RIO DE JANEIRO, Brasil (Agencias y diarios digitales). Con la poderosa máquina del Partido de los Trabajadores (PT) al rojo vivo y una sofisticada aunque poco elegante campaña, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, consiguió despegarse de su rival socialdemócrata Aecio Neves y es otra vez la favorita a horas del ballotage.Como cada voto cuenta en este Brasil dividido entre quienes buscan mantener al gobernante PT en el poder y quienes ansían un cambio tras numerosos escándalos de corrupción y un crecimiento anémico, la campaña fue sangrienta, llena de ataques personales.Rousseff intentó generar el mayor rechazo posible a Neves, un economista de 54 años fiel producto de la élite política brasileña, economista, exsenador y exgobernador, al cual el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), padrino político de la mandataria, se refiere como un “hijito de papá”.Lula insinuó que Neves es agresivo con las mujeres y que condujo bajo el efecto de drogas y alcohol, y le acusó de nepotismo y de gobernar mal el estado de Minas Gerais (sureste).Neves dice que contraataca en defensa propia. Tachó a la exguerrillera de 66 años de “mentirosa”, “connivente” con millonarios desvíos de dinero en la estatal Petrobras, blanco de denuncias de sobreprecios en contratos para financiar al PT y sobornar a legisladores aliados, o de “incompetente” para manejar el país. Asegura que la inflación está descontrolada y que se disparará si Rousseff es reelecta.Ambos bandos se han acusado mutuamente de utilizar métodos de propaganda nazis, y la justicia electoral ha tenido que suspender propagandas de uno y otro lado para minimizar los golpes bajos.La estrategia de Rousseff ha pagado: la mandataria izquierdista tiene un 53% de las intenciones de voto para el balotaje de este domingo, mientras que Neves tiene 47%, según señaló el último sondeo Datafolha. Ibope le otorga ocho puntos de ventaja a la actual presidenta, un 54% contra 46% para el candidato del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).“Rousseff ha tenido una campaña bien producida, más sofisticada y más interesante que la de Aecio Neves. Es un mérito de Joao Santana”, su ‘marketinero’ político, dijo el politólogo independiente André César.La estrategia fue “deconstruir” la imagen de Neves y sobre todo “comparar los 12 años de PT con los ocho de gobierno de Fernando Henrique Cardoso”, el socialdemócrata que gobernó Brasil de 1995 a 2002. “Era otro mundo, pero la campaña de Dilma recuerda que había una tasa de interés de 45%, desempleo, inflación y eso prende una luz de alarma en el votante promedio”, señaló el experto.Los rivales se atacaron duramente en siete debates televisivos en poco más de un mes, desde que comenzó la campaña para el primer turno del 5 de octubre.Pero por consejo de sus “marketineros” también se enfrascaron en una campaña a la antigua, cuerpo a cuerpo, en caminatas, “carreatas” (paseos en automóviles descapotables) y mitines callejeros en este inmenso país, 17 veces mayor que España.El último y octavo debate de las dos rondas electorales tenía lugar anoche al cierre de esta edición en la TV Globo, y será clave para decidir el futuro de la séptima economía mundial, ya que un 26,6% de los 142,8 millones de electores no votaron en el primer turno, están indecisos o anularon su voto.El noreste negro y pobre de Brasil es un bastión del PT, agradecido por los programas sociales que benefician a 50 millones de brasileños desfavorecidos, un cuarto de este país con una de las mayores tasas de desigualdad del mundo.Los electores de mayores ingresos apoyan a Neves para terminar con un PT socavado por escándalos de corrupción, y acusan a Rousseff de un excesivo intervencionismo en la economía y de estancar el crecimiento del país, en recesión en el primer semestre.La batalla se juega en el seno de la clase media intermedia del sur y sobre todo del sureste industrializado, donde nacieron en 2013 las manifestaciones callejeras contra la corrupción de la clase política y los deficientes servicios públicos.Los sondeos muestran que la clase media baja que se había alejado del PT está ahora retornando a sus filas, dice César.Rousseff se acerca a la victoria, pero la campaña no está cerrada. Aún faltan tres días y un importante debate para definir la situación.Reformar un Congreso ingobernableEl payaso Tiririca, llamado en realidad Francisco Oliveira Silva, fue el segundo diputado federal más votado en la primera vuelta de estas elecciones en Brasil. Apenas ha hecho propuestas, sus propagandas electorales son chistes y al entrar en política tuvo que pasar un test de alfabetización. Este representante del minoritario Partido Republicano -uno de los 28 partidos que ocupan el Congreso Brasileño, formado por 513 diputados y 81 senadores- es el ejemplo extremo de un sistema electoral enmarañado y siempre pendiente de reforma. Un modelo proporcional que los dos candidatos a las elecciones presidenciales de este domingo plantean cambiar.Las protestas de junio de 2013 pusieron en la agenda la necesidad urgente de una renovación en la democracia, aunque la reforma llevaba años en el debate público. Los últimos tres presidentes del Gobierno, Fernando Henrique Cardoso (PSDB), Lula da Silva y Dilma Rousseff (ambos del PT), trataron sin éxito de modificar la compleja legislación electoral. En 2006, por ejemplo, una norma que pretendía quitar poder a los partidos que no obtuviesen un porcentaje mínimo de votos, llamada “cláusula de barrera”, acabó siendo derribada en el Congreso precisamente por la presión de las siglas minoritarias. La paradoja: es difícil alcanzar consenso con 28 partidos para eliminar, precisamente, a una parte de ellos. El sistema proporcional de elección de diputados y concejales cuenta a la vez los votos recibidos por un candidato y los que obtiene la formación. Es decir, un candidato muy votado puede quedarse sin silla por concurrir con unas siglas débiles, y un partido ínfimo puede tener más representantes si tiene a alguien popular en su lista, lo que permite que Tiririca o el diputado federal más votado de la historia de Brasil, Eneás Carneiro, logren silla para compañeros de partido con muy pocos apoyos.A su vez, formaciones grandes se alían con pequeñas para conseguir un bien preciado en tiempos de campaña: tiempo de propaganda electoral en televisión. En la primera vuelta de estos comicios, Rousseff contó con unos 12 minutos en pantalla gracias a la asociación del PT con otras ocho formaciones. Aécio Neves, del PSDB aliado con ot
ros tantos, arrancó con cuatro minutos y medio.Ubicar ideológicamente a una formación es complejo. En el último número de la revista brasileña Piauí, dos personas se preguntan, mientras observan una gran masa informe de cerebros y vísceras: “¿Y ahora? ¿Cómo saber qué es izquierda y qué es derecha?”. Los medios internacionales suelen simplificarlo refiriéndose al PT como centroizquierda y a su rival, el PSDB, como centroderecha. Con estos dos es difícil pero más o menos funciona. Con los otros 26 partidos resulta literalmente imposible: el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) se alía a la derecha o a la izquierda en función del viento que sople, y a su vez tiene divisiones internas que apoyan al Gobierno o a la oposición. El diputado más votado del Estado de Río de Janeiro, Jair Bolsonaro, pertenece al Partido Progresista a pesar de ser un militar católico ultraconservador, que ataca y ridiculiza a los homosexuales, defiende la pena de muerte y describe la dictadura militar como dos décadas de “orden y progreso”, el lema de la bandera nacional.Rousseff y neves han hecho suya la idea del cambio en estos comicios, pero cada uno a su modo: el candidato opositor, Neves, ha propuesto aplicar la ya mencionada cláusula de barrera y el fin de las “coaliciones proporcionales” para impedir que partidos poco representativos entren en la Cámara; también el fin de la reelección para cargos del Ejecutivo. Rousseff ha sugerido listas cerradas (votar a partidos y no a candidatos), además de un referéndum sobre la financiación privada de las campañas. “La reforma política se ha convertido en una especie de lema desprovisto de contenido concreto que solo conseguirá definir el que tenga una mayoría para aprobarla”, resume el politólogo Cláudio Couto.





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