Aunque la postergación del inicio de la Estudiantina 2025 en Posadas ya es de dominio público, lo que ocurre tras bambalinas revela una compleja trama de violencia, intervenciones judiciales y campañas de contención que involucran a miles de estudiantes. En diálogo con FM 89.3 Santa María de las Misiones, Emilia Lunge, directora de Políticas Estudiantiles, confirmó que la decisión no se tomó a la ligera: “Estamos trabajando a contrarreloj para que la noche de calle sea una fiesta con la felicidad que se merecen los chicos”.
Detrás de la medida, según explicó Lunge, hay semanas de trabajo conjunto con la Policía, que atendió no solo los episodios más visibles -como las detenciones, el robo de “chanchas” (huchas recaudadoras) y disturbios-, sino también una cadena de amenazas reportadas al 911, peleas físicas y un preocupante ciberbullying en grupos de Whatsapp.
Lunge lo describió con una claridad que desarma: “Muchas veces lo que empieza en lo virtual termina en peleas. No son muchos chicos -dos o tres por escuela-, pero están dispersos en varias instituciones”.
Y es precisamente ahí donde reside la gravedad del asunto. La violencia no está concentrada en un bando, sino atomizada, esparcidapor el tejido estudiantil. Es una cultura de la agresión que ha encontrado en la rivalidad escolar la excusa perfecta para manifestarse.
De ahí que Lunge advierte que “el llamado es a todos: no podemos naturalizar ninguna violencia”.
Los responsables identificados ya enfrentan consecuencias legales y disciplinarias. Los casos más graves están en el Juzgado de Instrucción de Menores, con notificación a los padres y apertura de causas penales. Paralelamente, la comisión directiva de APES elevó las denuncias al Tribunal de Disciplina para sanciones internas, mientras los rectores adoptan medidas institucionales: la Escuela Normal Estados Unidos de Brasil, epicentro de uno de los incidentes más graves -donde hubo destrozos e incendio-, decidió excluir a sus egresados de funciones como utileros o aguateros.
Además, se aplica el derecho de admisión: en coordinación con la Policía, se identificará a los involucrados en actos violentos para impedirles el acceso, no solo como participantes, sino también como público. “Es la vía legal que estamos utilizando”, confirmó Lunge.
La reacción de los estudiantes, según la funcionaria, es el eje central del trabajo actual. “Los 5.000 chicos necesitan la garantía de que será una fiesta sin problemas”. Por eso, se intensifican las campañas de concientización en las escuelas -esta semana ya se realizaron talleres de “Estudiantina libre de violencia” en siete instituciones, con 4.340 alumnos- y se apela a la corresponsabilidad de docentes, directivos y familias. “Si alguien agrede en redes y nadie dice nada, el silencio termina avalando. La competencia debe ser artística, no violenta”, enfatizó.
Sobre la polémica por la demora en la decisión, Lunge fue clara: “Al principio no podíamos asegurar que lo sucedido en la Normal estuviera vinculado a la Estudiantina. No era responsable actuar sin la investigación completa”. La postergación se definió en una mesa interinstitucional con Policía, Municipalidad, Ministerio de Educación y APES, “hasta último momento”, reconociendo el esfuerzo de los estudiantes: “No fue fácil: los chicos habían trabajado muchísimo y estaban listos para salir”.
Aún no hay nueva fecha, pero todo está preparado técnicamente -gradas, sonido, jurados-. Incluso, el paréntesis se considera una oportunidad para que las escuelas finalicen carrozas y ensayen con calma. “Lo importante es que la fiesta vuelva a ser un espacio de disfrute, no de violencia”, subrayó la funcionaria.
Para cuando se retome, la seguridad estará reforzada: habrá más efectivos policiales que en las pruebas piloto. Pero Lunge insiste en que “la clave no es la cantidad de policías, sino la reflexión de los chicos. Si la fuerza está presente y no pasa nada, eso será lo mejor”.
Su mensaje final es un llamado al diálogo: “Representar a una escuela significa sostener valores de compañerismo y solidaridad. Si vemos insultos, debemos detenernos y decir que no está bien”.
Esta suspensión no debe ser vista como un castigo colectivo, sino como una oportunidad forzosa para el diálogo. Un “tiempo muerto” para que las familias pregunten a sus hijos qué ven en sus teléfonos, para que los docentes hablen de empatía con la misma seriedad que enseñan matemáticas y para que los propios estudiantes entiendan que defender los colores de su colegio no tiene nada que ver con anular al otro.
La Estudiantina es, como dijo Lunge, “parte de la identidad de Posadas”. Hoy, esa identidad está herida. La fiesta se convirtió en un espejo que nos devuelve una imagen distorsionada y violenta que no queremos ver. Reprogramar el desfile será la parte fácil. El verdadero desafío es aprovechar esta pausa para reconstruir un pacto de convivencia. El éxito no se medirá cuando las carrozas vuelvan a la calle, sino cuando un joven, al ver un mensaje de odio en su celular, decida no compartirlo, no celebrarlo, sino decir, simple y valientemente: “Así no”.















