Convirtió al silencio en un aliado y en el arte su lenguaje, en la coraza que su familia supo crearle, sin coartar su libertad. Hoy, Martín Kokichi anhela compartir su experiencia, además de todos sus conocimientos adquiridos en la Universidad Nacional de Artes y en la Escuela de Cerámica Fernando Arranz, con quienes la vida les negó la posibilidad del habla y el oído y enseñarles cómo el arte es capaz de sanar heridas a través de clases de pintura y cerámica. Además, ya tiene en agenda algunas exposiciones en la capital misionera.Tres años y medio tenía Martín cuando un médico diagnosticó su incapacidad para oír, a pesar de que su papá aseguraba que algún problema había con él porque no reaccionaba cuando se acercaba con el camión, cuando una doctora comenzó a indagar por qué a esa edad aún no hablaba, según explicó su mamá, Luciana.Y fue entonces cuando comenzó un largo camino, con días duros, de consultas con médicos, fonoaudiólogos, pruebas de audífonos, que nunca resultaron… en los que “hemos llorado, nos hemos enojado, en los que había tanta decepción y tristeza, pero él siempre tenía el valor de levantarse y decir ‘no, así no se puede seguir’, así luchó y luchó”, agregó orgullosa la mujer, de contextura física pequeña, pero con la fuerza de una fiera.Un hijo nunca deja de ser un niño para una madre, que siente que el tiempo se escapa por entre sus dedos cuando ve desde afuera el transcurrir la vida de su hijo. Y así se percibe en el relato de Luciana, que narra cómo con su “pequeño”, que hoy está pisando los 32 años, viajaban a Posadas, desde Gobernador Roca, tres veces por semana para que él tenga acceso al estudio, a pesar de no haber llegado a la edad aceptable para el pre-escolar.Pero el viaje, el movimiento en la capital, todo era muy complicado, por eso sus hermanos, que ya estudiaban sus carreras universitarias en La Plata decidieron llevarlo, a pesar de que aún no cumplía los seis. “Fue una decisión muy difícil, muy fuerte, incluso él se enojó mucho conmigo, porque entendía que lo había abandonado”, expresó su mamá.En Buenos Aires concurrió al Instituto Antonio Provolo, donde permanecía en la modalidad de internado durante la semana y compartía los “findes” con sus hermanos, luego pasó al Centro Integral Bilingüe de Educación de Niños Sordos (Cibes), en Vicente López, donde culminó la primaria y una docente le sugirió que piense en las artes como una opción para el futuro.Martín supo “oír” el buen consejo y se inscribió en la Escuela de Cerámica Fernando Arranz, donde completó sus estudios secundarios y, “cuando terminó, aseguró que quería ir a la facultad, igual que los hermanos, entonces se inscribió en la Universidad Nacional de las Artes (Iuna), “donde concurrió tres años, pero tenía muchos problemas porque los intérpretes no se comprometían con su causa, no lo acompañaban, no sé si no pudo adaptarse, aunque a pesar de todo en tres años aprobó 18 materias, y un buen día tomó la decisión de no ir más y regresar a la escuela Fernando Arranz, donde funcionaba un terciario y donde se recibió, en abril de 2015, con muy buenas notas”, relató Luciana. Con el título en mano, Martín optó por quedarse en Buenos Aires, añorando un espacio en el que ejercer la docencia, “pero pasaron los meses y lo convencí para volver, al otro día de estar de vuelta en la provincia le enviaron un mensaje desde la Escuela Arranz diciéndole que había una vacante para que dé clases”, agregó la mamá.“Pero ya estamos acá”, agrega mientras Martín escribe su sueño, ayudar a los sordos, después tener su propio taller. “Él quiere trabajar como docente, compartir sus nueve años de docencia en el Cibes, a los que renunció para regresar a Misiones, porque su razón principal es ayudar a los chicos sordos, porque no los entienden, así como a él no lo entendieron”, subrayó la mamá y añadió que además trabajan en levantar su taller, para el que están estudiando la instalación del horno y el torno para trabajar la cerámica, en Gobernador Roca.“A veces se decepciona porque no encuentra su lugar, por eso el apuro en generar su espacio”, sugirió la progenitora, mientras que la cuñada de Martín opinó que “el sistema no está acostumbrado a que un chico sordo tenga capacidades y se pueda desenvolver solo, la sociedad no está preparada, y fue la misma sociedad la que lo llevó a tener importantes retrocesos, a volver a las consultas con psicólogos y tener que volver a aceptar su problema, los intérpretes, por ejemplo, en la Universidad de Artes, le pasaban las fechas de los exámenes cuando ya habían pasado, total era Martín, el sordo, aunque así y todo hizo la carrera en el terciario y en cuatro años”.“Hemos llorado, peleado, pero así se fueron limando asperezas en estos 32 años”, entendió Luciana, que debió aceptar que la rubéola que la afectó cuando faltaban pocos días para entrar en el cuarto mes de embarazo dejarían secuelas en Martín que lo acompañarían para siempre.Futuras muestrasMartín, con el apoyo de su familia y gente que lo rodea, está organizando sus primeras muestras en la tierra colorada, una en Aroma Café, para mediados de mayo; otra en el Paseo Bosetti, en el Museo Lucas Braulio Areco, que en principio estaba prevista para septiembre, pero la adelantaron para junio, y espera una confirmación del Dachary.Fotos: J.C. Marchak
Discussion about this post