Era solo una niña cuando descubrió que uno de los criados de la familia tenía la mala costumbre de usar el cucharón de servir para probar la sopa antes de llevarla a la mesa. No dijo nada, aunque el ‘culpable’ no tardó en ser descubierto y entonces la pequeña Agatha confesó: ella ya lo sabía. ¿Por qué no lo había contado?, le preguntaron todos, y la mocosa respondió con una frase que les dejó helados pero que definía a la perfección su carácter: "No me gusta compartir información".Y es que, por extraño que parezca, la escritora que más novelas ha vendido en toda la historia era un gran tímida. Incluso mucho más que eso, una mujer esquiva y con serios problemas para comunicarse en el día a día, que evitaba tanto las entrevistas como los actos públicos y que en sus 85 años de vida solo pronunció un discurso. Y es que, por extraño que parezca, la escritora que más novelas ha vendido en toda la historia era un gran tímida. Incluso mucho más que eso, una mujer esquiva y con serios problemas para comunicarse en el día a día, que evitaba tanto las entrevistas como los actos públicos y que en sus 85 años de vida solo pronunció un discurso.Fue, seguramente, esta reserva natural, y la necesidad de ganar dinero, lo que la llevó a refugiarse en la literatura y más aún en un género, el de las novelas de detectives, en el que podía sentirse segura y a salvo, sin necesidad de "compartir información" sobre ella misma. Pero vayamos por partes y empecemos por el principio.Agatha Mary Clarissa Miller nació el 15 de septiembre de 1890 en el seno de una acomodada familia. Sus padres, que habían crecido juntos y eran medio primos –aunque no tenían la misma sangre– formaron uno de los cuatro matrimonios felices que Agatha dijo haber conocido a lo largo de su vida. Otro de ellos se cree que fue el suyo con Max Mallowan. Luego hablaremos de él. De momento, quedémonos con esa infancia privilegiada que muy pronto iba a verse sacudida, primero por los problemas económicos y luego por la temprana muerte de su padre cuando la futura escritora tenía 11 años.Pasiones frustradasAgatha primero quiso dedicarse a la música, pero le resultaba imposible tocar el piano en público, aunque en privado lo hacía muy bien, y le faltaba voz para cantar. Su puesta de largo, por culpa de las estrecheces financieras, tuvo que organizarse en El Cairo, ya que resultaba mucho más barato. La única opción que parecía tener entonces la escritora era buscarse un buen marido y candidatos, desde luego, no le faltaron. Recibió hasta nueve propuestas de matrimonio y aceptó la de Reggie Lucy, un amigo de la infancia. Lástima que él tuviera que marcharse a la India con su regimiento y que ella no le acompañara, lástima también que en un baile se le cruzara Archibald Christie. Ambos eran muy distintos pero se enamoraron completamente.Él era brusco, espontáneo y muy decidido, tanto que no cesó hasta que consiguió convencerla a ella y a su familia para que aceptaran la boda. La ceremonia se celebró el 24 de diciembre de 1914 y la luna de miel duró solo un día. Después él tuvo que marcharse a la guerra, donde estaba combatiendo como piloto de la RAF. Mientras, la joven Agatha empezó a trabajar como enfermera voluntaria en la retaguardia, un trabajo muy duro que al recién estrenado marido no terminaba de gustarle. De ahí, la escritora pasó a la farmacia del hospital donde encontró el tiempo y los conocimientos sobre venenos que necesitaba para planear sus crímenes de ficción. En esa época surgió su primera novela publicada, El misterioso caso de Styles, donde ya aparecía su popular detective Hércules Poirot.Durante sus primeros años como marido y mujer, Agatha y Archie Christie apenas se vieron unas semanas. Al acabar la guerra, ella se quedó embarazada de Rosalind, la única hija que tuvieron, y que nació en 1919. Fue una época muy feliz: la pareja se fue a dar la vuelta al mundo gracias a un trabajo que a él le surgió, aprendieron a hacer surf en Hawái, ella publicó su segunda novela y hasta pronunció en Nueva Zelanda su primer y único discurso en público. A la vuelta, él inició una carrera como financiero en la City y ella, poco a poco, fue conquistando al público con sus historias de crímenes y detectives.Cambios en el paraísoLos problemas empezaron en 1924, al trasladarse a una nueva casa de campo, con fama de gafe, a la que llamaron Styles, en honor de la primera novela de ella. La pareja se fue separando cada vez más. Él se dedicaba a ganar dinero y al golf, y Agatha a sus novelas. Aunque lo peor estaba aún por llegar. El año 1926 fue terrible para la escritora. Primero murió su madre, a la que siempre había estado muy unida, y eso provocó una fuerte crisis personal en ella. Pocos meses después, cuando Agatha soñaba con unas vacaciones en Italia, Archie le comunicó que quería el divorcio porque se había enamorado de Nancy Neele, una amiga de la pareja. La escritora se negó a concedérselo por motivos religiosos y por su hija Rosalind, y entonces empezaron las presiones por parte de él.La situación explotó el 3 de diciembre. Era viernes y por la mañana el aún matrimonio tuvo una fuerte discusión. Luego él se fue a pasar el fin de semana con su amante a casa de unos amigos y ella, por la noche, salió a dar un paseo en coche. El automóvil apareció al día siguiente. Se había salido de la carretera y no había ni rastro de la escritora. La policía y la prensa se pusieron de inmediato a investigar el caso. ¿Era un suicidio?, ¿quizá se trataba de un asesinato o tal vez de una hábil maniobra para promocionarse?La popular autora de misterio se había convertido en la protagonista de una de sus historias y estaba en la portada de todos los periódicos. 11 días después, los empleados de un hotel del norte de Inglaterra avisaron a la policía. Tenían a una clienta sospechosamente parecida a esa escritora que todo el mundo andaba buscando. En efecto, se trataba de Agatha Christie y se había inscrito como Neele, el apellido de la amante de su marido. La explicación oficial, avalada por un par de médicos, es que la escritora había sufrido un ataque de amnesia provocado por el estrés de los últimos meses y el accidente de coche."Fuga histérica", lo llamaba la psiquiatría de la época. Muchos, sin embargo, creyeron que se trataba de una hábil venganza contra su marido, que quedó como un adúltero cruel y contra su amante, que salió a la luz. Aunque para Agatha este acontecimiento tuvo también un coste muy alto y, de hecho, la opinión pública se volcó contra ella por todos los medios que se habían malgastado en su búsqueda.En los dos primeros años de casada solo vio unas semanas a su maridoSea como sea, ella nunca volvió a hablar del tema y se volvió aún más esquiva y desconfiada, sobre todo con la prensa. Muchos años después, ya anciana y enferma, cu
ando por fin se decidió a abrir las puertas de su casa y de su intimidad a un fotógrafo, vio cómo éste la traicionaba y publicaba esas imágenes en contra de lo que ambos habían acordado, aunque la escritora no pudo hacer gran cosa. El traidor era, nada más y nada menos, que Lord Snowdon, cuñado de una de sus admiradoras más célebres: la reina Isabel II.La nueva vida de AgathaPor fin, en 1928, la pareja firmó el divorcio. Él se casó con Nancy poco después y siguieron juntos 30 años, hasta la muerte de ella. Agatha se quedó con la custodia de Rosalind y empezó una vida completamente distinta, llena de viajes y de pretendientes, según contó en sus memorias, aunque el matrimonio la había dejado con muy pocas ganas de otra relación. En todo caso, tal y como le comentó a un amigo, elegiría entre tener un amante o varios, y siempre sería mejor la segunda opción, ya que eso limitaba las posibilidades de que volvieran a hacerle daño.Los planes, sin embargo, se vinieron abajo en 1930. Estaba visitando unas excavaciones en el actual Irak y conoció a un joven arqueólogo de 26 años, 14 menos que ella. Se llamaba Max Mallowan y juntos emprendieron un viaje por el desierto lleno de anécdotas y aventuras. La siguiente etapa fue Atenas y allí Agatha recibió una preocupante noticia: su hija Rosalind tenía una neumonía y la escritora debía llegar cuanto antes a Londres.Max la acompañó a bordo del Orient Express, lo que sirvió para aumentar la complicidad entre ellos y para que poco después, ya en Inglaterra y con la niña a salvo, él le pidiera matrimonio. La pareja lo tenía todo en contra: la diferencia de edad, la de religión –ella era anglicana y él, católico–, la opinión de su entorno, sus diferentes estilos de vida…Pero Agatha dijo sí y fue su mayor acierto. Ambos se entendieron y se complementaron siempre de maravilla, cada uno siguió con su carrera y sus éxitos profesionales, sin que eso les separara, lo que no siempre debió ser fácil dada la profesión de él y sus continuos viajes. Pero ahí estaba ella, alternando sus temporadas en Inglaterra con otras en Oriente Próximo en las que le ayudaba en alguna excavación, se inspiraba para su próxima obra o fotografiaba los hallazgos que iba encontrando su marido. Lo que nunca paró fue la "máquina de hacer salchichas", como llamaba ella a su increíble capacidad para seguir y seguir escribiendo.Ni siquiera durante la II Guerra Mundial, cuando volvió a ejercer de farmacéutica voluntaria, mientras a él le destinaban a El Cairo por sus conocimientos de árabe. Fueron tres años de separación después de los cuales volvió la felicidad a sus vidas y una nueva alegría: el nacimiento de Mathew, único nieto de la escritora, por el que siempre sintió debilidad y al que le hizo un generosísimo regalo al cumplir ocho años: los derechos de ’La ratonera’, su obra de teatro más célebre, que lleva representándose ininterrumpidamente desde su estreno en 1952.Una gran fiesta en su honorEn 1956, Agatha Christie fue nombrada miembro de la Orden del Imperio Británico y en 1960, su marido consiguió el mismo honor por su trabajo como arqueólogo. Los ingresos por los libros eran cada vez mayores y su éxito, incuestionable, aunque la escritora siguió siendo siempre la misma persona tímida e insegura. Cuentan que cuando se cumplieron los primeros diez años en cartel de ’La ratonera’, celebraron una fiesta en la que ella era la invitada de honor. Pero al llegar al teatro, el portero no la reconoció y le impidió el paso. Ni siquiera protestó. Se volvió sola, triste y sintiéndose humillada a casa, donde seguro que le esperaba alguna historia a medio escribir.Su última aparición pública fue en 1974, en el estreno de la versión cinematográfica de Asesinato en el Orient Express. Después, su salud se deterioró demasiado y dejó de escribir. Según algunos, por culpa de un problema vascular, mientras que otros aseguran que pudo sufrir Alzheimer o algún otro tipo de demencia. Agatha Christie murió a los 85 años, el 12 de enero de 1976, rodeada de los suyos y después de haber conquistado con sus libros a millones de personas en todo el mundo.Fuente:Medios Digitales
Discussion about this post