Pude dame cuenta de cuál es la diferencia entre unos y otros.
Descubrí que la diferencia no reside en su raza, color, nacionalidad o religión. Comprendí que no es su clase social o profesión lo que los hace más humanos, compresivos o atentos…. todo eso es efímero… Hace un tiempo ya que también me di cuenta que algunos tienen brillo en la mirada y otros a pesar de parecer presentes, están ausentes… ausentes de ellos mismos, en principio y luego para con los demás.
¿Cuál es la diferencia?, ¿qué nos muestra su presencia o su humanidad?
Aquellos que se han recuperado a sí mismos, pueden recuperar el brillo original de la esencia en su mirada, porque solo desde el interior se ilumina.
Aquellos que pueden escuchar, comprender, acompañar, ayudar, son aquellos que han entendido que solo dando permitimos que ¨lo que es¨ nos atraviese y llegue a otros.
¿Cómo no pretender que el otro pueda sentir el amor que yo siento?, ¿Cómo no hacer algo para que eso suceda?
¿Cómo no acompañar hasta que el otro pueda cruzar el umbral hacia el amor?
Como no conmoverse en silencio con la mirada del otro que dice… ¡yo también quiero sentir, amar y disfrutar de la experiencia de estar vivo!
He aprendido en silencio que Dios está en todas partes y que somos nosotros los que no tenemos ojos para verlo, que nos confundimos tanto con las palabras que definen hasta enredarnos y perder el sentido….
He aprendido a ver el brillo de la esencia en la mirada del otro más allá de sus palabras y descubrí que en el sentir no existe raza, color o religión.
Todos somos Uno.
Colabora
Patricia Couceiro
Consteladora
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