María Alberta “Mary” Wagner (88) nació en Corpus Christi y a pesar que el pueblo tuvo momentos de esplendor -fue la primera capital del Territorio Nacional de Misiones- y de altibajos, no lo quiere abandonar porque aseguró que “aquí tuve y tengo una linda vida, con lindos recuerdos”.
“Fue un pueblo muy pujante, de mucha gente, de todos lados venían a Corpus por distintos motivos. Era un pueblo muy lindo, había de todo, incluso un hotel”, señaló quien vivió en la colonia 8 de Diciembre, a unos tres kilómetros de la zona urbana, donde su papá, Alberto Wagner, tenía plantaciones de yerba mate, además de secadero y molino, hasta su vejez.
Su padre había llegado desde Alemania, cuando tenía unos veinte años, bajó del barco en Brasil, donde se quedó por un tiempo. Después fue a trabajar en el sur de la Argentina y, finalmente a Buenos Aires, donde cumplió tareas en un restaurante de Retiro por varios años. Fue entonces cuando se enteró que aquí el gobierno entregaba tierras a los extranjeros, se vino a Misiones, gestionó varias hectáreas y se puso a plantar yerba mate.
Madre de cinco hijos: Mirta, Norma, Irma, Luis Carlos y Miriam Elizabeth, contó que en esa época la yerba “valía mucho, por eso le decían el oro verde. Había un solo banco, el Nación, que estaba en Posadas, por lo que no podían ir a depositar el dinero todas las semanas e ir a buscarlo para pagar a los obreros, con el agravante que los caminos eran de tierra y se tardaba en llegar. Entonces, como la recaudación era considerable, se les entregaba a los negocios, como Mazal o Morchio, en un acto de confianza tremenda, sin ningún papel o documento que avale esa operación”.
Añadió que los viernes por la tarde “papá iba a buscar los paquetes de plata a los negocios para pagar al personal el sábado, sin falta. Eran unos 50 entre quienes cosechaban, sapecaban. Era el trabajo de todos los fines de semana, y nosotros -sus hijos- le ayudábamos a pagar”.

Los comercios “trabajaban con el dinero de los yerbateros, hasta que empezaron a funcionar lo bancos. Primero en Jardín América, después la Caja de Crédito en San Ignacio, hasta que llegó el banco a nuestro pueblo”, expresó la mujer, que cursó estudios secundarios en la Escuela de Comercio de Posadas, allá por 1950 y que, poco después contrajo matrimonio con Carlos Oudín, que fue maestro, director, y juez de paz de Corpus Christi.
A partir de ese entonces, fue ama de casa y se dedicaba a la crianza de los chicos “pero siempre participaba de las actividades sociales porque mi esposo debía concurrir a todas. Me quedan lindos recuerdos y una hermosa vida que disfruto con mi familia”, que se completa con 16 nietos y siete bisnietos.
Recordó que los raídos -ponchadas que contenían la yerba cosechada- se ataban y se pesaban entre la plantación. “El peón no tenía nombre sino número, en cada ponchada se ponía el número y se llamaba por número. Papá me encomendaba que anotara el peso de cada raído y después teníamos que hacer esa suma. Es algo que me aprendí y que me quedó para siempre”.
Doña Mary también tenía que hacer etiquetas con la Olivetti, que era la máquina de escribir antigua. Debía decir: yerba mate canchada de Alberto Wagner, zafra tal, Corpus, Misiones. Durante dos años la yerba seca permanecía a granel y a partir de ahí se embolsaba. “Se colocaban las etiquetas y durante casi un mes se acarreaba el producto hasta el puerto de Corpus y desde allí la llevaban a Rosario en barcos que salían desde aquí. Todos los años era el mismo trabajo”, añadió.
Recordada fiesta de Carnaval
María Alberta Wagner recordó con nostalgia el desarrollo del carnaval, que tuvo momentos de gloria en Corpus Christi y mencionó el desfile de “Las Mascaritas”, que eran un atractivo único en el país, realizadas con ingenio, sacrificio y mucho trabajo.
“Los carnavales eran soñados, renombrados. Hasta ahora están las mascaritas, hechas con tiritas de papel de diario o revistas. Comprábamos muchos diarios, y todos los fines de año entregábamos para que fueran repartidos entre los participantes. Ahora se siguen haciendo, pero muy poco. Antes eran un atractivo particular y había comparsas de otras localidades que venían a participar a Corpus Christi”, mencionó la única sobreviviente de nueve hermanos que, a medida que iban creciendo, comenzaron a estudiar y se fueron, porque “a ninguno le gustaba la chacra”. Al quedar solo Don Alberto, fue vendiendo las propiedades y falleció a los 92 años”.
En algún momento, la técnica de las mascaritas llegó a extenderse a pueblos cercanos, pero con el correr de los años la celebración característica se perdió y solo continúa en Corpus Christi, tierra poblada, en su mayoría, por franceses, alemanes e italianos.









