El Santuario de Schoenstatt, que es una réplica del santuario original de Vallendar, Alemania, cumplió 69 años y, para conmemorar, la comunidad asistió a una santa misa celebrada por monseñor Damián Bitar. Durante la ceremonia, estuvo presente la promoción 2000 de la institución.
La ermita se construyó a partir de la llegada de las Hermanas de María, en 1949, enviadas por el sacerdote José Kentenich, que al visitar Oberá quedó impresionado por la naturaleza de Misiones y dijo que debería transformarse en un floreciente “Paraíso de María”. La piedra fundamental se colocó el 24 de septiembre de 1956.

Construida con la colaboración de los alumnos del Colegio Mariano y la feligresía obereña, la obra fue inaugurada el 21 de noviembre de 1956. Según la historia, Anton Schmitz fue el constructor principal, pero los estudiantes ayudaron con la excavación del espacio para colocar los cimientos y edificando muros. En los recreos, también acercaban ladrillos que algunos hasta traían desde sus casas. Ahora es uno de los más de 250 santuarios distribuidos por la Argentina.
Lily Fellermaier y María Amelia “Kity” Ponce aseguraron que el Movimiento Apostólico de Schoenstatt es para la comunidad obereña, “un tesoro escondido que tenemos en el patio del Colegio Mariano”.

Fellermaier indicó que “cuenta con la rama de matrimonios, de profesionales y de la juventud, donde la Virgen María educa y enseña a llevar la vida diaria, además de regalarnos las tres gracias del Santuario”. Rumbo a los 70 años, “nos estamos preparando para recibir a mucha gente, de países vecinos adonde se encuentra el movimiento. Igual a este Santuario hay más de 250 en el mundo. Nuestra central está en Florencio Varela”, dijo, quien junto a su esposo José pertenece a la rama de matrimonio y cuyas hijas se educaron en el colegio Mariano “bajo la protección y el manto de la Virgen”.
Como docente, Ponce acompañaba a las religiosas en la tarea social, los sábados y domingos. “Lo hacía con mucho entusiasmo, con mucho gusto. Salíamos a colonias de Campo Ramón, Villa Bonita y Villa Mitre, para llevar la palabra. También se trataba que la Virgen viajara e hiciera amigos nuevos, llevando a la Mater. Era muy bonito. Cuando llegábamos a las casas, eran manos extendidas en un abrazo y una alegría enorme, sobre todo de niños y abuelos.
Las familias colocaban una mesita, con la mejor carpeta tejida y flores del jardín, esperando para que se pusiera la imagen de la Mater y velitas adornadas”, recordó. Añadió que “eso es lo que hice y trato de seguir haciendo, siempre acompañando. Eso me hace feliz”.






