; formamos parte de su vida y ella de la nuestra. Colaboramos con todo tipo de tareas durante tres meses, desde alimentar y mover vacas de un corral a otro, cuidar mascotas (perros y gatos), recolectar y vender mandarinas, limpiar, pintar, cortar el césped… Además, tuvimos la oportunidad, gracias a nuestras profesiones, de intervenir en la remodelación de se casa de Louise en el diseño de la nueva cocina y el lavadero”, recordó Gisel.
La oportunidad de generar dinero llegó con Jucy Rental Cars, una empresa que se dedica al alquiler principalmente de Motorhomes, caravans y autos de todo tipo y precio. Tras cinco meses aquí obtuvieron los fondos para comenzar la otra etapa del viaje.
Zambullidos en Nueva Zelanda
Un mes completo fue el que Gisel y Pablo destinaron a recorrer el país, para ello acondicionaron su Toyota Wish de siete asientos, convirtiéndolo en un motorhome para todo el trayecto hacia el sur de Nueva Zelanda.
El viaje lo iniciaron con Mariana y Germán, salteños que conocieron trabajando en Jucy y comenzó en la península de Coromandel, “todo lo contrario a lo que es una ciudad, con deslumbrantes playas de arena blanca, bosques nativos y atmósfera relajada, uno de los destinos de vacaciones más populares y amados de Nueva Zelanda. Uno de los sitios más característicos de esta península es la Hot Water Beach, donde el agua mineral termal natural emerge de las profundidades de la tierra a través de la arena en la playa que hace honor a su nombre, donde uno puede cavar su propia piscina termal a pocos metros del océano Pacífico”, describió Gisel.
Luego el turno fue para Rotorua, una ciudad sobre la meseta volcánica que tiene uno de los campos de actividad geotérmica más agitados del mundo y se encuentra exactamente sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde se encontraron con géiseres con erupciones de hasta treinta metros de altura y show maoríes.
“Como dijimos, nos gusta la aventura, salir al mundo exterior, explorar, vivir y fue exactamente lo que hicimos el The Redwoods Whakarewarewa Forest. Este bosque se puede recorrer de diversas maneras, nosotros elegimos la bicicleta como medio de movilidad. El parque cuenta con una de las redes de bici de montaña más antiguas del país, con rutas con diferentes niveles, desde principiantes hasta profesionales, una topografía variable y paisajes fantásticos, fue una de las actividades más divertidas y que recomendamos”, remarcó.
La tercera parada fue en el hermoso Lago Taupo y Huka Falls, para luego detenerse en Tongariro Alpine Crossing, que “a menudo se describe como el mejor paseo por el día de Nueva Zelanda (para los bien aventureros), por ello decidimos superarnos y cruzar el camino en la montaña. Es un viaje exigente a través de un extraordinario paisaje volcánico. Esta excursión de un día (20 kilómetros) te lleva desde un prado alpino hasta la cumbre, a través de paisajes surrealistas de cráteres, lagos coloreados y rocas volcánicas. Cuando salimos de la base el tiempo no era el mejor pero se encontraba estable. A medida que ascendimos el clima fue cambiando hasta llegar a tener vientos fuertes, lluvia y mucho frío. Aún así la completamos y quedó muy grabada en nuestras mentes”, confió.
También se dejaron llevar por el agua del místico río Whanganui, uno de los más largos del país. “Fue una experiencia magnífica recorrer en canoa unos 145 kilómetros aventurándonos en lo profundo de los bosques vírgenes de este inmenso parque nacional. Para ello contratamos a una empresa que nos proporcionaba el equipamiento necesario, incluyendo barriles donde poner todas nuestras pertenencias personales y alimentos para la jornada”, mencionó y agregó que “en reserva fluyen más de 200 rápidos, sin embargo, en condiciones normales, nunca corren con un grado de dificultad mayor a dos grados.
Con la excepción de un pequeño pueblo a dos días de distancia río abajo, no hay tiendas, carreteras ni asentamientos, sólo paz, tranquilidad, abundantes aves y bosques nativos colgando de la pared de un acantilado junto a la ribera, por lo que lleva a empezar la jornada y finalizarla sí o sí. Además, sólo existen tres ingresos para vehículos, uno al principio, otro en la mitad y el último al final del trayecto donde el río se une con el mar de Tazmania. La noche se pasa bajo un manto de estrellas colocando las carpas en sitios de acampe que cuentan con las comodidades básicas, agua, sanitarios y un lugar protegido para cocinar”.
Wellington, en el extremo sur de la Isla Norte, acurrucada entre un radiante puerto y verdes colinas ondulantes, capital de Nueva Zelanda, fue la sexta parada, aunque fugaz, para llegar al Parque nacional Abel Tasman, hogar de focas autóctonas, delfines y aves marinas, perfecto para un paseo en kayak. “El sendero costero Abel Tasman Coastal Track toma entre tres y cinco días. Asciende entre cabos y bosque nativo hasta una serie de hermosas playas. Nosotros habíamos tomado la decisión de navegarlo en kayak de cara al mar en forma independiente y alojarnos dentro del parque en lugares disponibles para acampar con agua e instalaciones sanitarias. El recorrido nos llevó dos días a puro remo, contra viento y marea, cargando todo lo necesario en nuestros kayaks, más un día de caminata. Fue una de las mejores experiencias que junto al “Whanganui Journey” pudimos experimentar”, reconoció la joven.
“Después de hermosos días seguíamos recorriendo las rutas, pero una advertencia pegada en un puesto de turismo nos advirtió sobre los vientos huracanados, lluvias torrenciales y marejadas costeras que venían con el Ciclón Gita. Lo que generó que a pocas horas de nuestra llegada huyéramos hacia tierras seguras, luego de nueve horas de manejar sin parar, la costa este, conocida como lago Wanaka, fue lo más alejado que pudimos”, recordó.
Y trajo a memoria que habían tenido “oportunidad de conocer una hermosa pareja de argentinos allá por Wellington antes de tomar el ferry que nos llevaría a la famosa isla sur. Por diferentes motivos nos habíamos desencontrado al cruzar pero el ciclón Gita había hecho bien su trabajo y nos volvió a encontrar en Wanaka. Lucho y Vani iban camino a Queenstown, y por qué no encontrarnos en esa hermosa ciudad”, que finalmente fue una de las favoritas de Gisel y Vani, es hermosa, ofrece muchas actividades para todo público, desde la mejor hamburguesería del mundo hasta un teleférico y un paseo en luge. Pero si hay algo que hace famosa a Queenston es sus actividades extremas. Es la cuidad perfecta para todo aquel aventurero que no le tema a nada.
“A Vani y Lucho les habían regalado antes de partir de Argentina para saltar desde un avión a 15 mil pies de altura. Y llegó el tan esperado día, Vani no quiso saltar y fui en su lugar como regalo de los chicos. Sin duda fue el día más feliz en mi vida, se estaba cumpliendo uno de mis sueños de la manera más inesperada”, subrayó.
“Milford Sound, en la costa oeste de la Isla Sur, es una fusión de espectaculares características naturales y sorprendentes detalles visuales en cada rincón. Los acantilados del fiordo se elevan verticalmente desde las oscuras aguas, las cimas de las montañas arañan el cielo y el agua desciende en cascadas, algunas de hasta mil metros. Cuando llueve, cosa que pasa con frecuencia, las cascadas se multiplican y adquieren un efecto magnífico”, “dibujó” la diseñadora.
También pasaron por Curio Bay, Dunedin y Kaikoura. Pero “luego de haber estado viajando por alrededor de Nueva Zelanda, llegó la hora de volver a trabajar. En este caso gracias a Mariana y Germán, pareja argentina con la cual estuvimos compartiendo en Auckland y trabajando en Jucy, tuvimos la posibilidad de hacer los últimos ahorros antes de dejar el país gracias a Hot Water Beach TOP 10, un Holiday Park de propiedad familiar, ubicado a sólo 700 metros de una de las mejores playas de surf en la impresionante Península de Coromandel, donde tuvimos la oportunidad de ser parte por el corto período de un mes y medio antes que se acabara la visa”, dijo.
Y claro, había que aprovechar hasta el último instante, entonces optaron “despedirnos de todos aquellos que se cruzaron en nuestro camino; vender todas nuestras pertenencias que no pudieron ir con nosotros en la segunda etapa de viaje, como nuestro tan querido Toyota Wish, un hogar durante gran parte de nuestro viaje y parte de nuestra experiencia permitiéndonos conocer y recorrer Nueva Zelanda”. Entonces, “Vietnam, Ho chi Min, allá vamos…”.
Y ahora la tierra colorada, su provincia, su país, el que a través de un nuevo proyecto desean descubrir y reflejarlo en la página en la que trabajan y con las tomas que los caracteriza, desde el drone. Sólo les resta obtener el financiamiento, porque las ansias por volver a partir están presentes en cada palabra.