Señora Directora: Pareciera que no hemos valorado aún, ni el país en el que vivimos ni el sistema democrático que se ha conseguido hace 32 años. Según distintas fuentes de estudios y estadísticas, Argentina ha caído en distintos conceptos que hacen no solamente a lo organizativo institucional, sino al comportamiento de muchos de los que son asignados a ejercer con seriedad y honestidad su función. No se trata de mirar qué hacen los dirigentes de otros países, sino los que cumplen funciones en el nuestro y el resultado está a la vista. Se han enquistado como un virus, distintos comportamientos que dañan al conjunto de la sociedad y si bien se dice que nuestra democracia aún es reciente -de pocos años-, su evolución debería ser más efectiva y no permitir el surgimiento de algunos que se creen dueños de la responsabilidad encomendada. Observar y constatar personalmente la situación en la que viven muchas familias y a la vez su comportamiento en la sociedad, nos muestra un retroceso cultural en un porcentaje importante, el cual surge por su aislamiento además de su precariedad laboral que no se muestra favorable; así desatan su ira contra la cosa pública y contra quienes están mejor posicionados económicamente. Cada persona tiene el derecho de estar bien, de tener trabajo, de ser atendido con respeto y de tener protección sanitaria; pero también tiene obligaciones y responsabilidades como integrante de la sociedad. La instrucción en todos los ámbitos donde se reúnan personas, debe ser algo permanente y buscar la aplicación de medidas suficientes y necesarias para que los objetivos sean cumplidos. Siempre se dijo que “somos hijos del rigor”, pero eso no significa que seamos maltratados, sino guiados por quienes tienen la preparación e idoneidad en cada tema, lo que dará los resultados buscados. Quizás, la tecnología haya afectado en cierta manera a muchas personas, especialmente a los chicos y jóvenes, pero tiene mucho que ver cómo fueron educadas en su hogar, que es la base fundamental de cada individuo. Cada persona debe ser protagonista de su vida, independientemente de lo que suceda a su alrededor, porque lo más significativo de nuestra existencia es justamente “la vida”. Y aunque ello parezca un juego de palabras, son cada vez menos los que se preocupan por lograr un crecimiento intelectual, cultural y laboral. Hemos perdido espacio en muchos frentes y eso debe ser un llamado de atención, manteniendo el entusiasmo y la constancia que son necesarios en cada uno. Dejemos de lado el odio, el rencor y no entremos en el juego de la envidia que es destructivo; enfrentemos las dificultades con serenidad y mente positiva, que así estaremos mejor.





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