Posadas. La necesidad de salir de un apuro llevó a que René Caballero (38) conociera a un maestro en la restauración de muebles antiguos, a don Celso Martínez Julián (71), de quien aprendió mucho sobre las maderas, muebles, tapizados y también sobre la vida. Para René, la reparación era casi un pasatiempo, sin embargo el encargo de un trabajo se podría decir que le cambió la vida, y actualmente la restauración ocupa gran parte de su día y trabaja a hasta altas horas para poder llegar con los encargos, que se acumulan en su taller del barrio Villa Sarita. “Pero acá el protagonista es don Martínez”, insiste René y le da la palabra escuchando atentamente. El hombre se ubica en su sillón, que apenas entra en medio de un montón de muebles en su taller de carpintería, ubicado sobre la avenida López y Planes. Empieza a recordar cómo fue que se dedicó a la restauración, pero antes de hablar de la madera se interesa en manifestar la importancia de la capacitación, del conocimiento, de su preocupación por la desaparición de las escuelas de artes y oficios y de que las carpinterías podrían llegar a desaparecer a este ritmo, porque -según el hombre- los jóvenes primero se preocupan por saber cuánto van a cobrar, antes de interesarse por aprender a trabajar. Don Martínez comenzó hace unos cuarenta años a trabajar en la tapicería Vigo en el área contable, posteriormente siguió en la administrativa y de allí se pasó a la producción, por interés propio, dijo “porque de qué sirve la contabilidad si no hay producción, que es lo que indica si las cosas funcionan o no”. “Me empecé a entusiasmar viendo por qué la gente no producía como tenía que ser. Llegué a la conclusión final que es por falta de preparación, no hay capacitación. Hoy por hoy cambiaron las cosas, porque capacitación no existe, dentro de lo que es el trabajo manual ya no existe”, asegura y se toma su tiempo para brindar sus argumentos. “Nuestras escuelas de arte y oficios desaparecieron, entonces de dónde va a venir la parte del trabajo manual, ya no hay enseñanza”. Para Martínez, actualmente “no se puede poner un aprendiz como era antiguamente. Antes la gente decía cuánto me cobra para enseñar a mi hijo, hubo un cambio y hoy no se los puede hacer trabajar. Hoy primero preguntan y cuánto me va a pagar, no piensan que la enseñanza tiene un valor y que sin la enseñanza no van a poder trabajar en la vida y ese es uno de los graves problemas que estamos teniendo”. Hay que conocer primeroEl restaurador de años destacó el valor de las cosas fabricadas a mano y la importancia de conocer la madera, “para poder amarla y trabajarla, y la voy a trabajar con cariño, no la voy a maltratar. De lo contrario no se logrará realizar realmente obras de arte, porque es una obra de arte trabajar la madera”. El hombre con voz pausada lamenta y opina que “la creatividad del ser humano se está terminando… considera que casi no existe el conocimiento propio, si se pregunta algo lo primero que hacen es buscar en Internet”.Para el restaurador, un punto en contra es la cantidad de planes sociales, que para nada ayuda en el interés de los jóvenes por aprender un oficio. Martínez lamentó que los dedos de una mano sobren para contar la cantidad de restauradores de muebles antiguos en la ciudad y señaló que para quienes poseen piezas únicas éstas tienen un valor sentimental muy fuerte. Aunque a la gente en general no les gusta los muebles de ahora, casi todos “descartables” casi no tienen alternativa, porque es lo que hay. Don Martínez tiene muy presente un juego de comedor de una arquitecta posadeña, cuyas piezas tienen más de 150 años que heredó y que son una verdadera obra de arte. Mientras recuerda enseña una pieza de una silla de comedor, tallada a mano, una frutera que realmente llama la atención, se pregunta cuánto tiempo quien la hizo habrá trabajado en ella y destaca que se trata de una verdadera obra de arte, hoy en peligro de extinción. Para salir del apuro René Caballero contó que conoció a don Martínez en el apuro por resolver un encargo de restauración de un juego de comedor. “Yo era autodidacta, hacía algunas cosas, pero más que nada lustre”, recordó. Sin embargo, tomó el trabajo y después observó que se trataba de un verdadero trabajo de restauración que en ese momento no estaba en condiciones de realizar. Fue ahí que empezó a buscar a quién pagarle para que hiciera la tarea, y por sugerencia de un primo conoció a don Martínez, quien lo ayudó, entregaron el trabajo “impecable” y con quien sigue aprendiendo y trabajando.





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