Tamara De Matos Marino tenía sólo 8 años y un gran futuro por delante. Era la mejor alumna del tercer grado de la Escuela Provincial 285 de Candelaria y todos los que la conocieron hablaban de ella como una persona de gran corazón y con mucho para dar. Sin embargo, durante la tarde del sábado 9 de septiembre de 2000, todos sus sueños e ilusiones se vieron truncados de la peor forma.
Su historia bien podría asemejarse al relato infantil “Caperucita Roja”: aquel día la niña fue a visitar a su abuelita, que vivía cerca de la costa del río Paraná, cuando por el camino -y ya de regreso- fue interceptada, no por el lobo feroz, sino por un “chacal” que la violó, la estranguló y la abandonó en el monte. Desgraciadamente, no hubo ningún cazador que la rescatara, como en el cuento.
Tampoco la pudo salvar un hermano mayor que siempre la acompañaba pero que esa vez no podía hacerlo porque tenía conjuntivitis.
El asesino -según se supo menos de 24 horas después- fue un exconvicto de nacionalidad paraguaya que aseguraba que prefería estar preso antes que en libertad y que, no obstante, poco más de tres meses después se suicidaría en la cárcel de Loreto.
Los últimos pasos
Aquel 9 de septiembre, Tamara partió en su bicicleta amarilla desde su casa del barrio Tres de Febrero y recorrió las aproximadamente 15 cuadras hasta la casa de su abuela, en el puerto viejo. Después de almorzar con ella, cerca de las 14, decidió regresar a su casa.
Había llovido la noche anterior y el barro hacía pesado el pedaleo, por lo que decidió bajarse de la bici y caminar con el vehículo a su lado.
Por las huellas, las autoridades pudieron reconstruir que luego de recorrer unas seis cuadras, una persona mayor caminó junto a ella a lo largo de varios metros. También que la niña intentó escapar girando con su bicicleta varias veces, pero sus pasos fueron acompañados por la otra persona. Las huellas de repente se perdieron a un costado del camino.
Esto habría ocurrido alrededor de las 16, pero recién al atardecer los padres de Tamara hicieron la denuncia, al enterarse de que la nena ya había salido de la casa de su abuela varias horas antes.
Más de cien policías comenzaron una intensa búsqueda y recién al caer la noche encontraron su cuerpo estrangulado, en un monte, a unos 20 metros del camino. Su ropa interior y un pantaloncito fueron hallados a varias cuadras.
Le gustaba la cárcel
No hacía mucho que Julián Liberato Acosta (27) había salido de la cárcel. Según las crónicas policiales de entonces, decía preferir la cárcel a estar libre, porque no le gustaba trabajar y estando tras las rejas “tenía todo”: comida, televisión y una cama.
Las sospechas de la muerte de Tamara recayeron sobre él cuando un vecino de Candelaria le contó a los padres de la niña que lo había visto en su bicicleta amarilla.
El acusado fue hallado en horas de la noche en la costa del Paraná. Como los policías sospechaban que intentaría cruzar a Paraguay, junto a personal de Prefectura se embarcaron en una lancha sin luces y con el motor apagado. De este modo lograron ver en la costa el brillo de los ojos de los perros de Acosta, que no querían apartarse de su amo.
Minutos después, en la boca del arroyo San Juan Chico, el hombre fue rodeado por policías que tuvieron que efectuar disparos para evitar que se fugara.
Todavía tenía en su poder la bicicleta amarilla de la niña, con la que se supone que iba a pagar el cruce clandestino a Campichuelo (Paraguay), donde residían sus familiares y él mismo también durante algunas temporadas.
El peso de la conciencia
El 21 de diciembre de 2000, 103 días después del crimen de Tamara, Julián Acosta decidió ponerle fin a su vida. Se hallaba alojado en la Cárcel de Loreto, junto con Pablo León, condenado por un homicidio. Fue precisamente éste quien a las 6 de la mañana de aquel día lo halló ahorcado con su remera atada al ventiluz de su celda.
Unos días antes se había conocido el informe de los médicos psiquiatras del Poder Judicial: Acosta era peligroso para sí y para terceros.
El detenido tenía fama de violento en Candelaria, donde permaneció detenido varios meses, acusado de haber apuñalado a otro hombre durante una pelea. Pero sus problemas con la Justicia habían comenzado en Paraguay, donde había cumplido una condena por homicidio.









