En 1956, César Salinas tenía nueve años cuando sus padres se separaron. Su madre quedó a cargo de los seis hijos; dos de ellos mayores, quienes meses después decidieron marcharse. De los cuatro restantes, César era el mayor. La vida en casa de mamá no fue sencilla porque "papá se fue con otra mujer, y nosotros quedamos con ella. Comenzó a tomar y un día desapareció. Después supe que la internaron en una clínica, pero nadie nos avisó nada. Nosotros quedamos solos", recordó César.La espera y la incertidumbre obligaron a que César tomara una decisión: llevar a sus tres hermanas a casa de su padre. "Nosotros estábamos mal y pensé ‘voy a llevar a mis hermanas a lo de papá’”, la ilusión de aquel pequeño era encontrar la contención de una familia y con ese sueño caminó hasta la casa de su padre "que quedaba un poco lejos, pero todo ocurrió en Oberá".Al llegar, jamás imaginaron que ese sería el último día que los hermanos estarían juntos. "Y yo nunca borré la imagen de cuando dejé a mis hermanas en casa de papá. Beatriz y Mirta son mellizas y tenían tres años. Beatriz era caprichosa, no comía si no le gustaba y esa era mi preocupación, que se enferme", detalló César. Y siguió "yo ese día les dije: ‘junten todo porque vamos a lo de papá’. Y ellas me dijeron ‘qué vamos hacer’. Les dije ‘no sé pero vamos’ porque íbamos a estar mejor. Mi madrastra nos vio llegar y dijo: ‘las guainas se quedan pero el negro ese, no’. Y me fui".Confundido y sin saber qué iba hacer, César regresó a la casa materna. Donde tal vez estaría su madre. "Cuando llegué, un incendio destruyó mi casa y yo paré en la calle, me crié solo. Tenía mi bolsito donde había dos pantaloncitos y unas zapatillas que escondía para jugar fútbol, mi vida era el fútbol".Beatriz en cambio, ese mismo día fue separada de su melliza "fui a vivir con mi abuela, después con una tía. La madrastra nos regaló. A una de mis hermanas la mandó con un tío y a la otra con una familia". Años más tarde, Beatriz se mudó a Merlo, provincia de Buenos Aires, donde formó su familia. Mientras que César se trasladó a Posadas, donde reside desde 1979.La historia de los hermanos: César (68) y Beatriz (61), es de sufrimiento y desencuentros. Con una niñez rodeada de abandono y tristeza. "Es una historia de vida para que aquellos hermanos que fueron separados de pequeños no pierdan la esperanza y se busquen, que se encuentren. La satisfacción es que ahora estoy seguro que hay un Todo Poderoso. Él tenía preparado todo. Porque no hubo día que le pedí a él. Mi familia aún no esta unida, faltan hermanas, falta Silvia y Mirta, los otros ya se fueron, no están más. Queremos juntarnos como cuando nos juntábamos en casa de mi abuelo, de chiquitos, en el campo en Navidad y Año Nuevo", pidió César. Distintos caminosLa historia de los hermanos Salinas trascurre en Oberá de 1956 cuando "nos separaron, ese día. Y yo me fui a la calle".César incluso se fue creyendo que sus tres hermanas crecerían en casa de su padre. Pero no fue así. "Yo no sabía hasta ahora que me dijo Beatriz que papá repartió a las nenas. Porque el prefirió a la mujer y no a los hijos", contó con mucho disgusto.Beatriz añadió, "mi madrastra nos repartió. Primero, mi papá dio a la mayor, a Silvia, a una familia. Mi melliza, Mirta fue con un tío, nos separaron a todas. Viví en distintos lados porque siempre estuve trabajando y ahora me jubilé de empleada doméstica".Mientras, César al quedar en la calle se las rebuscó para conseguir comida y dónde dormir. "Vivía en la calle, primero coseché té. Después fui al campo a cuidar animales y agradezco al Señor que había mucho trabajo, a los doce años fui ayudante de un tarefero".A los nueve años, recordó César, discutió por primera vez con su patrón "él me dijo que me iba a pagar 25 centavos la cosida de la bolsa de atún. Y nosotros hicimos 150 bolsas y yo conté, me tenía que dar 75 centavos. En ese tiempo nadie sabía porque no iban a la escuela y yo fui hasta tercer grado". Así fue creciendo, solo. Pero jamás se olvidó de su familia y siempre los buscó. A los 16 años encontró a su madre en Campo Viera, "y la cuidé por cuatro años hasta que murió. Era joven, tenía 42 años y yo tenía 20".Tras la muerte de su madre, César hizo la colimba "tengo once saltos de paracaidista", relató con orgullo. A los 21 aprendió a manejar camiones y se hizo camionero. Recorrió gran parte del país e incluso conoció al automovilista Juan Manuel Fangio. "Fangio vendía camiones, yo fui con una orden a retirar uno. Era un hombre muy humilde y amable, me dijo ‘¿hijo qué color de camión vas a llevar?’".Luego, César consiguió un empleo como chofer de colectivos en Posadas. Y si bien es jubilado, trabaja hasta el día de hoy en la gomería que tiene en su casa. Pero la vida quiso que pasen 57 años para que al fin cumpla el sueño de volver a ver a Beatriz. Y todo esto "no fue una vida sufrida yo me defendí. Mamá, antes de que pasé todo, nos decía que vayamos a la Iglesia y yo siempre me acordaba de eso, y Dios no nos abandonó".La clave del reencuentro: Ariel RodríguezAriel Rodríguez es sargento ayudante de la Policía de Misiones, conoce a César Salinas desde hace más de cuatro años. Su amistad se dio de este modo "yo hago adicional en Vialidad Nacional y siempre que pasaba frente a la casa de César charlábamos, compartíamos mates", relató.En varias oportunidades, Ariel escuchó la historia de las hermanas que César quería volver a ver "me hablaba de sus hermanas. Entonces lo primero que hice fue tratar de encontrar algún familiar en Oberá y de ese modo ver la posibilidad de que él vuelva a hablar con alguna de ellas".Ariel se animó y viajó hasta la ciudad que brilla, y allí encontró al sobrino de César. "Y él me pasó un contacto telefónico de Beatriz, la hermana que César no veía desde hace 57 años. Y con el sobrino, entre los dos, comenzamos a buscarla". Pero Ariel quería que fuese una sorpresa "todo fue organizado en complicidad con la hija de la señora. Nosotros organizamos el encuentro y queríamos que César se sorprenda al ver de nuevo a su hermana". Finalmente, el día de la gran sorpresa fue este jueves. Cerca de las 6.45 Ariel llegó a la Terminal de Ómnibus y esperó al colectivo que llegaba desde Buenos Aires con Beatriz. "Tenía una fotografía de la señora en mi celular, q
ue me mandó la hija, apenas bajó, la señora me vio y nos abrazamos. Me emocioné mucho. Y cuando se abrazaron con César fue muy emocionante. Yo estaba tan feliz porque fue una alegría enorme, inexplicable". Ariel contó que lo más importante fue ver a los hermanos abrazarse. "Y lo hice pensando en lo importante que es la familia, unir vínculos familiares. Ellos eran pequeños cuando por cuestiones de la vida se separaron. Quedaron prácticamente huérfanos. Y hoy, gracias a Dios volvieron a abrazarse y a partir de ahora disfrutaran el rencuentro".Por su parte, César contó "que Ariel es mi amigo. Contactó con un sobrino mío y después con Beatriz, y ella se vino. Querían hacerme una sorpresa, prepararon a escondidas pero yo sabía, mi amigo que vende chipas se enteró y me avisó", contó entre risas. "Pero mi familia aún no esta unida porque faltan dos hermanas, Silvia y Mirta, queremos que ellas se reencuentren con nosotros. Porque los hermanos mayores, los otros ya se fueron, ya no están más".
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