A diario la televisión lo muestra, comerciantes que ganan sobrefacturando, políticos que mienten y aparentan lo que no son, oportunistas que buscan sacar lo máximo en el menor tiempo posible, deportistas que engañan tomando sustancias prohibidas para ganar, seres sin sueños toman droga como salvación, niños que pierden su inocencia vendidos como objetos sexuales, familias destruidas por la violencia, jóvenes que no necesitan robar y lo hacen, seres que protestan para obtener más de lo que merecen, novelas que muestran lo importante del poseer y el sexo sin amor.
Engaño, ambición y descontrol son el común denominador, pero por sobre esta oscuridad se levantan “seres especiales”, que aunque imperfectos se comportan diferente, cuidan los “valores” que criticamos sin piedad y los olvidamos por “antiguos”, haciendo renacer la esperanza de que nuestra humanidad no se hundirá.
Estos “seres luminosos” no son miembros de ninguna secta ni organización extraña, no visten ropas blancas ni cantan canciones embriagantes, son sólo humanos comunes como tú o yo, que desean vivir mejor sin ejercitar su lado indeseable, desean progresar sin lastimar al otro, quieren tener cosas pero no para presumir, desean tener una familia sana, equilibrada y son agradecidos.
“Era invierno, Pipo viendo la montaña de todos los días pensó, ¿Qué habrá detrás de ella?
“Tomó una cantimplora con agua, pan e inició el viaje a la montaña, al llegar vio flores, plantas, animales y unos pequeños seres nunca vistos. Ellos hablaron con Pipo diciéndole que querían vivir en paz y amor, sin pelear, compartiendo todo. Pasaron los días y Pipo estaba como en casa, pero debía retornar. – Podrás volver si no revelas a nadie nuestro lugar secreto y debes decirnos lo que aprendiste -le dijeron.
– Aprendí que si compartimos nuestras vidas y lo que tenemos, todo es hermoso y pacífico.
– Entonces, estás listo para volver le dijeron. Pipo volvió a casa ilusionado, con amor y esperanza, comprendiendo que en esta vida no todo es lo que parece, pues detrás de la montaña se oculta en secreto un mundo mejor”. M. E. Patiño. (Extracto)
Los humanos “de bien” no se sienten especiales ni más importantes, sino que desean armonizarse lo mejor posible con los otros seres y la naturaleza, desean formar parte de una orquesta donde todos tocan una hermosa melodía sin taparse ni “bardearse”.
Los seres iluminados ven la belleza de un objeto, una persona o un hecho por encima de su apariencia, sin juzgar despiadadamente, sin confundir lo bello con lo bueno, y lo feo con lo malo, como vemos en las películas con ladrones feos y policías lindos.
Estos “seres buenos” ayudan a otros a encontrar su camino y decidir correctamente, mejorando su estado y el de los que los rodean, según creencias construidas a lo largo de toda la vida, que son los tan golpeados “Valores Morales”, que nos ayudan a determinar lo bueno o malo, como la “honestidad” que es una virtud de la persona sincera e íntegra, que no miente, no roba, ni engaña.
Los hombres y mujeres “con luz” son humildes, respetuosos y prudentes, dejan de lado su egoísmo y vanidad, son justos para arreglar y compensar las desigualdades diarias; entienden que cada actitud o pensamiento repercute en el resto, y viven transmitiendo valores de respeto y funcionamiento común, evitando el desorden y la desintegración social.
Hay valores cívicos que regulan nuestro comportamiento individual y colectivo, edificando una sociedad vigorosa, organizada y solidaria, como la responsabilidad, la honestidad, la valentía, el respeto a las leyes, la cooperación y la tolerancia.
Dentro de cada sociedad hay creencias y tradiciones o “valores culturales”, que al adoptarlos y compartirlos con el grupo, hacen más firmes las relaciones, como el lenguaje común, un arte o lo que comemos, los ritos, religiones, costumbres, tipos de familia, sus leyes, una raza, la bandera, el himno y la educación,
Las “mujeres y hombres grandes” son leales, al expresarse irradian paz, no son conflictivos, ni hostiles, ni violentos, alumbran la sociedad con pensamientos y actos que marcan caminos, saben gobernarse y disciplinarse a sí mismos, poseen razonamientos equilibrados, sus sentimientos y emociones están templados, y su espiritualidad es madura y sabia.
Los “humanos generosos iluminados” son solidarios y no dan lo que les sobra, muestran su corazón en lo que hacen, se integran a sus vecinos, son justos y tolerantes con quienes no opinan como ellos y cuando se equivocan retroceden.
“Después de la 2ª Guerra Mundial, un piloto inglés viajaba en un frágil avión monomotor por el mundo, luego de despegar del aeródromo de la India, oyó un ruido extraño procedente del asiento de atrás, viendo una rata a bordo, que si roía la cobertura de lona, podría destruir su frágil avión entelado.
Podía volver al aeropuerto, pero recordó que las ratas no resisten las alturas, así que empezó a volar cada vez más alto, hasta que cesaron los ruidos que hacían peligrar su viaje”.
Estamos destinados a volar alto, pero ciertos obstáculos hacen peligrar nuestra grandeza, sólo nuestro desarrollo espiritual nos mantendrá en pie, debemos acercarnos a las creencias, tradiciones y valores espirituales que se transmiten de generación en generación, como el amor, la caridad, la santidad, la obediencia, la misericordia, y el respeto a toda religión que humanice al hombre.
Los “sujetos llenos de luz” se apartan poco a poco de la maldad, el egoísmo y la envidia, acercándose al respeto, el amor por sus semejantes y a Dios.
Colaboración:
Bazán J. L. – Médico
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