Si bien es verdad que el actual Gobierno carece de responsabilidad sobre muchas cuestiones que llegan en algunos casos como herencia fatal de la gestión anterior, también es una verdad que hay un momento en que la novel administración tiene ya sus músculos fortalecidos como para rectificar y modificar rumbos.Esto es así desde el mismo momento en que los que hoy ostentan el poder anunciaron desde mucho antes de llegar, con una brutal convicción su decisión de adoptar medidas destinadas a dar impulso, por ejemplo, al poder adquisitivo de los ingresos, especialmente de los asalariados.Tal es el caso de lo que ocurrió con el impopular Impuesto a las Ganancias. En la actualidad, y transcurridos esos benditos cien días, sigue llamando la atención la brutal disparidad entre los anuncios de campaña, los del inicio del Gobierno y los resultados obtenidos a la fecha.Cabe recordar los grandes bríos que flanquearon los anuncios de la elevación del mínimo no imponible desde el cual empieza a aplicarse el voraz tributo. Se dijo entonces que miles de asalariados iban a recibir la bendición de tal medida.Sin embargo y al poco tiempo, ya aplicando el tamiz de la realidad, la ecuación se tornó compleja y empezó a tomar tintes negativos: al final terminarían de ser más lo que ingresan al pozo ciego del impuesto demoledor que los que salen. Y con el dato más preocupante: muchos de los que se suman al ejército de perjudicados son jubilados.El de Ganancias no es un tema menos teniendo en cuenta que se acerca la hora de la verdad en esta materia. En algunos días más miles de asalariados comenzarán a percibir sus haberes con los primeros tramos de los aumentos pactados en paritarias.Y entonces esos primeros cien días de gracia podrían volverse una pesadilla para quienes hoy ostentan el poder.
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