"¿Ese es el Pepe?", fue la frase más escuchada el miércoles por la mañana entre los viajeros que visitaban el lado brasileño de las Cataratas de Iguazú, compartidas con Argentina, y que se dieron cuenta de la presencia de Mujica y de su mujer, Lucía Topolansky.Pese a llevar gafas de sol y una gorra encajada hasta la orejas, el anonimato de Mujica duró solo unos minutos.En cuanto descendió del automóvil que le trajo al parque, apenas pudo caminar unos metros antes de que un turista francés se percatase de que el anciano que caminaba despacio a su lado era el antiguo guerrillero y exmandatario uruguayo.Foto por aquí, foto por allá, con paciencia y cariño, el ahora senador atendía a todas las solicitudes, vítores, aplausos y abrazos."Pero no me miren a mí, eso es mucho más importante", decía Mujica a los turistas, señalando el torrente de agua que caía a sus espaldas en el principal salto de las cataratas, llamado Garganta del Diablo, con 80 metros de caída libre.Pero no había manera. Peruanos, argentinos, uruguayos, chilenos, incluso algún británico quiso tomarse una foto con Mujica.Fuente: Agencias de Noticias y Medios Digitales





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