COLONIA OASIS, Jardín América (Sergio Alvez y Rodolfo Saldaña, enviados especiales). Llegan desde Yaguarazapá, Capitán Meza y otras localidades fronterizas de la castigada Paraguay. Huyen de la hambruna y la falta de posibilidades de progreso que asola al vecino país. Escapan de un modelo basado en la mega producción de soja y la concentración de tierras en poquísimas manos. Un sistema que excluye a la agricultura familiar, generando desocupación, éxodo y pobreza. Desde hace varios y años, pero con mayor ímpetu en los últimos tiempo, cientos de familias paraguayas lo dejan todo atrás, para cruzar el río Paraná en busca de una nueva vida en Jardín América, más precisamente en la Colonia Oasis, donde estiman que cada mes llega una nueva familia oriunda de Paraguay. Oasis es un paraje rural enclavado a diez kilómetros del radio urbano de Jardín América, recostado contra la margen del Paraná. Aquí funciona un rudimentario paso fronterizo (el único nexo fluvial internacional habilitado en la zona), y un puesto de la Prefectura Naval Argentina. Una lancha, transporta pasajeros de un país a otro en cuatro viajes diarios. El promedio de pasajeros por día no supera las 30 personas. Muchas veces, son familias que vienen a radicarse definitivamente en Misiones. Según datos del puesto de salud de Oasis, viven aquí cerca de 2500 personas. Se calcula que al menos un 30% de las familias son originarias de Paraguay. Sólo en lo que va de este año, se estima que arribaron y se afincaron en la zona unos 25 núcleos familiares. “ Venimos a vivir acá porque allá directamente nos estábamos muriendo de hambre”, resume Olivio Gamarra, llegado durante el verano de este año junto a su esposa y tres hijos pequeños. Días atrás, un cronista y un fotógrafo de PRIMERA EDICIÓN llegaron hasta Colonia Oasis, para conocer la realidad por la que atraviesan estas familias paraguayas. A continuación, un repaso por algunas de las historias. Huir del infiernoLa situación social en varios pueblos costeros del Paraguay es realmente alarmante. Comarcas donde históricamente las familias subsistían de la agricultura a pequeña escala y la pesca, hoy son gigantescos pooles de soja. La producción familiar fue muriendo, junto con las posibilidades de conservar la tierra y sostener la economía familiar. “Yaguarazapá se está quedando vacío. Ahí no va a quedar gente, sólo soja”, nos cuenta Olivio Gamarra. La decisión de instalarse en Argentina, pese a las dificultades que siempre implica emigrar a otro país, resulta para el grueso de las familias que llegan a Oasis, una cuestión de estricta supervivencia. Marilú Penayo tiene 44 años, nació en Bella Vista (Paraguay) pero vivió gran parte de su vida en Yaguarazapá, donde se crió “trabajando en la chacra, plantando, criando animales. Además solía lavar ropa en el río también. Pero hace 15 años que nos vinimos para acá. Porque ya no se podía estar más. No había trabajo. Ahora se agravó mucho más, y por eso están viniendo cada vez más paraguayos para acá, donde al menos se puede comer y conseguiré alguna changa”. Esta mujer vive con su marido y ocho hijos, en una casita de madera, con agua potable pero sin energía eléctrica. Son las condiciones en las que viven todas las familias paraguayas que residen en estos lotes fiscales. “Uno llega con lo puesto casi, y ahí se arma la casita con tablas de un aserradero, o se compra una mejora, y de ahí en más se empieza de nuevo, a buscar trabajo, changas, a sobrevivir” dice Ramón Sanabria, llegado hace dos años. Changas y planes socialesSi bien son muy pocos quienes consiguen empleos formales, en la mayoría de los casos los hombres se ganan el sustento familiar con changas como “carpidas”, “macheteadas” y otros se suman a cuadrillas informales para trabajar cortando yerba mate en la tarefa. “Acá por lo menos tenés esa posibilidad de conseguir un dinerito, pero de donde venimos nosotros ni eso; ya no hay ni siquiera changas porque la soja no necesita de mano de obra humana, no hay nada que hacer más que quedarse viendo como tus hijos lloran de hambre”, señala Paulino, oriundo de Capitán Meza. Él, todos los días sale rumbo al pueblo con su machete y azada en mano buscando ganarse el pan. Su esposa cuida de los cuatro niños. Ella pudo gestionar un plan social para el bebé más pequeño. “Ahora estoy recibiendo una ayuda, y aunque no tenemos luz y nuestra casa es bastante humilde, por lo menos tenemos para comer y estamos más aliviados. A los chicos no les falta la leche y eso ya es importante”, dice ella, quien además está empezando con esmero, a darle vida a una huerta familiar. Salud y educaciónLas familias paraguayas afincadas en Oasis, suelen encontrarse con dificultades en el acceso a la salud pública y la educación de sus hijos. Por un lado, en materia de salud pública, deben acudir al hospital de área de Jardín América, donde denuncian algunos -no todos- que “muchas veces no nos quieren atender por ser paraguayos”. En cuanto a la educación, si bien en la zona existen establecimientos escolares públicos y muchos niños paraguayos están incluidos en las matrículas escolares, también hay un alto porcentaje que no asiste a ninguna escuela por lo que podría denominarse “barrera idiomática”, entre otros problemas. Un proceso abierto y continuo Casi todos los inmigrantes paraguayos asilados en Oasis, tienen parientes del otro lado del río, que están organizando su propio éxodo. “Cuando vienen de visitas, se dan cuenta que estamos mejor que allá y todos quieren venirse”, cuenta Paulino. Por su parte, Valentina Ifrán, una mujer de la tercera edad y profundos ojos claros, ya está en avanzadas tratativas con su hijo y su nuera- instalados ya ellos en Oasis- para dejar Paraguay e instalarse en tierras argentinas. “Yo ya tomé la decisión y conozco de muchos que están esperando poder vender lo poco que tienen para poder venirse. ¿Cómo nos vamos a quedar en un lugar donde no hay trabajo? Es un desastre lo que ha pasado en Paraguay en los últimos años. Me duele mucho tener que dejar mi país después de toda una vida, nunca pensé que por el hambre iba a tener que hacerlo. No nos queda otra”, afirma Valentina. Luis Barreto (35) es el presidente de la comisi&oac
ute;n vecinal de Colonia Oasis. Nos dice que “está creciendo una zona de la colonia porque está llegando mucha gente de Paraguay, que vienen porque allá la cosa está muy mal y no tienen posibilidades. Son gente trabajadora, y no tenemos problemas entre vecinos”.





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