Es ahí donde el espíritu del hombre se adentra a otra realidad más oscura, un lugar en el que se despertará su percepción más intensa, que le mostrará una encrucijada entre la realidad y sus pensamientos.
Un momento donde comprenderá que aquellas situaciones vividas en el día se agigantarán e intentarán asfixiarlo esa noche. Entonces, una penumbra lo encarcelará en una velada que parecerá perpetua, en la que deberá pagar la condena por haber dejado temas pendientes y que volverán con una furia desmedida para atormentar a ese alma solitaria que no podrá dormir.
Ni siquiera una plegaria o un sincero arrepentimiento podrán alejar esas perturbadoras voces, que girarán alrededor de su cama recordándole que ellos serán los verdugos de su cansancio y se alimentarán de su inseguridad.
La culpa no dejará que ningún noble pensamiento llegue en su ayuda y lo consuele en su pesar, incluso cerrarán la puerta de la habitación donde se mantendrán abiertos sus ojos rojizos y estará alerta, para que el miedo no lo vuelva a sorprender y tener que rendirle cuentas nuevamente.
Aquellos demonios nocturnos desgarrarán y convertirán en harapos, el poco valor que le queda. Lo volverán a engañar y exhibirán sus miedos como trofeo de una despareja pelea. Entre los rincones, surgirán de las sombras tenues figuras, que se transformarán en demonios que aprovecharán el silencio y la soledad que lo rodea y lo distraerá de la realidad. En muchas ocasiones, la noche lo pondrá a prueba, hace que los miedos se agiganten y que la oscuridad aprisione y golpee el pecho de aquel que se encuentra desvelado en su cama. Momentos de desamor que se vuelven eternos y tristes, mientras que alrededor solamente habrá un mundo indiferente, que extenderá su mano en busca de una moneda de oro que lo haga cruzar el río para llegar al Hades y así liberarse de su tormento.
Demonios insaciables que vendrán por todo lo que le queda de espíritu y confianza, ellos no se detendrán hasta obtener lo que buscan; un alma derrotada entre sus manos porque cada noche ellas se volverán más fuertes, perversas y letales. En una noche sin estrellas, que escapará a toda razón y que lo llenará de preguntas en una fila interminable de recuerdos, que cobrarán vida en cada sorbo y desaparecerán repentinamente con el maullido de un gato, que estará observando por la ventana como un espíritu que llega a rescatarlo de ese momento.
Demonios que aprovechan la desgracia y se alimentan de las inseguridades, como buitres que merodean desde lo alto y bajan apresurados cuando ven un alma moribunda sobre el suelo.
Demonios que abrazarán a un alma generosa, que le entregará todo sin esperar nada a cambio con tal de que se vayan.
Demonios que se sentarán en un sillón junto a esa aturdida persona, mientras le ofrece lumbre a otro cigarrillo como si fuera una perversa compañía que permanecerá a su lado embriagándolo de incertidumbre y rutina.
Un alma confundida que elegirá la fantasía antes de enfrentar a la realidad y que sólo encontrará una noche vacía y una mañana que lo rescatará nuevamente de ese encuentro cargado de nostalgia.
Una callada noche que sujetará sus manos, sin siquiera dejarle escribir unas simples líneas, como un pedido de auxilio que pudiese encerrar en una botella y lanzarlo a un oscuro mar.
Por Raúl Saucedo