“No nos esperábamos este desenlace, estábamos en contacto con la abuela siguiendo su evolución desde que lo llevaron a Posadas. Era un chico lleno de vida”.
Así se lamentó la profesora de danzas folclóricas Silvina Stich, refiriéndose a su alumno Marcos Oviedo, el chico a quien picó una araña y le produjo la muerte en pocas horas.
Como adelantó ayer PRIMERA EDICIÓN, el sábado Marcos se despertó con un dolor muy fuerte en la rodilla. Esto hizo que su padre lo llevara a la salita de salud del pueblo, donde le aplicaron un calmante. “El médico dijo que era una picadura de araña, pero que pasaría”, remarcó el papá, Silvio Oviedo, a este diario.
Pero, lamentablemente, esa simple picadura era nada menos que de una letal Loxosceles, la pequeña y escurridiza araña conocida como “de los rincones”, pues se esconde en los pequeños huecos. “Nosotros buscamos y revisamos toda la habitación, pero no encontramos nada”, aseguró Silvio.
Cuando ya por tercera vez fueron a la salita Marcos y su papá, “él pedía auxilio porque ya no podía pisar del dolor. Fue el domingo temprano y ahí nos derivaron a Posadas, al Madariaga”. Todo ocurrió tan rápido que todavía ayer seguían sin salir del estupor tanto familiares como amigos y todo el pueblo, pues Marcos era querido por todos.
Una foto en el perfil de Facebook de Marcos lo muestra orgulloso con el certificado que confirma que él era “el Mejor Compañero”, y así fue que en el cementerio le dio la última despedida prácticamente todo el pueblo.
“Todo Corpus estaba ahí”, afirmó la profesora Silvina Stich y agregó que “cuando nos enteramos, yo estaba en contacto con la abuela de Marcos, pero el lunes temprano comenzaron a comentar que no le funcionaban los órganos. Todo por whatsapp, en los últimos mensajes con audios, su abuela me decía: ‘Silvina, él va a volver’ y yo le decía ‘sí, volverá’. Hasta último momento pensábamos que le picó un alacrán, pero en realidad no sabíamos nada. La que estaba fuerte era su abuela, que contenía a toda la familia. Nosotros estábamos con mis alumnos, también con los chicos del curso de la EPET (escuela a la que asistía Marcos), que nos conocemos todos y estábamos conteniéndonos unos a otros”.
Dolor, desolación, consternación, apenas unos adjetivos para describir la sorprendente muerte de este joven “lleno de vida, tan especial, tan educado y bueno, con un futuro por delante. Fue mi alumno durante ocho años en el ballet y era muy buen bailarín”, agregó Stich.
La profesora contó además que “a Marcos todos lo vamos a extrañar, porque él bailaba con todos, no tenía excusas y bailaba con el grupo de los chiquitos, con los de su edad y también con el grupo de los abuelos del PAMI. Era muy especial”.
Su abuela Paula apenas pudo hablar con este diario: “Era mi bebé”, atinó a decir. Sí lo hizo su papá, Silvio, quien contó que el viernes Marcos permaneció en la vivienda familiar. “Le dolía un poco la panza y se quedó en casa. A la noche igual fue a una fiesta con sus amigos de la escuela, pero no volvió tarde. Se acostó a dormir y el sábado se despertó temprano, ya con el dolor en la rodilla, y fuimos a la salita. Fuimos varias veces porque el calmante le duraba poco y le volvía el dolor”. Ya en el hospital Ramón Madariaga de Posadas, “el ‘morado’ (que se le formó) en la rodilla se le había extendido en las manos y en el cuerpo”, signos del efecto necrosante que provoca el veneno de esa araña.
Susana María, la mamá de Marcos, era consolada ayer por uno de sus hermanos, Walter Bellomo, quien llegó desde Buenos Aires y dijo a PRIMERA EDICIÓN: “No entendemos nada. Voy a investigar qué pasó, por qué no le pusieron el antídoto y se esperó tanto tiempo”.
Lo cierto es que a Marcos lo recordarán en cada chacarera y en cada zapateo que suene en Corpus.