La gestión se devora a sí misma. Padece la brutal desproporción entre lo que quiso ser y lo que en verdad es: un experimento que pierde control de su propia narrativa. De a ratos, todo parece tan infantil que los papelones ya son cotidianos. Tras el “derecha fest” llegó un recital al estilo Matrix subdesarrollado, todo, mientras se sopesaba si los argentinos iban a tener que “bancar” la reimpresión de millones de boletas, ya sea por la tozudez o la complicidad del Gobierno.
Con su literal puesta en escena, Javier Milei salió a reconquistar a la base más dura del libertariado argentino. Nada mejor que un “reci” para reconectar con la juventud que se mueve densamente por el universo de redes sociales, mientras en la superficie avanzan causas judiciales, se producen allanamientos y se desgrana una economía sin rumbo ni alivio.
Los gritos y alaridos del Presidente arriba del escenario contrastaron fuertemente con el silencio oficial, toda vez que el caso Espert dejó de ser lo que el oficialismo decía que era. Desde entonces, ya no salieron referentes y funcionarios a hablar de “chisme de peluquería” o de “operación berreta kuka”. Los mismos referentes y funcionarios, en cambio, coreaban las canciones con las que Milei hizo catarsis en el Movistar Arena, en una de las semanas más difíciles de su ciclotímica gestión. Pero lejos está de ser la única en el corto plazo. La vía por la que se mueve el oficialismo es tan irregular y explosiva que no termina de instalarse un escándalo cuando ya estalla otro. Quizás los desbordes presidenciales sirven para moderar la agenda, pero no pueden cubrir el ruido de tantos conflictos consecutivos.
Es entonces que aparecen los “fracasados amarillos”, “los más sucios de la política”, “la casta”, el “engendro”, el “corrupto” y el “pésimo candidato”: todos calificativos del propio Milei hacia el PRO, Juntos por el Cambio y Diego Santilli, para “salvar” las ropas de La Libertad Avanza.
Cuando el oficialismo, en su versión más violeta, comprenda que llegó a estas críticas instancias por errores propios, visceralidad, egocentrismo y pésimas proyecciones, solo entonces los argentinos tendrán algo de paz proveniente de la dirigencia que hoy conduce el destino de la Nación. Mientras tanto, lo que se percibe es confusión, inflación subdimensionada, pobreza estructural, endeudamiento, irregular posicionamiento geopolítico e infiltración criminal: gritos y alaridos.
Ponerse colorado
“Yo no tengo la culpa si Juntos por el Cargo tiene un pésimo candidato, horrible, como el caso de Santilli, que es un engendro. Estaba en Capital, lo pasaron a provincia. La gente se da cuenta cómo se mueve por los negocios cierta parte de la política”.
Era mayo hace apenas dos años cuando Javier Milei daba su punto de vista sobre Diego Santilli. Posteriormente, en un posteo en X, fue aún más duro y lo definió como “el candidato de los TikTok y el boludeo en una provincia gobernada por la inseguridad y los narcos”. “El tipo que dice abiertamente que vive de ‘sus negocios’ y recibe sonrisas, no preguntas. No hay nadie que no diga que es un corrupto”, recrudeció Milei… datos, no opinión.
Hoy, a la vuelta de dos años de visceralidad, relato y narcisismo, el “Colo” resulta ser el pleno al que apuesta un Milei que, además, estuvo a nada de llevar como cabeza de lista a un ícono sexy de los 90; todo mientras José Luis Espert le da explicaciones a la Justicia sobre su vínculo con un narco. Así de implosivo se volvió el oficialismo, y eso que se describe apenas una semana de gestión.
Mientras tanto, Karen Reichardt ya hace campaña borrando viejos tuits. “Me estoy dando cuenta de que me sigue mucho negro grasa,” reflexionó en 2017 desde las playas de Miami. “Jaja aparecieron estaban escondidos , tiraban piropos … pero a la larga no hay negro que no destiña,” posteó también ese año mientras discutía con hinchas de fútbol.
Las elecciones que ya se dieron este año en algunas provincias, parecían ser un nuevo impulso para un Gobierno que venía hablando y teorizando mucho, pero mostrando poco en el terreno, mientras le aparecían escándalos de corrupción por todos lados.
Pero la votación en Corrientes, y la bonaerense todavía más, fueron un verdadero baño de realidad. Lo que parecía ser un año genial se terminó transformando en un tortuoso camino hacia las elecciones de medio término. Por eso el desborde, la catarsis, la escenificación y las estridencias que se observan en las últimas semanas.
Casi todos la ven
“Milei juega a ser una estrella de rock mientras la economía argentina colapsa,” editorializaron, entre otros, los influyentes The Guardian y Financial Times. Los desbordes del Presidente no disipan las enormes dudas sobre cómo hará el Gobierno para salir del hueco -que ya era profundo- al que condujo al país.
Es imposible tapar con gritos y alaridos el estupor y malestar que causó su show musical, desdibujando la seriedad que exige el momento, marcado por una profunda crisis económica y social. Milei se hizo el “rockstar” justo cuando el ministro Luis Caputo negociaba una crucial asistencia del Tesoro de EEUU, un timing calificado como “inconveniente y equivocado” tanto por los círculos financieros locales como por observadores internacionales. El círculo empresario argentino expresó su desazón, de manera privada y pública.
El sector, ya impaciente por la contracción del consumo y la falta de diálogo con el Gobierno, consideró que el show fue una “señal equivocada” que afecta directamente la credibilidad.
Una encuesta interna entre dueños de empresas reflejó una fuerte reprobación, calificando el evento como “insólito”, en un momento en que se desean señales que allanen el camino a la estabilidad económica y política.
Además de los medios, la reacción en el exterior también fue dura. Desde el Capitolio, la senadora Elizabeth Warren citó el “reci” para cuestionar un rescate financiero de Estados Unidos a Milei, mientras el país “se desploma”.
En Wall Street, los asesores y dueños de fondos coincidieron en que, aunque el show no afectó de inmediato los precios, “no ayuda” a cambiar las expectativas negativas y “confirma” la percepción de inestabilidad.
En síntesis, la principal conclusión del mercado es que la conducta y la comunicación presidencial son incompatibles con la sensibilidad que exige el contexto.
Desbordes y alaridos que solo exacerban la desconfianza, debilitan la ya frágil posición negociadora de Argentina y complican cualquier intento de lograr una estabilidad duradera.
Mientras tanto, la crisis financiera alcanza un punto de máxima tensión: el Tesoro Nacional estuvo al borde del colapso de sus reservas en dólares. Hasta el anuncio del Gobierno estadounidense el jueves, a Economía solo le quedaban cerca de 360 millones de dólares líquidos, un stock para uno o dos días de intervención para defender el tipo de cambio oficial. Caputo pintó un panorama dramático al Tesoro de EEUU, indicando que la economía argentina estaba en un borde peligroso con solo esos millones de liquidez.
La urgencia motivó una intervención histórica de Scott Bessent (secretario del Tesoro norteamericano), quien compró pesos en el mercado a través de agentes, logrando algo de “oxígeno” para el gobierno de Milei de cara a las elecciones venideras. El swap de 20.000 millones de dólares que se anota en las reservas es apenas una operación que compra tiempo de cara a las elecciones.
Frente local
Mientras el país atraviesa una inestabilidad política y económica creciente, en Misiones se consolida una estrategia de contención institucional. Hugo Passalacqua y Oscar Herrera Ahuad proponen dos caras de una estrategia compartida: mantener la centralidad del misionerismo. Se mostraron juntos en reuniones con intendentes, reforzando cohesión política: “El misionerismo sigue sosteniendo su visión de estar cerca de la gente y no dejarse mandonear por Buenos Aires,” alegaron. Si Passalacqua trabaja desde la provincia, Herrera Ahuad buscará hacerlo desde la tribuna nacional.
El Gobernador mantuvo una agenda activa de gestos institucionales y simbólicos. El jueves recibió al embajador de Alemania en un encuentro orientado a enaltecer el valor del legado inmigrante en Misiones, pero también buscando interlocuciones externas que expandan el horizonte político-productivo. También recorrió la Expo Región de las Flores en Puerto Rico, resaltando el potencial del sector florícola como motor productivo vinculado al turismo.
En paralelo anunció una nueva edición del programa “Ahora Mamá” -con reintegros del 20% o 25% para compras en comercios misioneros- dirigido a dinamizar el consumo local justo en fechas sensibles del calendario comercial.
El “frente político”, en tanto, se recalentó con el rol de Herrera Ahuad como candidato a diputado nacional del Frente Renovador de la Concordia.
Sus apariciones públicas durante la semana estuvieron marcadas por críticas al plan económico nacional y llamadas a una mayor defensa del federalismo.
Herrera acusó que “no hay una economía regional que se haya salvado de la motosierra” por las políticas nacionales, y abogó por leyes que “le sirvan a las provincias”, criticando el carácter centralista del Gobierno nacional.
En una entrevista con Tomás Rebord, recalcó que Misiones mantuvo la economía abierta durante la pandemia y “un sistema sanitario muy robusto y fuerte,” y que ahora se enfrenta a una “pandemia económica”.
Por ahora, en la Argentina de los gritos y alaridos, la serenidad parece ser el bien más escaso. Y en esa escasez, Misiones ensaya su propio modo de resistencia.





