El primer caso conocido ocurrió hace unos días, cuando una niña de doce años contó que un hombre la quiso seducir a bordo de un colectivo. En aquella oportunidad, esa nena había tomado el ómnibus para ir a la escuela. Al llegar a la parada que se encuentra en Buenos Aires casi Bolívar, un hombre le arrojó sobre su falda un papel con la siguiente leyenda: Estaría para regalarte unos cuantos besos.
En esa misiva figuraba además el número de teléfono celular del acosador, con la intención que después lo contactara. El sujeto se bajó, la niña leyó el papel y quedó presa del pánico, por lo cual esperó varias cuadras para bajarse y luego correr hacia la escuela a contárselo a la maestra.
Esa descripción de los hechos fue la que leyó Paola, una joven universitaria de 21 años que entendió que podía ser la misma persona que la había acosado a ella meses atrás. Entonces revivió el terror y, en diálogo con este Diario, relató las tres veces que se topó con el sujeto.
La primera vez que tuvo contacto con esa persona, se encontraba con una amiga en la parada de colectivos de Buenos Aires y Sarmiento. Él pasó muy cerca de ellas y les entregó un papel justo antes que subieran al colectivo. Una vez arriba del ómnibus, lo leyeron pero no le dieron importancia.
La segunda vez, ella se encontraba en la parada de Buenos Aires y Santiago del Estero. Se subió a la línea 3 y se sentó en la última fila de asientos. Tres paradas más adelante, subió el hombre y se sentó al lado de ella. El colectivo ya estaba lleno, por lo que no le pareció extraño que la pierna de él se tocara con la suya. Cuando estaban llegando a la esquina de Urquiza y Aguado, el hombre se bajó, no sin antes tocarle el muslo y arrojarle un papel en su regazo.
La joven automáticamente relacionó esa acción con la que le tocó vivir días antes con su amiga. Cuando llegó a su casa le comentó a sus padres pero le dijeron que si hacía una denuncia la Policía no le iba hacer caso por un simple papel.
Dos semanas después, Paola estaba en la parada con su amiga y vieron llegar al joven. Ya lo tenían identificado como un acosador. Como era de noche y ya muy tarde, ella subió igual al ómnibus sabiendo que él también iba subirse. Durante el viaje él le echaba miradas de a ratos hasta que llegó el momento de bajarse. En Jauretche casi Alem, Paola se bajó por la puerta de adelante del colectivo para evitar cruzarse con él. Caminó rápidamente pero la siguió. Para que no supiera donde vivía, ella cruzó delante de su casa y siguió hasta un negocio. Su madre, que la vio pasar, supo que algo raro pasaba. La siguió.
Paola se metió en el local se escondió detrás de una góndola. El acosador entró detrás de ella y cuando la quiso tomar de los hombros, ella se asustó y gritó. Su madre, que ya estaba en la puerta del negocio, empezó a increpar al muchacho. Qué te pasa atrevido, acaso no tenés hermana ni madre. Yo solo entré a comprar jabón, le respondió. Además ella me mira mucho. Por supuesto que te va mirar para saber qué es lo que le querés hacer, esta es la tercera vez que la molestas. Vas a ir preso, le advirtió la madre.
Al acosador pareció no importarle y se alejó del lugar. Esa noche, la vestimenta que llevaba les llamó la atención. Era un chomba con el logo de la Municipalidad de Posadas. La madre se encargó de averiguar en qué sector trabaja el acosador. A través de conocidos en esa dependencia, supieron que esa persona ya había tenido episodios de acoso similares en su trabajo. Lo habían desplazado, pero por contactos sindicales lo volvieron a reincorporar, pero en otro sector.
Paola hizo la denuncia en la comisaría seccional Decimosegunda. Allí le advirtieron que con los datos aportados era difícil que se pudiera hacer algo. Al día siguiente y ya con sus propias averiguaciones, identificó con nombre y apellido al acosador, por lo que amplió la denuncia en la Comisaría de la Mujer. Se instruye ahora una causa en el Juzgado de Instrucción 3 de Posadas, Secretaría 2.
Discussion about this post