POSADAS. A los 17 años Carlos de Perini decidió que quería ser piloto. De ese entonces recuerda que “como antes se respetaba muchísimo la opinión de la familia, se lo consulté a mi papá. La respuesta fue: voy a hablar con tu mamá para saber qué opina”. Y yo me puse a escuchar detrás de las paredes, “ella le decía a papá que no iba a dar su permiso porque yo quería hacer algo muy peligroso, pero papá le dijo: vamos a dejarle que sea piloto porque más vamos a sufrir si un día cualquiera él sale a la calle y muere atropellado por un auto, pero si muere volando, va a morir en su ley”. Y de esa forma la convenció y pude entrar al aeroclub”. La anécdota es contada tras 59 años de haber asumido su destino para convertirse en uno de los primeros pilotos de avión formados en el aeroclub Posadas, de hecho, es uno de los cuatro de esa época que sigue con vida. “En mi época no se veían casi aviones. En esos años (década del 40) me regalaron un avión de madera balsa, yo jugaba a que era piloto. Siempre me gustó”.Ni buen cumplió los 17 fue a inscribirse al aeroclub. Empezó un día de mediados de marzo y el 6 de diciembre se recibió. Según contó don Carlos, formarse como piloto puede tomar un año, más de un año o menos. Dependiendo de cuánto tiempo le tome reunir cierto número de horas exigidas en las normas para recibir la credencial de aviador.“Cuando estudié el curso de pilotos privados era de 36 horas, en tanto que se requerían 200 horas de vuelo para ser piloto comercial. Yo tuve una gran suerte, porque me recibí el 6 de diciembre de 1953 y para acumular horas había que pagar como ahora, y no era barato. Dos días después de que me recibí el piloto Rulo Sánchez, que era viajante de La Cachuera, me pidió que sea su copiloto. Ese verano volamos por toda la zona del NEA. Cuando volví tenía como cincuenta horas acumuladas, porque en ese entonces los aviones volaban despacito”, se ríe.“Ernesto Grimm (foto), mi gran compañero de vuelo, fue mi primer pasajero. A él también le gustó siempre volar y fue de los dos quien hizo mejor su papel de piloto, porque llegó a instructor, porque tiene más de veinte pilotos formados, inclusive uno de sus discípulos vuela un Boeing 787”, contó entusiasmado sobre su entrañable amigo. Actualmente, Carlos de Perini, al igual que Grimm, integra, como revisor de cuentas, la comisión directiva de esa prestigiosa institución que ya tiene más de ochenta años de trayectoria al servicio de la comunidad formando pilotos. Anécdotas por montones“Mis primeras dos mil horas las hice en el aeroclub Posadas y después gané un concurso en la empresa Varig de Brasil. Estando allí me enviaron a hacer un curso especial de vuelo por seis meses a Porto Alegre. Una vez que lo concluí, pasé a desempeñarme como piloto para “La Internacional”, una subsidiaria de la Varig en Recife. Hice vuelos internacionales, recorriendo países del Mercosur, llevando y trayendo caballos de carrera o bien mercadería que se exportaba de Brasil a Chile. En total, a lo largo de más de veinte años de surcar los cielos, acumuló once mil horas de vuelo.“Vivo Feliz”El experimentado aviador resume su amor por el vuelo de la siguiente manera: “Me gusta, me gustó y creo que voy a morir así, amando volar”.“Quizá olvide quien fue la primera mujer que amé, pero nunca me voy a olvidar de la primera vez que piloteé solo un avión. Dicen los de la torre de control que mis gritos y silbidos de alegría que provenían desde el avión donde estaba se escuchaban a varios kilómetros a la redonda”, rememoró. Alas misionerasUn 26 de julio de 1929 se fundó el Aeroclub Posadas, institución creada para alentar la actividad aeronáutica. Como en sus orígenes, sigue formando a nuevos pilotos que seguirán con la tradición de surcar los aires, que como tantas otras instituciones creadas con ese fin -en todo el territorio nacional- reunió a los apasionados del aire. 2012 encuentra a sus integrantes transitando su 82 aniversario, en un nuevo espacio, un nuevo hangar y una escuela de pilotos que se encuentra funcionando plenamente. Hay que recordar que la primera sede de la institución funcionó detrás del barrio Jardín (al final de la ruta 213) y por razones de seguridad, cuando la zona comenzó a urbanizarse, se trasladó. A partir de ese momento, la comisión directiva, encabezada por Cristian Koch, Alberto Barnada, Daniel Añais y luego por Rubén González Glaria, empezó con la refundación del club a través de la escuela de vuelo, donde actualmente hay un promedio de 18 alumnos.





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