La primavera trae consigo un escenario ambivalente para la producción agrícola en la Argentina. Por un lado, las condiciones de mayor temperatura y humedad generan un marco ideal para la expansión de cultivos de estación, desde la horticultura hasta los granos y frutales. Pero, al mismo tiempo, ese mismo clima constituye el ambiente perfecto para la proliferación de plagas de todo tipo, capaces de causar daños significativos en chacras, campos e incluso huertas urbanas.
Se trata de un desafío que año tras año enfrentan productores grandes y pequeños, y que en esta etapa del calendario agrícola obliga a reforzar estrategias de monitoreo, control y prevención. La experiencia indica que, cuanto antes se detecta la presencia de plagas, mayores son las posibilidades de éxito en su control y menores las pérdidas económicas.
El contexto: clima, cultivos y migraciones
La combinación de factores climáticos propios de la primavera -temperaturas elevadas, humedad relativa alta y lluvias frecuentes- genera un ecosistema favorable para insectos, hongos y nematodos. A esto se suma el crecimiento acelerado de los cultivos, que proveen alimento y refugio a distintas especies.
Otro aspecto clave es la migración estacional de plagas: numerosos insectos se trasladan en busca de alimento y condiciones propicias para su reproducción. Por eso, en distintas regiones del país es común observar brotes repentinos que, si no son controlados a tiempo, se expanden rápidamente.
En provincias del NEA y el Litoral, como Misiones, Corrientes y Entre Ríos, la humedad tropical potencia estos riesgos. En la zona pampeana, mientras tanto, la combinación de grandes extensiones de cultivos de soja, maíz y trigo actúa como imán para insectos que encuentran allí un espacio propicio para multiplicarse.
Las principales plagas de primavera
El abanico de plagas que afectan a los cultivos argentinos en primavera es amplio. Se pueden agrupar en tres grandes categorías: insectos, hongos y nematodos.
Insectos de alto impacto
- Pulgones: pequeños pero dañinos, chupan la savia debilitando a las plantas y transmitiendo virus.
- Trips: generan manchas en hojas y flores, deformidades y también son vectores de enfermedades virales.
- Mosca blanca: succiona savia y excreta melaza, lo que favorece el desarrollo de hongos.
- Gusanos cortadores: atacan plántulas a nivel del suelo, provocando la pérdida de plantas recién emergidas.
- Escarabajos: consumen hojas, flores y frutos, reduciendo el rendimiento.
- Nematodos: aunque invisibles a simple vista, estos gusanos microscópicos dañan las raíces y frenan el crecimiento de las plantas.
Enfermedades fúngicas recurrentes
- Oídio: se manifiesta como un polvillo blanco sobre hojas y tallos, afectando la fotosíntesis.
- Roya: produce pústulas anaranjadas o marrones, debilitando a las plantas.
- Mildiu: deja manchas aceitosas en las hojas y puede ocasionar su caída prematura, reduciendo la superficie fotosintética.
En todos los casos, el impacto económico puede ser severo: menor rendimiento, pérdida de calidad de los productos y mayores costos de producción debido a la necesidad de controles intensivos.
Estrategias de control y prevención
La experiencia de técnicos y productores coincide en que no existe una única receta para enfrentar las plagas. El camino más efectivo es aplicar un Manejo Integrado de Plagas (MIP), que combina distintas estrategias para reducir al mínimo los daños.
- Monitoreo constante: recorridas periódicas de los lotes permiten detectar las primeras señales de infestación y actuar de inmediato.
- Control cultural: rotación de cultivos, manejo de fechas de siembra, eliminación de residuos de cosecha y elección de variedades resistentes.
- Control biológico: favorecer la presencia de insectos benéficos (como vaquitas de San Antonio o avispas parasitoides) y microorganismos que actúan como enemigos naturales de las plagas.
- Control químico: el uso de insecticidas, fungicidas o nematicidas específicos debe ser la última opción y siempre bajo las recomendaciones técnicas, para evitar resistencias y reducir el impacto ambiental.
En este punto, la tendencia hacia prácticas más sostenibles cobra cada vez mayor relevancia. Programas de investigación del INTA y de universidades nacionales destacan que la aplicación excesiva de agroquímicos no solo encarece la producción, sino que puede dañar la biodiversidad y la salud humana.
El valor de la prevención
La prevención es la herramienta más valiosa. Los especialistas remarcan que anticiparse a los brotes permite ahorrar dinero y proteger el ambiente. La clave está en adoptar un manejo integrado, con énfasis en la planificación de las campañas agrícolas y la capacitación de los productores.
En provincias como Misiones, donde la agricultura familiar y las huertas urbanas ocupan un lugar creciente, este conocimiento también debe llegar a los pequeños productores y a las familias que cultivan alimentos para autoconsumo.
El desafío de la primavera no se limita a las grandes extensiones agrícolas: también impacta en chacras, quintas y huertos urbanos. De allí la importancia de difundir prácticas accesibles, como preparados naturales para el control de plagas menores, y reforzar el mensaje de que la prevención y el monitoreo temprano son aliados indispensables.
En síntesis, la primavera en la Argentina no solo significa días más largos y campos verdes, sino también la necesidad de redoblar cuidados frente a un enemigo silencioso pero devastador: las plagas agrícolas. Los productores que logran combinar conocimiento, prevención y manejo responsable tienen mayores posibilidades de transitar con éxito esta estación y asegurar cosechas más saludables y rentables.





