POSADAS. La ribera del Paraná en esta región se encamina al triste ranking de figurar entre los ríos más peligrosos del mundo desde que la represa Yacyretá trastocó su geografía. “Todo el Paraná es peligroso. Pero lo más tramposo es que hay sectores de playa de un metro de profundidad, y ni bien se pasa un radio angosto ya hay caídas (pozos) de cinco metros o más”. Contundente, el director de Seguridad Acuática de Misiones, Franco Bacigalupi, explicó a PRIMERA EDICIÓN que hay un proyecto para localizar esas áreas mediante cartelería que esté disponible para la población. Tras el mapeo realizado el año pasado ya se cuentan con los datos que permitirán conocer la situación y transformación del río, los datos todavía no están disponibles para empezar a actuar, principalmente en el alerta sobre las zonas de peligro máximo, porque la compañía a cargo del trabajo no lo entregó en vista de que no percibió el pago que debía efectuarle la Provincia. En ese sentido, el funcionario lamentó que “todavía no podemos acceder al estudio que nos facilitará datos concretos de la profundidad y el peligro de esas zonas de riesgo total”, sostuvo.No obstante, como conocedor del río que es, para Bacigalupi existen, de primera mano, lugares puntuales que pueden ser señalados aún sin el estudio concreto: “uno de ellos es la zona del Anfiteatro, donde habitualmente se suele ver a jóvenes que traspasan las barandas para caminar entre las piedras del muro de contención. Es un sector donde de cincuenta centímetros de playa, de golpe se pasa a cinco metros o más. La gente se mete sin precauciones, han muerto varios en ese lugar”, especificó.Para el funcionario, la población tampoco debería minimizar, como lo hace, al peligro de las playas situadas a la altura de Villa Lanús: “son playa prohibidas porque no están habilitadas, pero donde a diario se ve a mucha gente metiéndose al agua, que en un radio de 25 metros tiene poca profundidad; sin embargo ni bien se avanza un poco más se corre riesgo de caer en un pozo de 10 metros. La zona no está vallada”, dijo. Asimismo Bacigalupi enumeró a los puentes del arroyo El Zaimán, tanto el que se ubica en ruta 12 como el de costanera Sur. Él los llamó “los puentes trampolín”, porque desde allí muchos jóvenes y niños se arrojan sin pensar en las consecuencias. La zona de miradores del acceso Oeste es otro de los lugares habituales donde se ingresa al Paraná y también donde han perecido muchas personas. “El río cambió. Nada es como antes cuando la gente le temía al Paraná porque corría a gran velocidad. Hoy sus aguas son más quietas y por este motivo muchos piensan que no hay peligro pero todos los lugares de ribera son peligrosos, tanto la zona de contención como también las playas si se cruza del otro lado de las vallas. Hay que entenderlo”, insistió. Prohibición y espacios nuevos“Algo que se debe hacer es imponer una prohibición de pasar las barandas de la costanera, porque si la gente sigue pasando y no tenemos una ley o al menos un organismo que lo sancione, esto va a seguir pasando y mucha gente va a morir”, fue el llamado de atención del director de Seguridad Acuática.“Sostengo siempre que la prohibición no es prevención, por ello también debemos apuntar a generar piletas públicas y nuevas playas para que la población pueda hacer uso de sus recursos sin correr riesgo de vida, generar muelles seguros para ir a pescar así se evitan los usos de aquellos lugares prohibidos”, se explayó. Para el funcionario provincial, en tanto, el principal tropiezo al respecto de la seguridad acuática está dado por “la cultura de la falta de respeto”.“En nuestra cultura, si hay lugares prohibidos, la gente ingresa como si nada, hace cosas o complica la situación”, sostuvo al tiempo que se refirió al caso del joven que se ahogó en inmediaciones del arroyo Mártires.“No quiso caminar 400 metros hasta la playa, se metió al río y murió. Esto es lamentable pero tiene mucho que ver con nuestra cultura, no entendemos y no obedecemos el porqué de lo prohibido”, agregó.En ese orden recordó cuál era el comportamiento hasta hace algunos años cuando un alto porcentaje de la población no usaba los cinturones de seguridad o el casco, en caso de las motos y tras años de campañas y la aplicación de distintas multas, se revirtió el proceso.“Si bien hay mucha gente que le tiene miedo al río y no ingresa, sea por el ataque de palometas ocurrido recientemente o bien por la tragedia del río, también es cierto que no faltan quienes lo hacen porque piensan que conocen el río y les pasa lo que sucedió con esta pobre chica que se resbaló, cayó al agua y murió porque no sabía nadar”, ejemplificó.“Estas son problemáticas que no sólo con la prohibición vamos a revertir. Tenemos que plantear que haya más piletas para que nuestros jóvenes aprendan en las escuelas a nadar. Si yo le prohíbo a la gente que ingrese al agua, pero no genero alternativas en playas o piletas, no sirve de nada porque va a seguir siendo un problema que no podremos sacarnos de encima. La gente tiene que tener opciones y posibilidades seguras de recreación. Es lo que hoy no estamos teniendo, con sólo dos playas habilitadas, más otras dos que todavía no lo están en la zona de Miguel Lanús, nos quedamos chicos y esa es la realidad. Con el agravante de que hay barrios de familias muy pobres que están muy cerca de la costa del río y ante la imposibilidad del aire acondicionado, van a refrescarse al Paraná”.




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