BUENOS AIRES (iProfesional). La Argentina, que gozaba de una larga trayectoria como uno de los “supermercados” de alimentos más completos y ricos del mundo, ahora se enfrenta a un escenario opuesto. De la mano de un cóctel de factores, en los que el atraso cambiario es el principal “ingrediente”, aquellos productos en los que el país debería ser altamente competitivo hoy se terminan pudriendo. Según el Indec, en lo que va del año, 20 de los 30 principales productos de exportación de las economías regionales registraron tasas negativas respecto al mismo período de 2014. Para el economista Jorge Day, de Fundación Mediterránea, “la principal causa que derivó en este deterioro generalizado -superando a factores como la baja de los precios internacionales y la menor demanda de Brasil o de China- se encuentra en los mayores costos en dólares que deben enfrentar las empresas del sector, de la mano de una inflación que hace tiempo viene corriendo por encima de la evolución del tipo de cambio”. Según estimaciones de la consultora, en menos de una década, dichos costos medidos en divisas estadounidenses se dispararon casi 150%. ¿Por qué no hay cambios? “Básicamente porque el dólar barato es la forma actual que tiene el Gobierno para intentar contener la inflación”, según el experto, al tiempo que fue la estrategia elegida para tratar de propiciar una reactivación del consumo, especialmente en esta recta final a las urnas. Pero esta estrategia de ir conteniendo el billete verde oficial, así como por un lado golpea a casi la totalidad de los sectores productivos con negocios en el exterior, es la que permite “subsidiarle” a la clase media la compra de dólar ahorro, así como también pasajes y paquetes para viajar al exterior. “Hoy, el atraso cambiario está beneficiando a los salarios, generando una momentánea sensación de mayor poder adquisitivo, al permitir acceder a más bienes y servicios dolarizados”, afirmó Luciano Cohan, analista de Elypsis. Soja, termómetro del atraso Según la Consultora Ledesma, la soja en particular y los granos en general fueron, por lejos, los productos de la agroindustria que mejor estaban soportando el mencionado contexto adverso, justamente porque hasta el año pasado los precios externos seguían sosteniéndose en niveles que más que duplicaban el promedio histórico. Sin embargo, el fortalecimiento del billete verde a nivel global y la baja de la cotización de las materias primas, dejaron al descubierto los graves problemas de competitividad cambiaria que enfrenta el campo. Según un relevamiento de la consultora, actualmente el “dólar soja”, es decir el tipo de cambio real efectivo que recibe cada productor por la comercialización de sus granos, es de apenas 6,10 pesos, tomando como punto de partida el año 1997. Así las cosas, el valor del billete verde para esta actividad hoy se encuentra un 42% por debajo del promedio de los últimos trece años.No sólo eso: el “dólar soja” actual es similar al que estaba vigente en 2001, pese a que durante el epílogo de la convertibilidad la tonelada valía apenas 170 dólares, menos de la mitad que en la actualidad. “De esto se desprende que el productor sale de la última cosecha y encara la próxima campaña con el peor nivel de sustentabilidad financiera de los últimos 14 años y la tercera más adversa en más de dos décadas”, es la contundente conclusión de la Consultora Ledesma. La transferencia de riqueza desde el sector sojero, debido al atraso cambiario, ha sido sustancial. Según datos del Ministerio de Agricultura, hasta fines de septiembre, los cerca de 46.000 productores de la oleaginosa que hay en la Argentina habían comercializado cerca del 65% de la cosecha, que alcanzó un total de 60 millones de toneladas. Esto implica que unas 40 millones de toneladas fueron vendidas a las plantas productoras de aceite y a grandes exportadores. Por ese volumen, el sector agrícola recibió cerca de 80.000 millones de pesos, descontadas retenciones. Ahora bien, si se considerara un valor nominal para el billete verde cercano a los 13 pesos -nivel en el cual, según el creciente consenso entre economistas, la Argentina volvería a los niveles de competitividad de 2010- entonces, la soja comercializada por esos chacareros hubiese pasado a tener un valor cercano a los 116.000 millones de pesos. Este simple ejercicio permite ver cómo, por el efecto del atraso cambiario, los más de 46.000 productores perdieron de ganar una cifra superior a los 36.000 millones de pesos. Sin embargo, los problemas no son exclusivos del sector sojero. Desde el Ieral acotaron que “esta situación hoy se observa en la mayoría de las economías regionales”. De acuerdo con la consultora, de los casi 15 productos más importantes para dichas economías (entre los que figuran manzanas, mosto, ajo, trigo, maíz, carne vacuna, arroz, aceite de oliva y cítricos, entre otros), todos ellos están trabajando con un tipo de cambio real más desventajoso que en 2014, cuando tuvo lugar la devaluación de enero.Un tipo de cambio “a medida”Desde Ecolatina destacaron que “la estrategia cambiaria electoral es muy clara: el Gobierno descartó aplicar una devaluación como la de 2014. De hecho, el Ejecutivo recurrió a profundizar el atraso cambiario, manteniendo la suba de la divisa oficial por debajo del alza de precios”. Si bien la Afip topea el límite en función de los ingresos, un buen ejercicio es calcular cómo fue evolucionando el poder de compra de los salarios en términos de billete verde: • En el primer trimestre de 2014, luego de la devaluación de enero y una vez habilitada las ventanillas, el sueldo promedio de un empleado de la Ciudad de Buenos Aires (10.300 pesos, según Indec) equivalía a 1.070 dólares. • Luego de las paritarias y a raíz de un billete verde que se movió de a cuentagotas, el ingreso mensual de esa misma persona pasó a rendir 1.200 dólares, es decir, un 11% más que hace un año. Esta variable, sumada a la creciente tensión en el mercado cambiario y a la influencia de la cercanía de los comicios, fue la que terminó potenciando la compra de “dólar ahorro”, que en julio y agosto promedió los 680 millones de dólares y que en septiembre, si no fue récord (cerró en 660 millones de dólares) fue únicamente porque el Gobierno redujo la entrega de divisas. En el caso del turismo emisivo, se está reeditando un verdadero boom, con agencias de primera línea que afirman estar vendiendo un 50% más de paquetes y pasajes respecto de los niveles del año pasado. Confirma esta tendencia el hecho de que los saldos de gastos por compras con tarjeta de crédito en moneda extranjera acumularon en septiembre un promedio de casi 400 millones de pesos, cifra que se ubicó un 45% por encima del mismo lapso del año pasado.Además, en septiembre se disparó la cantidad de particulares que hicieron el trámite a
nte la Afip para adquirir el llamado “dólar turista” (oficial + recargo del 35%), que elevó el monto de divisas entregadas hasta tocar un récord. De la mano de esta tendencia, se prevé que por estos tres conceptos (ahorro, turismo y gastos con tarjeta), el Bcra termine resignando unos 15.000 millones de dólares en todo el año.“Me da vergüenza que el Central me subsidie las vacaciones en el exterior, sobre todo en un contexto en el que faltan insumos para el sector industrial”, señaló Javier González Fraga, expresidente del Banco Central, quién hace pocos meses vio como su exempresa, La Salamandra, cerró sus puertas por la brutal pérdida de competitividad. En este sentido, hay imágenes que tienen el poder de resumir cualquier situación de manera mucho más contundente que a través de estadísticas y gráficos. Productores tucumanos lanzando bolsas de granos en las puertas de la Afip; tamberos santafecinos derramando miles de litros de leche en esa provincia, son algunas de esas imágenes capaces de transmitir más que cualquier indicador. Una protesta de un sector puntual puede ser reflejo de un conflicto aislado y propio de la coyuntura de esa actividad. Sin embargo, cuando los ejemplos se multiplican y brindan un panorama como el que hoy están entregando numerosas economías regionales, evidentemente es que se está ante una crisis generalizada.




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