El dólar. La inflación. El Fondo Monetario. Las provincias. El peronismo. Las tensiones. Hace años que la impresión de que la historia argentina no es una línea de tiempo, sino una rueda que lleva a la nación una y otra vez por las mismas estaciones, dejó de ser solo una sensación para transformarse en una certeza. La tensión cambiaria, el ajuste que no alcanza, los gobernadores que reclaman, las internas que fracturan, el menosprecio dirigencial y un gobierno de espaldas a las necesidades de la mayoría son la eterna postal del, alguna vez llamado en esta misma columna, “el país de la marmota”.
Dólares
Durante la semana que concluyó, mientras el FMI paseaba discretamente por Buenos Aires sin emitir juicios públicos, el mercado hablaba en voz alta. Lo que a principios de año era un déficit de cuenta corriente del 0,5% del PBI, ahora roza el 3%. Las luces amarillas se encienden, incluso si en público todos prefieren mirar para otro lado.
El Fondo, coherente con su manual, sigue creyendo en la devaluación como solución para corregir desequilibrios. Lo hizo en Brasil y lo sugiere en voz baja para Argentina. Pero rumbo a la campaña, nadie quiere pronunciar la palabra maldita, salvo para desmontar eso que es una certeza. Mucho menos ante un presidente como Javier Milei, que reacciona con furia ante cualquiera que proponga que el dólar oficial está atrasado. Lo hizo con los economistas del mercado, pero, aunque no lo diga, también lo hace con las posturas históricas del Fondo.
Los funcionarios oficialistas suelen lanzar un desafío implícito: “Si creen que está barato, compren”. Y, al parecer, muchos tomaron la sugerencia al pie de la letra.
Las postales recientes de hinchas argentinos copando hoteles y bares para el Mundial de Clubes son apenas una muestra de este fenómeno. Y el invierno que comenzó promete más demanda de dólares.
El Banco Central intenta poner paños fríos: afirma que cerca del 70% de estos gastos se cubren con dólares propios de los viajeros, por lo que no implican una caída directa de reservas. Sin embargo, lo que más llamó la atención en el último balance fue otra cosa: la vuelta masiva de los argentinos a buscar dólares en los bancos. Compraron casi 2.000 millones, una cifra que no se veía desde la pandemia, y que ahora vuelve, sin cepo, pero con la desconfianza de siempre. La lógica es simple: si se puede comprar, se compra. Porque en Argentina, el dólar no es solo una moneda; es un refugio, una brújula, un reaseguro frente a la próxima tormenta.
Lo curioso es que, mientras el Gobierno defiende el déficit externo como una señal de recuperación -importaciones que crecen porque la economía se mueve-, los números del INDEC muestran que el boom importador no es de maquinaria para producir, sino de productos de consumo final. Ni hablar del turismo… la billetera argentina financiando atractivos de otras latitudes.
Precios
El pulso de la inflación en Argentina sigue marcando el ritmo de las preocupaciones cotidianas. Después de una leve tregua en mayo, cuando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) registró un aumento del 1,5%, junio asoma con un dato algo más desafiante: se espera que la inflación supere ese porcentaje, impulsada por el incremento de precios regulados, especialmente en servicios esenciales.
Este escenario, lejos de ser un hecho aislado, parece continuar en julio, cuando factores estacionales -como las vacaciones de invierno y el cobro del medio aguinaldo- junto con los aumentos ya confirmados en transporte, educación y salud privada, pueden empujar nuevamente los precios hacia arriba.
Para ponerlo en perspectiva, el 1,5% de mayo fue la inflación mensual más baja desde 2020, dejando de lado los meses de aislamiento estricto por la pandemia. Esto muestra que, aunque la velocidad se haya moderado, la carrera sigue en marcha.
En el frente mayorista, por primera vez desde abril de 2020, se registró una baja de precios, un dato alentador en términos de costos para las empresas. Sin embargo, esta deflación no se traducirá de forma inmediata en alivio para el bolsillo del consumidor, debido a otros factores que intervienen, como los márgenes comerciales, la demanda y los precios regulados.
Las previsiones del mercado, recogidas en el último informe del Banco Central, mantienen expectativas de inflación en torno al 1,7% para los próximos meses. Aunque los especialistas varían sus números, la mayoría coincide en que junio cerrará cerca del 2%, un mes “cargado”.
También hay que observar con atención cómo evolucionan los precios internacionales del petróleo, que afectan directamente a las naftas y el gasoil, los cuales ya subieron un 5% en medio de la incertidumbre geopolítica en Medio Oriente.
Finalmente, para quienes viven de alquiler, la actualización basada en el Índice de Contratos de Locación (ICL) se traduce en un aumento anual que supera el 66%, un reflejo de cómo la inflación se siente con mayor intensidad en este sector.
En definitiva, la inflación no da tregua y continúa siendo un tema clave para el bolsillo de todos. Comprender sus causas y efectos ayuda a navegar mejor en estos tiempos de incertidumbre económica y política, buscando siempre alternativas para mitigar su impacto.
Peronismo
La semana que comienza será crucial para el peronismo. Después de meses de internas desgastantes y expuestas, llegó el momento de definir qué hacer y cómo hacerlo. Todos quieren avanzar, aunque nadie cede demasiado.
Cristina y Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa saben que tienen poco tiempo para poner las cartas sobre la mesa. En pocos días vence el plazo para presentar alianzas y, después, tienen que entregar las listas para la elección en la provincia de Buenos Aires, el bastión de esa fuerza política. No hay margen para seguir dando vueltas. El ambiente para que se arme una lista única no está nada fácil.
En La Cámpora no terminan de digerir que Kicillof quiera ser el protagonista. Massa hace de equilibrista: trata de juntar a todos y bajar la tensión para cerrar un acuerdo. Pero en La Plata ya sospechan que juega más cerca del cristinismo.
Aunque hubo algunos pasos para acercar posiciones, como la reunión del viernes en el PJ Nacional, lo real es que la tensión seguirá hasta último momento, hasta que se cierren las listas el 19 de julio.
Si bien no hay nada escrito, hubo acuerdo en algo: la campaña tendrá como eje “Cristina libre” y la pelea principal será con el gobierno de Milei.
En poco más de veinte días llegarán las definiciones no solo para el peronismo, sino también para la reconfiguración de la oposición y la geografía política del país.
Tensión
Mientras tanto, los gobernadores afilan sus lapiceras. Impulsan proyectos de ley para tarifas eléctricas diferenciadas, un reparto más justo de los fondos federales y algo de oxígeno en un contexto en el que las promesas de la Casa Rosada se desinflan demasiado rápido. Saben que la pulseada no será fácil. Pero también saben que el Congreso puede ser la trinchera desde la cual resistir un ajuste que, esta vez, sí los alcanzó.
El Consejo Federal de Inversiones (CFI) fue el escenario donde, recientemente, la totalidad de los gobernadores firmó un acuerdo que podría convertirse en ley. La iniciativa pretende modificar la distribución de fondos derivados del impuesto a los combustibles y la forma en que se entregan los Adelantos del Tesoro Nacional (ATN), con la intención de terminar con la discrecionalidad que suele caracterizar el reparto desde la Casa Rosada hacia las provincias.
El reclamo de estos mandatarios no es menor: buscan alivio después de meses de recortes en todos lados menos sobre la casta. Entre las provincias que apoyan esta iniciativa figuran Misiones, Catamarca, Chaco, Corrientes, Formosa, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero, Tucumán y sectores de Córdoba y Santa Fe.
Para la Casa Rosada, estas medidas no solo generan malestar por el impacto fiscal, sino porque implican una reducción en la discrecionalidad del poder central y la posibilidad real de que el Congreso apruebe leyes que el Ejecutivo no pueda vetar.
La situación para el Gobierno se complica aún más si se tiene en cuenta que el oficialismo pierde gradualmente su bloque de apoyo en la Cámara de Diputados, y en el Senado enfrenta proyectos con media sanción que el propio presidente Milei, ya anunció que vetará. Entre ellos, incrementos en jubilaciones, reapertura de moratorias y emergencias en discapacidad.
Milei acusa. Habla del “Estado del Estado”, denuncia la falta de ajuste provincial y busca poner en evidencia a los que identifica como “gobernadores de la casta”. No importa si son aliados o adversarios: el Presidente ve en las provincias el último bastión del viejo orden que quiere reemplazar por uno más lineal y centralista. Y por eso tensa. Apuesta a la confrontación, a polarizar que, en definitiva, le dio resultados hasta ahora.
Los gobernadores, entre el desgaste político, la presión social y la falta de recursos, buscan un espacio para fortalecer su autonomía y garantizar fondos para obras y servicios esenciales.
La tensión se traduce en una negociación difícil, en la que se cruzan intereses regionales, políticas nacionales y la urgencia de encontrar soluciones antes de las elecciones de medio término.
La política argentina vuelve a mostrar su faceta más áspera, donde el poder y la distribución de recursos determinan, en definitiva, la calidad de vida de millones de argentinos. En este escenario, el diálogo y la voluntad de acuerdo parecen, por ahora, ser la mejor apuesta para evitar un conflicto mayor.
Como casi siempre. Nadie sabe bien qué resultará, pero todos observan con la vista fija. Porque en Argentina, lo que parece nuevo rara vez lo es. Cambian los actores, los matices, los slogans. Pero los dilemas de fondo -el dólar, la inflación, el déficit, la política- siempre están ahí… siempre.





