Los datos oficiales del empleo privado registrado en Misiones, publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), revelan una tendencia preocupante: en la última década, el rubro agricultura y ganadería perdió 551 empleos formales, al pasar de 6.918 en 2015 a 6.367 en 2024. La cifra no es menor: se trata de uno de los sectores más tradicionales y de mayor peso histórico en la economía provincial, que hoy evidencia signos de estancamiento.
El descenso no responde a un fenómeno aislado. En paralelo, otras actividades ligadas a la producción primaria también mostraron caídas: la silvicultura redujo su planta en un 42%, y el sector maderero perdió más de 570 empleos formales. La agricultura y la ganadería, sin embargo, son un caso testigo porque combinan dos procesos que marcan a fuego a las economías regionales: la mecanización y la falta de apoyo estatal. En yerba mate, té y tabaco, la incorporación de tecnología redujo la demanda de mano de obra, pero lejos de generar una reconversión laboral hacia empleos calificados, el resultado fue una contracción del empleo formal.
En paralelo, los costos crecientes en energía, logística e insumos golpearon la rentabilidad del productor, que optó muchas veces por ajustar en el eslabón más débil: el trabajo registrado.

El contraste con otros rubros
Mientras el agro retrocedió, la estructura del empleo privado en Misiones se desplazó hacia el sector servicios. El comercio al por menor sigue siendo el principal empleador, con más de 14 mil puestos (+15% en diez años). La enseñanza privada fue la que más creció, con un salto del 46,5% en la década, pasando de 8.502 a 12.461 trabajadores. En el otro extremo, la construcción perdió más de 2.600 empleos (-26%), golpeada por la paralización de la obra pública en los últimos años.
El mapa provincial se transformó: de un esquema apoyado en actividades tradicionales como el agro, la madera y la construcción, a otro donde pesan más los servicios, la educación y el comercio.
El campo en crisis a nivel nacional
Lo que ocurre en Misiones es parte de una postal más amplia. En la última década, el empleo formal vinculado al campo cayó en la mayoría de las economías regionales del país. La producción agropecuaria enfrenta falta de competitividad por los altos costos internos, pérdida de rentabilidad frente a mercados externos, falta de financiamiento para pequeños productores, y políticas nacionales que, en lugar de fomentar, muchas veces terminaron asfixiando.
La eliminación de programas de apoyo, la incertidumbre en materia de retenciones y precios de referencia, y la ausencia de un plan estratégico para el agro regional profundizaron un proceso de concentración productiva. Las grandes empresas, con capacidad de invertir en maquinaria y tecnología, se sostienen, mientras que los pequeños y medianos productores reducen su actividad o directamente salen del sistema formal.
En provincias como Misiones, donde la matriz económica depende fuertemente de las chacras familiares y de las cooperativas, estas tendencias se traducen en menor empleo registrado, mayor informalidad y éxodo rural.
Alerta en el futuro
La pérdida de 551 empleos en agricultura y ganadería en diez años es mucho más que un dato estadístico: implica chacras que dejan de emplear, familias que pierden sustento y comunidades enteras que ven debilitada su base económica.
La pregunta que surge es qué tipo de políticas pueden revertir este escenario. Los especialistas coinciden en que se necesita crédito productivo, infraestructura logística y un esquema de precios justos que permita al pequeño productor sostenerse. También, políticas de agregado de valor que generen empleo industrial vinculado al agro, y programas de capacitación para reconvertir mano de obra desplazada por la mecanización.
De lo contrario, el riesgo es que el campo misionero profundice un estancamiento estructural que se refleje en menos empleo, más precarización y mayor desigualdad territorial.









