POSADAS. “Veinte años no es nada. Hoy y cada día es como empezar de nuevo, con la misma fuerza y con las mismas ganas”, dijo emocionado Marcos “Chavo” Nuñez al público que se dio cita el domingo para celebrar con Los Nuñez sus dos décadas con la música. El Teatro Lírico estaba repleto y todos fueron partícipes de una fiesta brillante, en la que el chamamé, con la impronta de los hermanos de Campo Viera y de artistas invitados, tuvo gran protagonismo. Juan “Pico” Nuñez deslumbró, una vez más, con su bandoneón, al igual que su hermano, con la guitarra. A este talento, se le sumaron Juan Pablo Navarro, en contrabajo, y el genial Cacho Bernal, en percusión. Los cuatro gigantes compartieron con la gente un maravilloso viaje musical a lo largo de veinte años que los llevó a los clásicos de los maestros chamameseros y a revivir canciones de sus discos “Tierra de agua” y el más reciente, titulado “Chamamé”.Poco a poco fueron llegando al escenario los invitados, quienes le dieron un tinte mágico a la velada, que por momentos parecía volver a esas musiqueadas en el patio de tierra, donde el sapucay salía con fuerza y desde el alma. Así, fueron aflorando los sapucays, desde distintos puntos de la platea, cuando el acordeonista Sergio Tarnovski acompañó a Los Nuñez. Los fuelles de Juan y Sergio soltaron su encanto y entre aplausos dieron lugar al siguiente invitado, José Daniel, quien interpretó “Alma Guaraní” y “Oh! Che gente cuera”. Poco después, Los Nuñez convocaron al invitado “más importante”, su padre Moncho Nuñez, quien despertó la euforia de los chamameseros de la platea, con “El toro”, otros animados chamamés y hasta una kolomeika. “Vamos Monchito” gritaban desde el pullman y tanta ovación lo hizo volver con la “verdulera” para regalar un tema más. Otro que se sumó al cuarteto fue el guitarrista Sebastián Fernández, que llegó desde Virasoro (Corrientes) especialmente para celebrar con sus amigos. Le siguió Fabián Meza, que festejó doblemente, puesto que también ese día cumplía años. Con el carisma de siempre, Fabián cantó con la gente “Misionero y Guaraní”, de Alcibíades Alarcón, generando un cálido clima de hermandad y luego, ante la aclamación, también debió volver y a coro con los presentes interpretó “Posadeña Linda”. Durante la velada, Marcos se lució en un solo de guitarra, acompañado de Cacho Bernal y Juan elevó el espíritu de los presentes, sólo con su bandoneón. Los hermanos comenzaron a despedirse bien arriba, con la fuerza de un popurrí chamamesero, liberando numerosos sapucays. La gente pidió más y ellos regresaron, emocionados, felices ante el público que lo aplaudía intensamente y de pie. Con “Merceditas” y un chamamé, Los Nuñez dejaron su corazón en el escenario y llenaron de música a cientos de almas que compartieron con ellos esa brillante noche.





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