La mayoría de nosotros cuando establece una relación solicita de los demás que lo que digan sea igual a lo que demuestran sus hechos, nuestro mayor temor suele ser que tenga una mano visible que nos saluda y la otra escondida atrás con un cuchillo.Como consecuencia de esto, a veces, nuestras primeras aproximaciones con otros son temerosas, con desconfianza, mostrándonos inseguros y nerviosos, suelen ser pocos los que se presentan ante otros con una sonrisa franca.¿No será que soy demasiado pesimista?, podrá alguno preguntarse, y yo les respondo que tal vez sí, que ojalá me equivoque, que ojalá encontremos a nuestro paso gente que demuestra una sola cara, y que al vernos no hace cálculos de lo que le podemos dar en ganancias.A diario veo noticias acerca de diferentes personas, conocidas o no, que cometen algún ilícito, como se dice ahora, comprobado por delante y por detrás. Pero éstas no aparecen en público con muestra de arrepentimiento, sino que siempre lo hace un representante, un “abogado hablador” con diálogos y argumentos que convencerían a un muerto, y toma las riendas del caso aconsejando como hablar y portarse al que cometió el delito.La intención es no comprometerse más de lo que ya se hizo y además negar todo, porque negando siempre existe la posibilidad de que por falta de pruebas, o por errores técnicos al recoger las pruebas, se pueda salir airoso y sin culpas.No digo que no debemos defendernos, pero hoy la Justicia está embebida de un aura de mentira y ocultamiento de la “verdad”, donde ésta es la gran ausente de todo juicio, a nadie le importa que surja la verdad y es muy difícil encontrarla dentro de la maraña de mentiras que se siembran para confundir.La franqueza y honestidad no aparece por ningún lado, no me quiero sumar a los ataques que está sufriendo el aparato judicial, pero creo que sus mecanismos de autocrítica, autocontrol y autocorrección no están funcionando.Hoy en día los cuentos como el que sigue, hacen reír más que pensar, “Rubén era un hombre con una familia, que tuvieron que cambiar varias veces de lugar por un mejor trabajo, este último parecía prometedor.“Su vida empezó a mejorar por el ingreso mensual, pero un día su jefe lo llamó a la oficina y le dijo que iba a ser ascendido, si de los paquetes que recibía todos los días apartaba dos sin registrar.“Luego de pensarlo detenidamente con su conciencia decidió hablar con su jefe, rechazando ese manejo indebido que le propuso, a lo que su jefe lo abrazó y felicitó, diciéndole que había encontrado la persona honesta y justa para el nuevo puesto de gerente”.Debemos comprender que cuando somos deshonestos, no sólo engañamos a otros, sino que nos engañamos a nosotros mismos, pues no escuchamos la voz de nuestra conciencia. Lo obtenido de forma deshonesta también afecta nuestra autoestima, porque la voz de nuestra conciencia nos acusará, haciéndonos sentir todo el tiempo temor y culpabilidad, por lo que debemos emplear mucho tiempo y esfuerzo en ocultarlo.Hoy en día la creencia de que la moneda más valiosa es la palabra, no se entiende ni se cree, se “hace pinta” con lo que no tenemos y lo ajeno, ocultando nuestra riqueza interior.Se hizo una lista de los personajes considerados honestos, y en nuestra querida Argentina el papa Francisco la encabeza, la mayoría de los otros están muertos, como el caso de M. Belgrano, A. Illia y R. Favaloro.Tengo alguna experiencia en auditoría médica, y debo decirles que este trabajo me permitió conocer “la otra cara de la práctica Médica”, al “Auditor” de cualquier cosa se le teme porque está para controlar algo, en el caso de la Medicina es un administrador de recursos (dinero) que controla que la práctica médica se lleve a cabo de la mejor forma posible para el afiliado enfermo.Aunque no sólo controlamos, sino que “administramos” los recursos existentes para que se dé la mejor cobertura médica posible a los afiliados, por supuesto que existen variantes y diferentes motivaciones. En este trabajo pude comprobar con alto grado de sospecha que, algunos profesionales de la salud internan más de la cuenta, firman certificados de enfermedades que no existen, operan patologías sabiendo que no son quirúrgicas, recetan remedios costosos para obtener dádivas de laboratorios, entre otras cosas. En la sociedad también existe un grupo de personas cuya profesión se basa en un cúmulo de mentiras, como son los astrólogos, adivinadores, tiradores de cartas, lectores de la borra de café, numerólogos, etc. etc., estos artistas de circo sólo se encargan de inventar argumentos, que nadie entiende y que sólo sirven para engañar a la gente, aunque sí engordan sus bolsillos.Si decimos la verdad, seguro no tendremos que estar recordando la mentira que dijimos para no contradecirnos, además decir la verdad mejora nuestra salud, esto es lo que demostró una investigación llamada “la ciencia de la honestidad” determinando que decir la verdad mejora tanto la salud mental, como la física e indudablemente la salud espiritual.Los investigadores encabezados por la psicóloga A. E. Kelly y sus colegas de la Universidad de Notre Dame en EEUU, trabajaron con voluntarios y les pidieron que disminuyeran las mentiras cotidianas durante diez semanas, comparándolos con otro grupo testigo que no variaba su comportamiento, donde se observó como evolucionaron ciertos parámetros de salud.Los beneficios se logran a partir de la disminución de la tensión o estrés, menor melancolía, menores dolores de cabeza y disminución de todo tipo de molestias como irritación de garganta.Los especialistas consideran que los seres humanos mienten por tres motivos fundamentales: adaptarse a un ambiente desconocido, evitar sanciones o castigos y conseguir una ganancia u objetivo.La mayoría de las mentiras cotidianas, o bien se tratan de falsas excusas, como por ejemplo para explicar por qué llegamos tarde a un sitio o dejamos incompletas ciertas tareas, o bien son fruto de la tendencia a exagerar los éxitos y talentos propios con pequeñas “mentiras consideradas blancas”, como solemos llamarlas. Así, sabemos que la mentira forma parte de la conducta adaptativa de los seres humanos, aunque decir la verdad disminuye la ansiedad y evita el sentimiento de culpa, lo que mejorará la salud de nuestra mente, cuerpo y espíritu. Por J. L. Bazán – MédicoDeseo tu opinión: [email protected]
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