El fin de semana pasado nuevamente nos vimos alarmados por la triste noticia de que varios jóvenes perdieron la vida después de la famosa fiesta electrónica de Time Warp, en Buenos Aires. Obviamente ahora se iniciará el largo y tedioso proceso de detectar los responsables o culpables de la situación. Pero más allá de los procesos judiciales o los comentarios posteriores que ocuparán las primeras planas en los medios de comunicación, considero que es un llamado a la reflexión sobre la importancia de cuidar la vida de nuestros niños y jóvenes. Porque todo lo que se pueda decir, investigar, analizar, concluir no permitirá cambiar lo ocurrido. Es decir, ya es tarde para revertir lo acontecido. Sí nos debe servir para que como sociedad tengamos la mirada clara acerca de qué sociedad, qué juventud queremos formar para nuestra patria y qué oportunidades les ofrecemos para hacer realidad este deseo.Cuando con seriedad empezamos a pensar sobre la educación y formación en valores de nuestros niños y jóvenes, nos damos cuenta de la necesidad de contar con una sociedad adulta que se ocupe activamente de esta tarea que es indelegable y fundamental para proyectar una sociedad sana y progresista. La verdadera formación va de la mano de un recto ejercicio de la autoridad, que en los últimos años se fueron debilitando: la autoridad moral y formativa de las familias, de las escuelas y otros ámbitos formativos.En este aspecto tengo la sensación de que asistimos a un debilitamiento de la autoridad unido a la pérdida de la credibilidad a nivel social, padeciéndolo a diario en los distintos ámbitos de la vida social. Y como si esto fuera poco, se suma otro hecho lamentable pero real, y es el que todos opinan de todo y la verdad se va perdiendo y transformando en algo difícil de detectar y apreciar.Por eso debemos preguntarnos: ¿no es bueno que los padres decidan con responsabilidad sobre la vida social de nuestros niños y jóvenes? Que sean capaces de pronunciar un “no” firme a un descontento momentáneo, educándolos para el ejercicio de los límites que nuestros niños y jóvenes están “pidiendo a gritos”. ¿No tendríamos que salir de nuestra cultura generalizada de lograr todo con protestas, reclamos y manifestaciones, y pensar en una cultura de diálogo abierto donde juntos optemos por el bien común? ¿Como sociedad sería conveniente proponer actividades recreativas, deportivas y comunitarias que promuevan la creatividad y la diversión sana, en lugar de tantas fiestas nocturnas donde nuestros jóvenes pasan en soledad y en el anonimato?Creo que como adultos tenemos el gran desafío de recuperar una sociedad saludable desde la educación y formación seria. En el ámbito de la educación, los gobiernos tengan la responsabilidad de encontrar espacios y horarios seguros para nuestra juventud, otorgando a la escuela la autoridad necesaria para corregir a nuestros niños y jóvenes; mientras que los padres se involucren activamente en su vida social.Sin duda es una tarea conjunta y la sociedad toda debe sumarse, haciéndonos cargo de la responsabilidad que a cada uno le compete, en lugar de deslindar el compromiso y seguir buscando culpables cada vez que ocurren hechos lamentables como este.
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