CANDELARIA. Hoy en día el panorama de la ciudad no dista mucho del de cualquier otra: pequeñas y grandes casas, calles que alternan el asfalto y el colorado de la tierra, algún que otro auto, bicis y el infaltable ladrido de perros al mediodía. Así es el ambiente que rodea a la Colonia Penal de Candelaria, Unidad 17, ubicada por la calle Ruiz de Montoya de esa localidad. Pero ese mismo ambiente fue muy diferente hace más de cuatrocientos años, cuando lo que se encontraba en el lugar eran guaraníes en pleno desarrollo de estrategias de combate, en arduas jornadas laborales o rindiendo culto a su Dios dentro de la Iglesia. Sucede que allí, donde hoy van a parar los infractores de la ley, era la planta urbana de una de las misiones jesuíticas más importantes de la zona, sino la más. “Candelaria era la capital de los 30 pueblos jesuíticos. Éstos estaban distribuidos en un espacio extenso de lo que hoy es Argentina, sur de Brasil y sudeste de Paraguay. Había ocho pueblos misionales en Paraguay, siete pueblos en el sur de Brasil y quince en lo que es hoy Argentina. Once de ellos estaban instalados en el sur de la provincia de Misiones y los cuatro restantes estaban en el nordeste del Brasil, recostados sobre el Uruguay. Esos treinta pueblos tenían su capital en Candelaria. Había una autoridad máxima que regía sobre este espacio, el Padre Superior, a su vez, él dependía de un provincial cuya sede estaba en la provincia de Córdoba. El provincial era la autoridad máxima de la Provincia Jesuítica del Paraguay, sobre un territorio que incluía Argentina, parte de Chile, parte de Bolivia, Paraguay, sur de Brasil e incluso la República Oriental del Uruguay”, le explicó a PRIMERA EDICIÓN Norma Oviedo, magíster en Historia e integrante del Centro de Estudios Históricos de la Universidad Nacional de Misiones. Esa historia quedó atrapada cuando la ex Dirección General de Institutos Penales compró en subasta pública por 40 mil pesos moneda nacional el inmueble de 157 hectáreas, 10 áreas y 82 centiáreas, que la Colonia Penal ocupó a partir del 8 de febrero de 1940. A pocos metros del edificio es donde están las Ruinas Jesuíticas de Nuestra Señora de Las Candelarias, reliquia histórica cuya conservación fue confiada al personal de la Unidad 17 en 1943.Lo que se hizo fue simple, para no afectar su disposición se colocó una especie de vallado, donde “no hay peligro de robo pero si de derrumbe. Incluso la vegetación que crece a su alrededor la puede destruir. Hay que hacer un trabajo de puesta en valor, de rescate. Si no se las preserva, las vamos a perder”, aseguró Rodolfo Roetti, miembro de la Junta de Estudios Históricos de Posadas. Con la intención de recuperarlas, “en el 2004 se hizo un relevamiento de las zonas lindantes a la Unidad Penitenciaria y de ahí se armó un proyecto que fue aprobado como Ordenanza Municipal Nº 024/2004 y declaró “Zona de no innovar” a los inmuebles de las manzanas 31, 32, 33 y 34 y la Colonia Penal U17 (Chacra 10 parcelas 33 y 34). Esto quiere decir que los vestigios que están dentro de la penitenciaria y las cuatro manzanas lindantes no se deben ampliar o modificar más de lo que ya fue construido. Pero eso nunca se aplicó, porque hay que coordinar entre el municipio y la provincia un equipo técnico de Obras Públicas para que haga un seguimiento a quien presenta un proyecto de ampliación. Esta persona tendría que pedir permiso a la Municipalidad, como se hace en cualquier obra, allí deberían informarle que se encuentra en una manzana dentro de lo que era el antiguo predio jesuítico comprendida dentro de la ordenanza. Entonces se convoca a un equipo a que estudie el lugar en búsqueda de vestigios. Como nunca se implementó, lo que haya ahí o no, se pierde”, indicó María Alejandra Schmitz, museóloga y arqueóloga egresada de la Universidad Nacional de Tucumán. Agregó que “se sabe de muchas familias en Candelaria que estaban dispuestos, si se montaba un centro de interpretación o un museo, a donar ese material. Pero ese museo nunca se creó, entonces no hay un relevamiento de esas piezas, no se sabe qué material hay y en qué condiciones está, si son de Candelaria o de dónde porque hubo un desmantelamiento y un intercambio de piezas por toda la provincia”. Roetti acusó al desmantelamiento de desconocimiento. “El que no conoce no valora y era una forma rápida de hacerse de buenos bloques preparados, labrados, lindos pisos. Entonces, lo que queda de Candelaria, respecto a las construcciones, es muy poco. Es un porcentaje mínimo de lo que fue el conjunto reduccional, pero por lo menos debe quedar como testigo”. Unas sí… otras no…¿Por qué se valoró reducciones como San Ignacio y más adelante en el tiempo a Loreto, Santa Ana y Santa María y se dejó de lado a Candelaria? Esta pregunta ronda por la cabeza de todo historiador. Schmitz tiene una respuesta: “El criterio que se tomó fue preservar los restos que quedaban en altura. Lo que más se tenía a la vista era San Ignacio, Loreto, Santa Ana y Santa María. Corpus, antes de lo que fue la declaratoria de Patromonio Cultural, después del Monumento Histórico Nacional y después Patrimonio de la Humanidad, ya había sido desmantelado por la restauración de San Ignacio. En ese momento los criterios de valoración eran distintos a los que hoy se trata de aplicar, porque eran solamente Patrimonio Material, lo tangible. Hace mucho tiempo se trabaja en lo que es Patrimonio Intangible, lo que queda culturalmente de esa época. Son distintos criterios de valoración. Sucedió también que trabajaron en el lugar arquitectos de Buenos Aires y su visión es distinta al del arqueólogo con respecto al monumento”. Rescatarlas es una deuda que tiene el Estado con el pueblo y su historia, pero “las posibilidades para su rescate son cada vez más restringidas. Solamente en el predio de la Penitenciaria se conservan restos en elevación y bajo montículos pertenecientes a los talleres, un sector de la huerta y algunas tiras de viviendas. Por lo demás, elementos correspondientes al templo, huerta, viviendas y cabildos fueron desmantelados y solamente quedan algunos vestigios a nivel del suelo y bajo la superficie. Con esta situación, adquiere preponderancia un rescate de tipo arqueológico-museográfico y una tarea de relevamiento de los objetos del período reduccional que se encuentran en manos de particulares”, insistió Schmitz.Una parte de la historia “detenida”Da a pensar el hecho de que se promocione de manera turística un recorrido de las Misiones Jesuíticas -incluye San Ignac
io, Loreto, Santa Ana y Santa María- y que en él, se obvie la reducción más importante. “Le ocurrió a Candelaria, igual que a otros pueblos ex jesuíticos, que durante la etapa de territorio nacional, se hicieron los trazados camineros a partir de las calles y rutas asfaltadas, sin respetar esos viejos caminos reales que conectaban a los viejos caminos jesuíticos. Entonces pasó que Candelaria, Santa Ana y otros pueblos quedaron arrinconados hacia el fondo y alejados de estas vías de comunicación que son mucho más rápidas y más importantes en la etapa actual”, describió Oviedo. La pregunta que queda hacerse es ¿qué pierde Misiones y su historia con las reducciones tras las rejas? “La importancia de su rescate, conservación y revalorización está en el hecho de generar conciencia en la comunidad de la relevante función que tuvo Candelaria como sede de la administración religiosa y temporal de la extensa región. Además, su trazado urbano y características arquitectónicas estuvieron acorde a la función asignada, este esfuerzo fue compartido con el pueblo de San Cosme y Damián, reducción también originaria de la Sierra del Tapé, dichas doctrinas estuvieron juntas desde 1639 hasta 1722. Llegó a contar con 5.500 habitantes”, sintetizó la arqueóloga. A su vez, indicó que “otro hecho importante para destacar es que en el Cabildo de este pueblo los misioneros, en 1810, se comprometieron con la causa revolucionaria de Mayo. Por el tratado de comercio y límites firmado en 1811 con Asunción, Candelaria, junto con los otros cuatro pueblo paranaenses, quedaron bajo la “custodia” del Paraguay. Posteriormente, en 1815 fueron recuperados por Andresito, quien instaló allí su gobierno entre los años 1815 y 1816. Finalmente, estos pueblos fueron incendiados y destruidos en 1817 por el dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia y su gente trasladada al lado paraguayo y otros se dispersaron al interior de Corrientes. Tuvo muchas funciones importantes, cumplió un papel fundamental, tanto en la época reduccional como en la independiente”, definió Schmitz.“Yo creo que no se ha respetado esa parte de la historia, mantener lo original de los pueblos. Pero no es una práctica actual, si no que se dio siempre. Toda la imaginería que existía en esas reducciones, no la tenemos nosotros en museos de la provincia de Misiones, están en otras ciudades del país. Eso demuestra que no fue valorado ese patrimonio en una gran etapa histórica, fue desvalorizado tanto que el material y las piedras de las paredes fueron reutilizados para pisos y paredes de casas privadas. El trabajo de revalorización tiene que ver más con la internalización del uso patrimonial y turístico que se le puede dar a estos restos. Lastimosamente, estamos en una sociedad de consumo donde lo que se cuida es todo aquello que pueda ser redituable”, finalizó Oviedo.





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