Qué no daría un presidente argentino por poder mostrar una inflación anual del 9%, un déficit del 2% y reservas de 370 mil millones de dólares. Qué por tener, a pesar de una brusca devaluación, la misma paridad cambiaria respecto del dólar que hace doce años. Qué por incorporar a la clase media a tantos expobres? que representan casi la cuarta parte de la población total del país.Las noticias dramáticas suelen presentar su costado irónico y los datos que caracterizan la actual crisis por la que atraviesa Brasil son, al menos en el corto plazo, un objetivo inalcanzable para una Argentina que ya se acostumbró a convivir con una realidad intolerable en latitudes no tan lejanas.Sin ir más lejos, Brasil: la presidenta Dilma Rousseff anunció la adopción de “remedios amargos” ante una inflación y un déficit fiscal cuatro veces menores a la de la Argentina. Para suministrar esa medicina, cuenta con el respaldo de reservas internacionales por lo menos once veces mayores. Al 8 de septiembre, en la Argentina eran de 33.506 millones de dólares y en Brasil de 370.837 millones. Con un agravante: allá no las usan para cancelar la deuda, por lo que cabe esperar que tras el pago del Boden 2015 y de los compromisos atrasados con los importadores, la brecha se amplíe muchísimo más.El grave estado de la economía brasileña se refleja en la constante depreciación del real. Pero en medio del bombardeo de cotizaciones, pocos han prestado atención a lo que señalan los portales paulistas especializados en finanzas: el real retrocedió a la paridad que tenía a mediados de 2003. Por entonces, las casas de cambio del microcentro de Buenos Aires vendían el dólar entre 2,80 y 3 pesos ¿Qué moneda se devaluó más? La agencia de riesgo crediticio Standard & Poor’s ratificó el miércoles un dato que ya se descontaba hasta entre los más optimistas dirigentes del PT. La calificación de Brasil bajó y en consecuencia perdió el grado de inversión. Grado de inversión al que la Argentina ni siquiera puede acercarse, a juzgar por su condición de país en default selectivo.De haber sido consciente de esa situación, el canciller Héctor Timerman no se habría enojado con Adelmo Gabbi por haber comparado a la Argentina con países africanos. Si se tiene en cuenta que en el ranking de S&P debajo de la Argentina no hay nada, lo del presidente de la Bolsa de Comercio no fue más que un elogio. Después de todo, la “S” de Brics es por Sudáfrica. La “B+” de Kenia, Nigeria, Senegal, Uganda, Zambia y Mozambique, es demasiado en comparación con la “CCC-” adjudicada a la Argentina para cerrar el listado. A propósito, Brasil los mira a todos desde arriba con su BB+. Brasil dista de ser el paraíso que pintan algunos, tanto como el infierno que denuncian otros. Pero hay algo que marca una diferencia tajante entre el Planalto y la Casa Rosada: la seriedad de una clase dirigente que, más allá de los cambios, no ocultan los problemas. Un poco en broma y bastante más en serio, hace veinte años un analista brasileño señalaba la razón de por qué Fernando Collor fue destituido por un juicio político y Carlos Menem reelecto por casi el 50% de los votos. “La diferencia son los hermanos de cada presidente: uno contó todo, el otro no”.Pero los ocultamientos exceden a los entornos familiares. Al contrario del aportado por el Indec, el índice de precios informado por el IBGE es confiable y los datos de recaudación no están contaminados por una inflación no reconocida y una presión tributaria inédita.Un dato ilustrativo al respecto: Rousseff no consiguió que el Congreso aceptara la reimplantación del impuesto al cheque, derogado hace ocho años y que gravaba en total con el 0,74% los débitos y créditos bancarios. En la Argentina, ese impuesto goza de buena salud y su alícuota total es de 1,2. Y a diferencia de sus pares brasileños, los legisladores argentinos no discuten su derogación sino cómo se distribuye su recaudación.
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