POSADAS. Si el tiempo que pasa es la verdad que huye, como reza un viejo axioma policial, en estos casos la certeza del esclarecimiento lleva años luz de ventaja sobre los que intentan o alguna vez intentaron encontrar una respuesta.La lista de causas impunes en Misiones es más larga de lo que muchos creen y su extensión es incluso sorprendente. Detrás de los crimenes más trascendentes, de esos que la sociedad todavía recuerda, existen otros tantos hechos de sangre que quedaron en el olvido y que este informe de PRIMERA EDICIÓN intentó rescatar de los archivos para hacer memoria.Los nombres del ex intendente sanvicenteño Héctor Carballo (56), el ingeniero informático César Pauluk (35), el comerciante Luis Semeguen (72), el aduanero Gabino Sánchez (52), la administrativa Juana Copa (47) y la humilde Ageda Duarte (34) ocuparon la primera parte del informe, mientras que en la segunda edición se reflotaron los casos del obrero paraguayo Tomás “Moroco” Valdéz (34), la joven Raquel Cantero Quintana (23), el conocido Alfredo Raúl Rasftópolo (61), María Elena “Marilyn” Bárbaro (53) y Mirta Rosa Fernández (20).Hoy, en la última parte del informe, otras tantas causas que se transformaron en tristes leyenda y que siguen ahogadas en el misterio pidiendo auxilio a gritos. Son sólo algunos casos de entre tantos que debieron quedar afuera por cuestiones de espacio.El homicidio del placeroBernardino González (68) no escuchó venir a la muerte. El barrendero padecía de una sordera aguda que no le permitió siquiera reaccionar. Cuando lo hizo estaba atado a su cama, amordazado, y un grupo de delincuentes lo torturaba para que dijera dónde guardaba la plata.A los vecinos de Los Pinos casi Irupé, en Ñu Porá, les llamó la atención su ausencia, pero la sospecha recién se hizo realidad cuando uno de sus familiares descubrió el cadáver, cerca del mediodía del domingo 6 de junio de 2004.Bernardino era empleado municipal y se encargaba de mantener limpia la plaza San Martín, en el centro de Posadas. No tenía enemigos, deudores o prestamistas. Por eso es que la principal hipótesis siempre fue la de un homicidio en ocasión de robo.Las pericias confirmaron que el barrendero fue sometido a tormentos inhumanos antes de morir. Lo ataron a su cama, lo atacaron con un hacha y hasta lo asfixiaron. Tenía el cráneo destrozado a golpes, pero murió estrangulado. Todo, concluyeron los peritos, para que diga dónde guardaba el dinero del sueldo que había cobrado días atrás.A las pocas horas, la Justicia ordenó la detención de cuatro jóvenes del barrio. Las sospechas se disiparon ante la falta de pruebas y todos quedaron en libertad al poco tiempo. Fueron los únicos sospechosos del crimen del barrandero, que cerca de ocho años después sigue sin poder descansar en paz.Dos golpes mortalesEl cuerpo de Ramona Miguelina Mello (59) estaba en avanzado estado de descomposición cuando lo encontraron tirado en el piso de la casa de Bolivia y Francisco de Haro, en el barrio 25 de Mayo de Posadas, el 6 de agosto de 2004.La viuda alquilaba el inmueble donde apareció muerta debido a los fuertes golpes que recibió en la nuca, dos de los cuales le dejaron profundas marcas. El misterio sobrevoló siempre sobre el caso, principalmente en una arista singular: la casa estaba cerrada desde adentro y la llave nunca apareció.Esa cuestión fue la que guió a los investigadores a la pista de un asesino oculto entre su círculo íntimo. Las pericias no tardaron en apuntar a “Dorita” (49), una amiga de la víctima que sorprendentemente tenía dos seguros de vida de Mello a su nombre y que además había retirado efectivo de la cuenta bancaria de la mujer el mismo día en que la habían encontrado sin vida.La sospechosa quedó detenida y la Justicia allanó su casa de Tucumán casi Corrientes, en pleno centro posadeño, de donde se secuestraron algunos objetos que había comprado con el dinero de la víctima. Sin embargo, después de varios meses las pruebas no fueron concluyentes contra “Dorita”, quien recibió la falta de mérito y quedó en libertad. Otro caso más que pasó a engrosar la lista tristemente célebre de hechos impunes en Misiones.El padel lo sigue llorando“Él era un hombre muy especial, divertido y optimista. Después de su muerte fallecieron otros familiares y mi mamá perdió la memoria por el mal de Alzheimer; ahora las fiestas ya no tienen el mismo sentido de antes”.La que habla es Susana, una de las hermanas de Jorge Oscar “Kuki” Barrufaldi (51), dueño de una agencia de quinielas y de una de las primeras canchas de padel posadeñas, emplazada sobre avenida Uruguay.Un amigo fue quien, sorprendido porque el día anterior los negocios habían permanecido cerrados, decidió visitar a “Kuki”. Nunca imaginó que encontraría muerto a Barrufaldi, atado de pies y manos en la cama de su casa, en Rademacher casi Cabred. Era lunes 30 de junio de 2003.La autopsia reveló que el quinielero y amante del padel murió ahogado luego de tragarse una de las medias que los asaltantes le pusieron en la boca para que no gritara mientras lo golpeaban, en lo que habría sido un violento robo.Al parecer, los delincuentes sabían que Barrufaldi había ganado 5 mil pesos en el casino hace pocos días. La información llegó a oídos de los homicidas por medio de un profesor de padel que “vendió” al comerciante y a otro hombre. Los dos fueron detenidos y procesados como “entregadores”, pero esperaron el juicio en libertad. No obstante, cuando llegó la hora de sentarse en el banquillo, se esfumaron y hoy todavía son buscados.Sobre los autores materiales del crimen, en su momento las fuentes informaron que los investigadores llegaron a identificarlos, aunque a los medios sólo trascendieron sus apodos, “Sansón” y “El Rosarino”, quienes siguen prófugos.Eso, de todas maneras, no es suficiente para aliviar la carga que los familiares de la víctima llevan desde hace ocho años, nueve meses y treinta días. “Todas las noches pido que se me revele en sueño los nombres de los asesinos”, le decía Susana, hermana de Barrufaldi, a PRIMERA EDICIÓN en la edición del 17 de febrero de 2008, quizás esperando encontrarle una salida a la pesadilla.Sueños rotosGriselda Soledad Ferreira (17) provenía de una familia humilde, pero no por eso bajaba los brazos. La adolescente soñaba con formar parte del Ejército y alcanzar un futuro mejor para ella y su familia.La mataron una mañana de octubre de 2003, el martes 14. Eran las 7 y el sol comenzaba a arder cuando la menor salió
; de su casa en el barrio Los Potrillos de Garupá rumbo al al aula satélite del Bachillerato Polivalente 35, donde estaba por terminar la secundaria.Todas las mañanas, Griselda caminaba unos 300 metros hasta la ruta nacional 12, pero ese día no llegó. Metros antes, en un pinar, el homicida la interceptó y la arrastró a una vivienda en construcción. Creen que intentó violarla, pero la estudiante se resistió. Entonces, la bestia primero la golpeó con una piedra y después la ahorcó con el cinto de su guardapolvo.El cuerpo apareció a media mañana y en Los Potrillos todo fue dolor, conmoción y misterio, hasta que un adolescente inculpó a un joven vecino que había llegado al barrio pocos meses antes. Después del crimen, ese muchacho se esfumó de la faz de la tierra.Maximiliano Melo (22) cayó recién en marzo de 2004 en Paso de Los Libres, Corrientes. Entonces, se supo que había llegado a Los Potrillos en los primeros meses de 2003, bajo otra identidad y después de escapar de una cárcel correntina donde purgaba una pena por un hecho de robo calificado.De inmediato, Melo fue trasladado a Posadas e indagado por la Justicia. Negó rotundamente la autoría del hecho, por lo que la principal hipótesis sólo se sostuvo con los dichos de aquel menor, que nunca pudieron ser probados. Así, sin mayores pruebas, al joven se le dictó la falta de mérito y el caso no volvió a tener novedades hasta hoy.El frío de la muerteLa mujer estaba preocupada. Su hijo no era de faltar a trabajar en el comercio familiar, pero ese viernes 28 de febrero de 2003, Rubén Edgardo Rondinone (26) no aparecía por ningún lado.Entonces, encontró una llave, se armó de valor y fue hasta el departamento de avenida San Martín, en Puerto Rico. Encontró a su hijo sobre la cama y le tocó los pies, como siempre, pero esta vez no obtuvo respuestas: estaban helados.Rondinone apareció muerto en su habitación a causa de dos tremendos golpes que sufrió en la cabeza y que le provocaron pérdida de masa encefálica. De la casa no faltaba nada, aunque tampoco estaba Gladis Mercedes Cabral (29), la pareja de la víctima.¿Qué había pasado? ¿Quién y por qué había matado a Rondinone? Los padres del muchacho no tardaron en contar que el joven había discutido el día anterior con Cabral y que estaba decidido a dejarla. La mujer, decían, era manipuladora, celosa y hasta había pergeñado una serie de relatos increíbles: decía, por ejemplo, que trabajaba para la Interpol o, en otra oportunidad y antes de mudarse con Rubén, aseguró que estaba embarazada, pero el tiempo pasó y terminó diciendo que todo había sido “psicológico”.La Justicia no tardó en detenerla e incluso procesarla como autora del homicidio, teóricamente con la discusión de pareja como principal móvil del hecho.Cabral estuvo casi tres años en prisión y la causa llegó a juicio oral en diciembre de 2005, pero en el tribunal las cosas cambiaron. Pese a que el testimonio de varios testigos contrastaba con su versión de que había estado en Capioví la noche del crimen, jamás hubo pruebas para confirmarla como autora del sangriento asesinato. Absuelta gracias al beneficio de la duda, recuperó la libertad y la “causa Rondinone” volvió a foja cero, donde permanece desde entonces.Destino selladoA Juan Eugenio Rotharmel (53) ya habían intentado matarlo en otras tres oportunidades. A principios de 2002, desconocidos ingresaron a su oficina y le dispararon a quemarropa. Increíblemente, el presidente de la Cooperativa Eléctrica de Eldorado Limitada sobrevivió a ese primer ataque de los sicarios.Meses después, en mayo, el empresario yerbatero y maderero fue sorprendido una noche en la que había ido a visitar a un amigo en su local del centro de Eldorado. De imprevisto, un asesino a sueldo ingresó en el negocio, le apuntó con un revólver en la cabeza y gatilló. De milagro, el disparo no salió y el verdugo escapó masticando bronca.A las pocas semanas, en los últimos días de julio, la muerte volvió a sobrevolar la vida del también prestamista. Era de noche y el empresario salía de jugar al padel cuando fue interceptado por una sombra que volvió a dispararle. Recibió cinco disparos pero, aunque cueste creerlo, sobrevivió otra vez.A Rotharmel se le acabó la suerte el martes 19 de noviembre de 2002. Ese día, cerca de las 20, un sicario entró a la casa fúnebre que administraba la víctima en el centro de Eldorado y le descerrajó tres disparos con un revólver calibre .38 que, ahora sí, acabaron con su vida en cuestión de minutos.Estaba claro que alguien quería ver muerto al empresario, pero los investigadores nunca pudieron establecer con certeza cuál fue el móvil del crimen y quienes fueron los autores intelectuales y materiales.La teoría más fuerte estalló tres años después del hecho, en 2005, y relacionó la violenta serie de ataques que terminó en homicidio con un nombre conocido para la opinión pública: el misionero Luis Raúl “Gusano” Menocchio, el hombre de las mil caras, acusado de hechos similares en Paraguay, Corrientes y, hace poco, Chaco, todos presuntamente ligados a la venta de tierras.En su momento se dijo que Rotharmel había comprado en un remate judicial unas 534 hectáreas con plantaciones de yerba que habían pertenecido a la familia Menocchio, en Puerto España, cerca de Jardín América.La pista creció con la declaración de la concubina del maderero, quien dijo que en una oportunidad el mismísimo “Gusano” llamó por teléfono con la intención de comprar las tierras que habían pertenecido a sus antecesores.Como en ese momento Rotharmel no estaba en casa, la mujer le dijo que le comentaría de la propuesta a su pareja. A los pocos días, Menocchio volvió a llamar. La concubina atendió y le dijo que no tenían intenciones de vender las 534 hectáreas. Desde el otro lado de la línea no hubo respuestas y la llamada se cortó imprevistamente. Pese a esas hipótesis, la Justicia nunca halló pruebas contundentes y la “pista Menocchio” perdió fuerza con el correr de las semanas hasta apagarse por completo.Casi diez años después, el expediente Rotharmel sigue vacío. Es uno más de esos casos que permanecen en el ostracismo y quizás no se resuelvan nunca. ¿Qué quiere decir esto? Que como en el resto de los hechos que recordó este especial, no hay detenidos. Son, en total, 17 casos impunes. 17 familias que siguen llorando. 17 asesinos que caminan libres por la calle y que, quiz&am
p;aacute;s, hasta se tomaron el tiempo de leer este informe.





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