El modelo está transitando sus últimos días de vida, entre una escasez de divisas, un ahogo financiero y con la administración Kirchner acelerando el gasto público hasta límites peligrosos.Los últimos números del intercambio comercial muestran que las exportaciones se están precipitando aceleradamente y ya no aportan los dólares necesarios para poder pagar siquiera la cuenta energética.El modelo, sustentado en una devaluación permanente, transita por un sendero de contradicciones cuando el Gobierno deja, deliberadamente, atrasado el tipo de cambio para mantener la ilusión monetaria.La dramática y fútil devaluación practicada por Axel Kicillof en enero de 2014 y la consiguiente suba de tasas no hizo otra cosa más que llevar a la economía a la recesión y comprometer más las reservas, al aumentar el pago de los servicios de la deuda y el costo de las importaciones, fundamentalmente de las energéticas.De allí que sorprendan las declaraciones de la presidenta Fernández, al proponer una política de sustitución de exportaciones, justo en el momento de mayor estrechez de divisas.De concretarse semejante política, provocaría un fuerte desequilibrio en toda la economía. En principio, la mayor demanda interna, aceleraría la inflación y consecuentemente con ello, el tipo de cambio. En segundo lugar, con menos exportaciones, habrá menos ingresos vía retenciones, lo cual amplía el déficit fiscal, cuya única vía de financiación es la emisión monetaria, aumentando el uso de reservas. En tercer término, la economía interna no tiene la capacidad para absorber los saldos exportables. En cuarto lugar, el exiguo superávit comercial se transformará en déficit, toda vez que aumentan las importaciones y disminuyen las exportaciones.El modelo vivió y se alimentó a expensas de un tipo de cambio real altísimo. Desde 2003, aprovechó la megadevaluación, lo cual hizo que el proceso de sustitución de importaciones dinamizara la producción industrial local, con costos salariales absolutamente deprimidos, al tiempo que el ingreso de divisas de las exportaciones crecía, fruto de una economía con costos bajos. El período de gracia de no pago de la deuda pública, tras el default, le significó un ahorro neto de divisas y un gasto público bajo en términos reales.
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