Ernesto Doedderer – Posadas (Misiones)Señora Directora: Fue un placer leer la carta que escribió don Juan A. Szychowski y es como volver a los recuerdos de lo que vivieron mis padres y mis abuelos, que también fueron inmigrantes y llegaron a la Argentina desconocida, pero llena de desafíos acompañados de la esperanza y sueños por cumplir. Recordar sus anécdotas y sufrimientos me llena de orgullo por lo que hicieron, demostrando así que Argentina le reservaba un lugar y de esa manera olvidar el sufrimiento de la Segunda Guerra Mundial que fue lo peor que le puede pasar a un ser humano, según sus testimonios.
Que la locura, la ambición desmesurada y el desprecio por quienes no obedecen sus órdenes, lleve al poder a un individuo para luego demostrarle al mundo que logró su objetivo, es lo más despreciable para cualquier persona razonable y que valora la vida humana; pues eso sucedió aquella vez, como un caso más de los tantos que sacudieron a la humanidad.
Pero actualmente tenemos personajes en nuestro país que, sospechados por haber cometido actos ilícitos y por no estar de acuerdo con la actual gestión de gobierno, salen a gritar a los cuatro vientos: ¡La patria está en peligro!, como una forma de confundir a quienes poco saben o que poco les interesa la situación política y así organizar manifestaciones que perjudican a miles de conciudadanos y dejan una mancha más respecto al ambiente social que vive el país, alejando a posibles inversores a los que no les cae bien ese tipo de actitudes.
Qué pueden saber de patria, de trabajo, de honestidad, de respeto, de responsabilidad, quienes todo el tiempo generan problemas, reclamos, polémicas y agresiones; quienes cercenan el derecho de traslado y desplazamiento de miles de trabajadores que quedan sometidos a los caprichos de los sindicalistas con dudosa experiencia laboral.
Con individuos que no representan dignamente a los trabajadores y que no respetan a los gobernantes electos democráticamente, el país nunca saldrá de la mediocridad y de los problemas económicos.
Un país progresa cuando sus habitantes miran hacia adelante, debatiendo respetuosamente distintos proyectos y sin egoísmos; cuando cumplen con sus obligaciones y escapan a la corrupción, a lo ilegal, a lo negativo; cuando sus actos son transparentes y creíbles; cuando realmente defienden a sus afiliados sin buscar beneficios propios.
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