Dicen que no opuso resistencia cuando fue detenido por la Policía en la localidad bonaerense de Longchamp, en plena vía pública. Se trata de uno de los dos sospechosos que están tras las rejas por el crimen del albañil Víctor Molina (32), perpetrado el pasado martes 23 de febrero en Puerto Libertad. La víctima realizaba refacciones con los ahora apresados en una vivienda, pero un día desapareció. Una de sus hermanas radicó una denuncia y cuando los efectivos fueron al lugar donde lo habían visto por última vez inspeccionaron un pozo de seis metros de profundidad. Allí encontraron, sepultado con una mezcla de cemento, cal y escombros, el cadáver del infortunado Molina.Una posterior autopsia confirmó que había sido asesinado de un tiro en la cabeza. A partir de esa fecha el Juzgado de Instrucción 3 de Puerto Iguazú, a cargo del magistrado Osvaldo Rubén Lunge, libró una orden de captura para los dos albañiles que fueron vistos trabajando con Molina. Desde un principio los investigadores establecieron que ambos prófugos eran oriundos de la provincia de Buenos Aires. Además, cuando la Policía fue a buscarlos a los lugares donde frecuentaban y en sus domicilios en Puerto Libertad, se habían prácticamente “esfumado”. Con respecto al móvil del crimen, nunca estuvo claro y se manejaban diversas hipótesis, desde un enfrentamiento por una mujer a peleas por negocios que los tres involucrados tenían en común. “Es posible que no se pusieran de acuerdo a la hora de repartir el dinero”, conjeturó un portavoz del caso. Pocos días después del hecho fue apresado uno de ellos en inmediaciones a esa localidad, mientras que en las últimas horas fue capturado en suelo bonaerense el presunto autor material del crimen. En la semana entrante se aguarda con expectativa que los sospechosos sean indagados por el mencionado juez. La intuición de una hermanaEl dato que aportó la hermana de Molina cuando fue a radicar la denuncia por su desaparición, fue clave para poder ubicar a los presuntos asesinos. La joven vio a los sospechosos haciendo trabajos de albañilería junto a su familiar, justamente aquel martes 23 de febrero, sin imaginar que sería la última vez que lo vería con vida. Lamentablemente pasaron cinco días hasta que el caso llegó a oídos de los investigadores, que con esa información, legaron hasta la citada propiedad, ubicada sobre la calle 25 de Mayo, en el barrio Empleados de Puerto Libertad. Al requisar un pozo con tapa de loza situado en el patio del lugar, hallaron a más de seis metros de profundidad los restos de Molina. Estaba sepultado con una mezcla de cemento, cal y escombros. El médico policial no encontró signos de violencia al momento de revisar el cuerpo (deteriorado por el paso de los días y la acción de la cal), solicitando un examen más exhaustivo a cargo de los forenses. Tras la autopsia, se develó que el hombre presentaba un disparo de arma de fuego a la altura de la cabeza, aunque no se determinó el calibre. Para los investigadores los presuntos autores planificaron ocultar el cadáver de Molina para ganar tiempo y a su vez despistar a los uniformados en su búsqueda, pero no contaron con que sus familiares tenían el dato de la vivienda donde estaban trabajando. Los forenses también determinaron que la data de fallecimiento era de unos cinco días (el cadáver fue encontrado el domingo 28 de febrero a la mañana), por ello se estableció que el crimen fue el martes anterior.





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