POSADAS. El ajetreo de las máquinas es incesante en el barrio Santa Rosa. Allí las obras de tratamiento costero y de acceso Sur ya están a la puerta de las casas, y los vecinos poco acostumbrados al movimiento y tantas caras nuevas, miran de reojo pero con mucha esperanza los cambios que están ocurriendo.“Quedamos con un balcón privilegiado”, cuenta Rosa Acevedo (41) cuya precaria casita de material es la última de una larga hilera que desemboca al final de la costanerita que bordea el barrio y permite una vista privilegiada del arroyo Zaimán y el río Paraná.Para Rosa, los cambios “están muy lindos porque van a mejorar nuestra calidad de vida, a lo que era antes”, principalmente para los vecinos que están alrededor de las arterias que se están construyendo a nuevo. Igualmente no fue austera con las críticas al remarcar que “las calles internas siguen en muy mal estado, y como no fueron empedrados como pedíamos los vecinos, cuando llueve no se puede andar”, relató mientras mostraba grandes montículos de tierra roja todavía empastada por el temporal del fin de semana. Hace veinte años, el asentamiento tenía un aire al barrio El Chaquito, con sus callecitas internas que parecían pasadizos, por donde apenas pasaban las motos de los preventistas de marcas de gaseosas o cerveza, para visitar los kiosquitos de barrio y levantar pedidos… Ni pensar en coches y menos en camiones. Laura Acuña, una de las vecinas más antiguas (62), cuenta que se “salvó” de la relocalización por lo menos “dos veces”.“Yo nací acá. Bueno la primera casita de mis padres estaba ubicada más en la orilla, nos fuimos cambiando por las crecientes, hasta que pudimos comprar este terreno donde ahora crío a mis nietos”, contó.“El barrio está muy cambiado a lo que era antes, cuando todo era un monte, donde la gente levantaba sus casitas. Yo me crié en uno de esos ranchitos así que puedo afirmar que ahora está muy lindo”, insistió.´La gente de “antes”, como dice doña Laura vivía de la pesca, que era fundamental base de la economía de los palanqueros que residían en la zona. El Santa Rosa, junto con el desaparecido barrio Lasa, también era zona de olerías, pero todos tuvieron que irse, algunos relocalizados a la zona de Itaembé Miní, cuando los barrios Terrazas y otros ni siquiera estaban en proyecto. La mayoría había salido con la promesa de poder reactivar sus fábricas de ladrillo, cuando atravesaban una de más grandes crisis de producción, pero la mayoría nunca pudo reestablecerse del todo y perdieron sus fuentes de ingreso. Esos viejos vecinos vive ahora en los barrio Belén y alrededores, pero todavía sufren el desarraigo…




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