Claro que el hecho saliente fue la muerte de Fidel, que bañó de luto a la isla, más allá de que su desaparición física tuvo y tendrá más consecuencias emocionales que concretas, porque la “actualización” del modelo socialista parece afirmarse.El lento avance de los restos de Castro, paseados de punta a punta de la isla, en un recorrido inverso al que hizo antes del triunfo de la Revolución, fue en paralelo a las incógnitas que generó el triunfo en Estados Unidos del republicano Donald Trump, que durante toda la campaña proselitista amenazó con retrotraer los avances en la política de deshielo bilateral iniciada con Barack Obama.En marzo, los ojos del mundo ya estuvieron centrados en Cuba, que recibió la primera visita de un presidente de Estados Unidos tras más de 50 años de enconado enfrentamiento. Fue justamente la presencia de Obama en la isla la que “abrió” el año noticioso: el aterrizaje en La Habana, el lluvioso 21 de marzo, del Air Force One presidencial rompió con 88 años sin visitas de un mandatario norteamericano. “Es una visita y una oportunidad histórica”, destacó entonces el jefe de la Casa Blanca, apenas minutos después del apretón de manos con su par Raúl Castro.En sus 48 horas en la capital, Obama reforzó los mensajes a favor de la reconciliación que lanzó desde el reinicio de las relaciones; reclamó, sí, apertura democrática y el respeto a los derechos humanos en la isla; se reunió con disidentes y activistas críticos del gobierno castrista, y destacó el rol del creciente cuentapropismo cubano.La caminata de Obama y su familia por el centro histórico de La Habana, su cena en un paladar (los restaurantes isleños de iniciativa privada), y el saludo y las fotos con los locales representaron mucho más que eso: fueron los elementos simbólicos de la nueva etapa abierta en 2015 con la reapertura de las embajadas y puesta ahora en un cono de sombras por las dudas sobre la futura política de Trump para con el vecino caribeño.Los cubanos no llegaron a irse del aeropuerto en ese fin de marzo, porque apenas el presidente de Estados Unidos dejó la isla, llegó otro avión con visitantes ilustres: Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts, los cuatro miembros de los Rolling Stones, aterrizaban para un concierto gratuito que se suponía ya masivo. Fueron unos 500.000 cubanos los que disfrutaron de un espectacular show, impensado hasta unos pocos meses antes, con el que la banda británica terminó su gira latinoamericana.De fondo, las autoridades enfrentaban los pronósticos de una leve recesión, después de una década de suave crecimiento, y ante la reducción de los envíos de petróleo subsidiado de Venezuela, sumida en otra severa crisis, que el país buscó reemplazar en Rusia y Argelia.El deshielo con Estados Unidos y la lenta y gradual apertura económica atrajeron la atención internacional, lo que se tradujo en una catarata de visitas de alto nivel para estrechar lazos y allanar la llegada de empresas. Pasaron por La Habana presidentes y primeros ministros de países como China, Irán, Japón, Canadá y Vietnam y gobernadores de estados y empresarios estadounidenses, todos atentos a chances de negocios.También la Unión Europea puso la mira en la franja de tierra caribeña, lo que permitió un Acuerdo de Diálogo Bilateral que terminó con 20 años de la llamada Posición Común, que condicionaba los vínculos a avances en la democratización y los derechos humanos en la isla.Este año también vio llegar los primeros vuelos comerciales desde Estados Unidos: el paso inicial, después de más de 50 años sin esta posibilidad, lo dio una nave de la empresa Jet Blue que despegó de Fort Lauderdale, en Florida, y aterrizó en Santa Clara. Otras seis aerolíneas tendrán rutas directas. El último trimestre reservaría para la isla noticias ensombrecedoras: por un lado, el triunfo de Trump en las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Sus amenazas de revertir el proceso de deshielo si la isla no se “democratiza” y respeta los derechos humanos son un golpe que deja en zona de incertidumbre varios cambios y parece alejar la chance de levantamiento del bloqueo, en manos del Congreso.Por el otro, la muerte de Fidel en la noche del 25 de noviembre, a los 90 años, enlutó a una isla que lo lloró los nueve días de luto oficial y toda la semana del lento traslado de sus restos hasta el cementerio Santa Ifigenia, el más antiguo del país y donde reposan también varios próceres isleños, en Santiago de Cuba.Alejado al menos en lo formal del poder, Fidel, gobernante durante casi medio siglo, era una figura omnipresente, aun con sus escasas apariciones públicas. En abril, cuando habló en el Congreso del Partido Comunista, pareció adelantarse a lo que vendría: “A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos”. A ellos les toca entrar a un 2017 pleno de incógnitas y de reformas en marcha.Fuente: Télam
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