APÓSTOLES. El 5 de septiembre de 2010, en su domicilio del barrio Estación, murió Héctor Díaz, un niño desnutrido de apenas dos años, que había sido inscripto en el entonces incipiente programa nutricional Hambre Cero unos tres meses antes. El deceso del pequeño, que como pudo saberse después, no fue debidamente asistido, situó a la localidad de Apóstoles como un punto de extrema sensibilidad para la mirada social en torno a la aplicación del programa. La muerte del niño apostoleño, sumada a la de Milagros Benítez, una beba desnutrida incluida en el Hambre Cero que falleció en Montecarlo apenas un mes después, también desatendida por el programa que debía contenerla, derivó en serios cuestionamientos – y ninguna imputación judicial a los responsables políticos de ambas muertes- en el traslado del Hambre Cero de la esfera de Desarrollo Social a la del Ministerio de Derechos Humanos. ¿Cuál es la situación actual del programa Hambre Cero en Apóstoles, la ciudad donde falleció Héctor Díaz? PRIMERA EDICIÓN indagó al respecto a los responsables municipales del programa, y recorrió barrios para dialogar con madres de niños inscriptos en el mismo. 195 niños y niñas Según datos oficiales suministrados a este diario por la oficina municipal del programa Hambre Cero, que funciona en el seno de la secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad de Apóstoles, con sede en el Centro Integrador Comunitario del barrio Néstor Kirchner, actualmente existen 175 beneficiarios del programa en Apóstoles. Y este mes, se han enviado planillas al Ministerio de Derechos Humanos de la Provincia, solicitando la inscripción de 25 niños más, con lo que se estarían llegando a los 195 casos. Amablemente, las encargadas de llevar adelante el trabajo concerniente a la coordinación del Hambre Cero en Apóstoles, las trabajadoras sociales Itatí Maidana y Valeria Alegre, recibieron a este diario y explicaron que “las inclusiones en el programa se manejan de la siguiente manera; una es a través de la detección que se hace en el Plan Nacer, que es la principal vía de ingreso al programa; y otra se da cuando hacemos detecciones, el chico debe controlarse con la nutricionista, se realizan los controles pertinentes, debe haber una historia clínica, y a partir de allí se envía la solicitud al Ministerio de Derechos Humanos, que coordina el programa”.En relación a la cantidad de inscriptos en el distrito, que son considerados “recuperados”, indicaron que “un 70% aproximadamente”. Además, explicaron que desde esta oficina se organizan talleres y charlas para las madres y padres de los beneficiarios. “Tenemos buenas respuestas por parte de las madres, en general se acercan a aprender temas referidos a la nutrición de sus hijos”, señalan. Acerca del beneficio de la miel, alguna vez esgrimida por el ministro Soria Vieta como parte del programa, en la oficina señalaron que “la miel vino una sola vez”. Diez de los niños inscriptos, padecen algún tipo de discapacidad. Desde la oficina indicaron que “a estos niños asistimos en la gestión de los certificados de discapacidad, y otras certificaciones que les permitan acceder a los beneficios que por ley les corresponden”. Dudas y planteosTras dialogar con madres cuyos hijos están incluidos en el Hambre Cero, PRIMERA EDICIÓN acercó una serie de dudas y planteos acopiado durante esas visitas, a la oficina municipal del programa. Una de las dudas planteadas, es porqué hay beneficiarios que perciben 200 pesos mensuales a través de la tarjeta magnética, y otros que perciben 125. “Los casos más graves, de desnutrición, son los que reciben 200 pesos, mientras que los casos considerados recuperados, pasan a percibir 125”, contestaron en la oficina. Además de esta suma monetaria, los beneficiarios reciben cuatro kilos de leche por mes. Otro planteo, es el de una madre que en el último mes, no recibió los beneficios del programa. La explicación brindada fue: “la madre tiene que venir al CIC entre el 15 y el 25 de cada mes, ya que luego se hace la rendición. Si no vienen a retirar entre esos días, no entran en el listado y por eso se quedan sin cobrar. Es una baja provisoria, que se reintegra cuando la madre reanuda los controles y acude”. En relación a los numerosos casos de niños y niñas que viven en viviendas precarias y sin servicios, utilizando letrinas y en contextos socio ambientales adversos, desde la oficina sostienen que “se está articulando con el Iprodha lo que respecta al Plan Techo, para que se prioricen los casos donde hay chicos del Hambre Cero. Se han construido algunas viviendas desde provincia, y se apunta al mejoramiento de las condiciones habitacionales”. Una inquietud persistente, tiene que ver con las chequeras para comprar frutas y verduras en las ferias francas. La situación que se da, es que en los anuncios y discursos oficiales del Ministerio de Derechos Humanos, no se explica que este beneficio no es para todos, sino más bien, para pocos. Ante la consulta, explican desde la oficina apostoleña: “Los niños recuperados no reciben los tickets para comprar en la feria franca. Eso es solo para los casos de desnutrición. Es un ticket de 27 pesos y vienen cuatro tickets por mes, para comprar cada sábado que hay feria. Los feriantes ya tienen preparada la bolsa, con frutas y verduras por ese importe”. Un programa que no ofrece soluciones de fondoGran cantidad de niños y niñas beneficiarios del programa Hambre Cero, vive en barrios donde en cuyas viviendas no tienen piso, sin agua potable de red, utilizando pozo en vez de inodoros, y sometidos a coyunturas insalubres, y expuestos a enfermedades. Se trata de infantes que por padecer de desnutrición o bajo peso, necesitan urgentemente poder vivir en hábitats saludables y accediendo al menos a los servicios básicos, para poder repuntar. En este sentido, por lo que puede apreciarse en los barrios, a simple vista, la deuda que tiene el programa Hambre Cero – o el Estado en todas sus formas- con estos niños y niñas, es gigantesca. PRIMERA EDICIÓN recorrió el barrio Chezny, y visitó las viviendas de algunas de las madres, para conocer sus experiencias e impresiones en la lucha por sacar a sus hijos de la desnutrición. “Sube y baja de peso”Carmen Cabral es madre de Agustina, una niña de cinco años, incluida en el Hambre Cero hace casi un año. “Aunque dicen que está recuperada, mi hija no se recupera, sube y baja de peso. Ella tiene 14 kilos, tendría que estar en 20. Hay &eac
ute;pocas que baja de golpe. Yo estoy recibiendo la tarjeta, la leche, pero me cortaron las verduras de la feria franca. Sigo los controles estrictamente y hago todo lo que puedo, pero no repunta”, relató Carmen. El tema de los tickets de la feria franca, es difuso en su concepción. ¿Por qué se le otorga sólo a una franja de los beneficiarios? ¿No resulta paradójico que aquellos niños que a duras penas recupera unos kilos, dejen de recibir las frutas y verduras como si subir de peso fuera un castigo? ¿ No debería brindarse a todos por igual y continuar con la ayuda con más razón cuando el chico evidencia una mejoría?. Para el Ministerio de Derechos Humanos, responsable del programa, pareciera que no. Sin agua y sin bañosElisa Rodriguez (22) vive con su marido y sus dos hijos en una casilla de madera, donde no cuenta con sanitarios instalados, y donde no tiene agua: acarrea baldes desde la casa de una vecina. Su hijo, Enzo, tiene 3 años y está incluido en el Hambre Cero por padecer bajo peso. “Él tiene casi cuatro kilos menos de lo que debería tener, no levanta. Come bien, estamos controlándole, pero no sube. Y no recibo tampoco el ticket de frutas y verduras. Sólo puede comer frutas cuando mi marido consigue una changa. Acá encima no tengo agua, tengo que traer en balde. Estamos enganchados de la luz y no tenemos un baño, sino letrina”. Esta madre también mostró su preocupación por su hija menor, de un año y diez meses, quien según ella “también tiene bajo peso pero no sé porque no ingresa al programa, ya pedí por ella pero no entró. Hace mucho que no sube y el médico ya dijo que estaba con bajo peso”. Tres años de Hambre Cero en MisionesEl programa Hambre Cero fue lanzado oficialmente en mayo de 2010. Resulta siempre importante recordar cuál fue el contexto y cuáles los hechos que derivaron en la implementación del programa por parte del gobierno provincial, que nunca en casi una década de mandato había incluido en sus plataformas y gestiones, la impronta de la desnutrición infantil, presente en los 75 municipios de la provincia. Ese año, PRIMERA EDICIÓN dio a conocer el cierre de la única sala especial para desnutridos con la que contaba la provincia, en el Samic de Oberá. El entonces ministro de Salud Pública, José Guccione, sostuvo entonces que “la desnutrición es un problema de los noventa, hoy nos preocupa la obesidad”. Posteriormente, empezaron a detectarse casos a granel, a exponerse los mismos en los medios. “Las políticas actuales basadas en la prevalencia del estado nutricional de la población, donde se refleja la incidencia de Baja Talla y Obesidad, no justifican tener centros de internación destinados exclusivamente a la recuperación nutricional de los niños desnutridos”, espetó un comunicado de Salud Pública, para justificar el cierre de la sala, lo que era equivalente a tapar el sol con los manos: hoy se llevan casi diez mil niños desnutridos y con bajo peso en toda la provincia. Poco después, el gobierno provincial improvisa un plan: el Hambre Cero. El programa previó la entrega de leche y cien pesos por mes a madres con hijos desnutridos. El 5 de septiembre de 2010, en Apóstoles, murió Héctor Diaz, niño de dos años, desnutrido e inscripto en el programa. Un mes después, otra muerte por desnutrición, esta vez en Montecarlo: Milagros Benítez, de apenas 15 meses. Las muertes generaron el traspaso del programa: de Desarrollo Social al Ministerio de Derechos Humanos. Desde entonces, el programa Hambre Cero consta de la entrega de dinero en efectivo a través de una tarjeta social, 200 pesos para desnutridos y 125 para bajo peso. Con esa vara inequitativa, se entregan frutas y verduras bajo un sistema que excluye del beneficio al niño o niño que recupera unos kilos: de inmediato se les corta el suministro de frutas y verduras. El programa además se completa con charlas, talleres nutricionales, y se sustenta en el esfuerzo que los equipos municipales y los promotores de salud- trabajadores precarizados – entregan para que los lineamientos funcionen. También con un criterio que no se aplica a todos los casos, se hacen cerramientos de casas de madera y se entregan techos a través del Iprodha. Sin embargo el programa, no modifica la matriz estructural que genera el drama de la desnutrición en Misiones, aquello que el médico y referente indiscutible de la lucha contra la desnutrición infantil, Abel Albino, señala cuando dice que “la única forma de combatir eficazmente la desnutrición infantil es atacando sus causas mediante un abordaje integral de la problemática social que da origen a la extrema pobreza”. En Misiones, el Hambre Cero brinda un poco de dinero y leche cada mes. Pero no resuelve las severas deficiencias habitacionales y socio ambientales que padecen miles de niños.





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