Todas las noches ella llegaba a su casa luego de una agotadora jornada de trabajo y de esperar largos minutos el colectivo en una solitaria parada. Encendía el televisor y lo ponía en volumen bajo, quizás simplemente para sentir la compañía de alguien en la casa. Se preparaba algo rápido que no necesitara destreza culinaria alguna, se ponía las pantuflas y una larga remera que la hacía sentir más cómoda.Luego miraba aquel blanco reloj colgado en la pared como si controlara la presencia de alguien, se sentaba en su silla, encendía la computadora y comenzaba a observar la vida de todos sus contactos a través de la web, mientras miraba las fotos y videos de las felices y exitosas vidas de aquellas personas. Esa solitaria mujer solamente esperaba la llegada a su monitor, el saludo de ese hombre que todas las noches le robaba una sonrisa y la sacaba del hartazgo que le causaba lo cotidiano. Incluso controlaba cuándo fue la última vez que se conectó y pensaba, que tal vez estaba ocupado en sus varias actividades. Ella sabía que él era un empresario exitoso, que a causa de su trabajo nunca tuvo la oportunidad de formar una familia, pero en el poco tiempo que tenía realizaba espectaculares viajes alrededor del mundo, incluso era un excelente deportista y que había ganado varios premios y que cuidaba su figura a base de un riguroso entrenamiento.Aquella mujer sentía que no podía ser merecedora de un hombre así: era muy inteligente y con una sensibilidad tan especial que lo diferenciaba de todos los que había conocido.De pronto su nombre se iluminó en la pantalla, al igual que sus ojos al verlo conectado, después del saludo correspondiente y las disculpas por la tardanza comenzaron a charlar y a reirse como todas las noches, de las cosas que harían cuando se encontraran.Él no podía creer que aquella mujer tan increíble continuara sola porque era muy bella y a la vez agradable y divertida.Ella también pensaba lo mismo de ese intrigante caballero. Aquel hombre siempre le respondía que buscaba a esa mujer de corazón sincero, que no quisiera sólo pasar el momento sino que deseara una relación seria, para toda la vida. Ellos tenían tanto en común, parecía que habían nacido el uno para el otro. Entre los dos tenían la sensación de ser su otra mitad. La ilusión entre ambos crecía cada noche, cuando esperaban la compañía del otro antes de irse a dormir y entre sueños se encontraran una y otra vez, de mil maneras y en distintos lugares, persiguiendo el mismo fin: el de estar juntos y que ese amor fuera para siempre. Incluso jugaban cómo sería el nombre de sus hijos: niño y niña, hasta de qué raza sería “Mingo”, el perro que jugaría con ellos en el jardín.Entre charla y charla, el sueño se iba interponiendo entre ellos, pero ninguno de los dos quería despedirse, parecía que siempre había más temas para hablar. Pero como dice el viejo adagio: todo lo bueno dura poco, y ambos tenían sus obligaciones a tempranas horas. Ella se despidió con varias figuras que describían un beso, un corazón y el deseo de verse pronto por primera vez. Apagó su monitor y la televisión y se fue a dormir con una sonrisa y esa sensación de amor que nacía de su corazón. Todo era muy hermoso para ser cierto, pensaba que el amor nuevamente tocó a su puerta. No veía la hora de poder abrazarlo, sentirlo y escuchar su voz diciéndole: te amo. Él apagó las luces, subió despacio las escaleras de la casa, cerró la puerta de la habitación de sus hijos, entró a su cuarto, le dio un beso a su mujer y se durmió. Por Raúl Saucedo [email protected]
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