Según una encuesta realizada por la Asociación Argentina de Medicina del Sueño, más del 50% de los argentinos no duerme adecuadamente. Este dato coincide con un estudio del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), realizado durante 2023, que arrojó que el 45% de los participantes de la encuesta (en total fueron relevados 3141 casos) señaló que presenta algún tipo de problema para dormir. Entre quienes reportaron trastornos del sueño, el 28,9% dijo tener dificultades para iniciarlo, el 29,6%, para mantenerlo y el 30% aseguró que se despierta antes de lo que quisiera. En el 48% de los casos citaron las preocupaciones y los pensamientos nocturnos como causantes.
Con respecto a las variables demográficas, se observan diferencias significativas: las mujeres presentan mayores niveles de dificultad para dormir, al igual que las personas de más de 60 años y quienes se autodefinen de clase baja.
“Muchas personas no priorizan el sueño y esto impacta negativamente en su salud”, enfatiza Daniel Pérez Chada, director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral. El especialista advierte que la mayoría de los argentinos, al igual que los habitantes de muchos otros países occidentales, no duerme lo necesario. Las explicaciones son varias. El estilo de vida tiene una gran incidencia, existen pautas culturales, como las salidas nocturnas, que pueden afectar más de lo imaginado. Los horarios comerciales y laborales extendidos tampoco ayudan. En otros casos, el factor determinante reside en la necesidad de tener más de un trabajo para sostenerse económicamente. La exposición a pantallas en horas de la noche, el estrés y los horarios irregulares conforman un combo nocivo.
Por su parte, Silvana Malnis, neumonóloga y médica del Laboratorio de Sueño del Hospital Alemán, indica que en las grandes ciudades se duerme menos horas que en poblados pequeños. Coincide en que este patrón se reproduce en el mundo y considera que el sueño, así como el ritmo de vida, varió desde las primeras civilizaciones hasta la actualidad. “El cambio más rotundo de la modernidad se puede atribuir al reloj 24/7 de la luz artificial. La cultura moderna de tener estímulos más allá de la hora que baja el sol, desde mi punto de vista, es la clave”, enfatiza.
La falta de descanso adecuado se denomina deprivación de sueño y puede ser aguda o crónica. Malnis explica que es posible que las personas duerman mal una noche aislada y esto puede provocar dificultades para mantenerse despiertos, concentrarse, provocar cambios en el estado de ánimo como irritabilidad o ansiedad e incluso somnolencia. Pero aclara que la deprivación crónica de sueño es la más peligrosa para la salud ya que genera un conjunto de síntomas como ansiedad, aumento de peso, depresión y somnolencia excesiva diurna, entre otros. Las fallas de memoria y la mayor propensión a tener accidentes también se visibilizan en los consultorios cuando llegan pacientes que no logran dormir. Pérez Chada aporta que en los casos más serios se pueden desencadenar problemas a largo plazo, como enfermedades cardiovasculares, hipertensión, alteraciones cognitivas y trastornos metabólicos.
¿Cuánto hay que dormir?
Seis, siete, ocho, nueve horas, ¿cuánto se recomienda descansar? Los especialistas coinciden en que no hay una cantidad establecida a la vez que enfatizan que el sueño es un patrón individual y no es posible hacer generalizaciones. Esta condición explica por qué algunas personas adultas necesitan solo unas pocas horas de descanso nocturno mientras que otras pueden llegar a requerir del doble para rendir al día siguiente. Sin embargo, sí existe una recomendación o sugerencia que varía según la edad.
Pérez Chada plantea que lo aconsejable para un adulto es dormir entre siete y ocho horas. Lo chicos más pequeños, en cambio, necesitan 12 horas de sueño o más, mientras que en los adolescentes se recomiendan no menos de nueve horas. “Recordemos que el sueño es fundamental para la reparación celular, el funcionamiento cognitivo, la consolidación de la memoria y, además, especialmente en los adolescentes, es el momento de mayor producción de la hormona de crecimiento, un hecho central en esa etapa de la vida”, señala.
El sueño es fundamental y necesario para la salud. En este sentido, Pérez Chada señala que uno de los aspectos más determinantes es el proceso del flujo glinfático. “Mediante este mecanismo el cerebro es capaz de eliminar sustancias tóxicas que se acumulan durante la vigilia y se depuran durante las horas de sueño. Además, en las fases más profundas del sueño, se realiza la reparación de tejidos, se refuerza el sistema inmunológico, se consolida la memoria y se equilibran las hormonas. El sueño es esencial para el funcionamiento físico y mental”, concluye. Varias de las recomendaciones que enumera para un descanso satisfactorio suponen cambios de hábitos muy arraigados, desde mantener un mismo horario para ir a la cama hasta soltar el celular por la noche.
“Tenemos que unir la vigila al sueño, porque es ahí donde podemos preparar el ciclo siguiente. Tener una buena vigilia, empieza por alimentarse bien, hacer ejercicios, cultivar relaciones sanas y maduras, rodearnos de afecto, no consumir estimulantes del sistema nervioso central. Implica también cuidar la habitación en la que dormimos, asegurarnos una buena temperatura, una cama y almohada cómodas, un nivel de sonido adecuado…”, afirma Malnis.
Fuente: La Nación.








