El Camp Nou es un silencio que revela un respeto reverencial. Está por comenzar el partido entre el Barcelona y el Valencia, por la Liga. Pero antes hay un obligado e inevitable espacio para un homenaje. Xavi Hernández está al borde de un sollozo. Mira como quien recuerda mil escenas en un minuto. Son los ojos de una añoranza que nace. En la pantalla enorme un video muestra al protagonista en cuestión: Luis Aragonés, recién fallecido. Parece que el hombre está aunque se haya ido. Muestra su pelo canoso, su sonrisa pícara, su mirada que sugiere lealtades, su impronta de hombre de fútbol. Aunque El Sabio de Hortaleza fue (y es) emblema del Atlético de Madrid, en Barcelona -donde también dirigió y ganó una Copa del Rey- abrazan su historia con un cariño inmenso. Los de adentro y los de afuera. Cuando finaliza el silencio, un aplauso unánime acompaña la despedida. En territorio catalán, en un sábado de fútbol y de adiós, Don Luis recibe todas las gratitudes.El Xavi de las lágrimas contenidas escribió sus sensaciones en el diario El País, de Madrid. Contó el significado de Don Luis: “‘Usted no es japonés, usted me entiende lo que le digo’. Me dijo una noche. Le estoy viendo, en la habitación de un hotel y sé que le echaré de menos. Mucho. Porque yo a Luis Aragonés le quería mucho. (…) Luis es fundamental en mi carrera y en la historia de La Roja. Sin él, nada hubiera sido lo mismo, imposible. Con él empezó todo, porque nos juntó a los pequeños, Iniesta, Cazorla, Cesc, Silva, Villa… Con Luis hicimos la revolución, cambiamos la furia por el balón y le demostramos al mundo que se puede ganar jugando bien. (…) Luis me hizo sentir importante cuando mi autoestima era un desastre. Me dio el mando de la selección cuando no lo tenía ni en el Barça. ‘Aquí manda usted’, me dijo. Decidí devolverle la confianza en el campo. Si fui elegido el mejor jugador de la Eurocopa fue por él, aunque él siempre me lo negaba. (…) La palabra ‘fútbol’ en el diccionario tendría que llevar al lado la foto de Luis. Es el fútbol hecho hombre, el fútbol hecho persona. Hasta siempre, mister. Y gracias por todo”.Desde Munich, Pep Guardiola -celebridad de los bancos de este tiempo- también le puso palabras al recuerdo y al adiós: “Luis no ha sido un grande sino el más grande. Qué pena haberlo perdido. Fue un genio al que todos queríamos. Aragonés hizo posible lo imposible! Cambió la mentalidad de un país, con apenas cambiar la de una generación. Logró que la nación entera se creyera que no sólo podía ganar, sino que debía hacerlo y no conformarse con ello, sino todo lo contrario e ir por más. Por eso y por su calidad humana fue un genio al que todos queríamos”. El tributo se hizo eco por todos los rincones. La sensación dejó una certeza en el ambiente del fútbol: se había ido un imprescindible, el hombre que había modificado el destino de un seleccionado.Cuentan quienes mucho lo conocieron que el mejor de los homenajes se lo ofreció el Atlético de Madrid y de su corazón. En el Vicente Calderón, el domingo, el Aleti goleó 4-0 a la Real Sociedad y alcanzó la punta en soledad por primera vez desde la temporada 95-96. Diego Simeone, actual entrenador y también referente insoslayable de la historia del club, brindó un puñado de frases en la conferencia de prensa posterior al encuentro: “Luis era valiente y luchador. Hoy estará en el cielo orgulloso de rojiblanco porque este equipo es como él”. El sábado, tras la noticia, el Cholo había pedido un estadio lleno y una sonrisa. El público respondió. A orillas del Manzanares hubo una fiesta que fue reconocimiento. En la tribuna principal una bandera retrataba la dimensión del protagonista: “Luis Aragonés, Leyenda Atlética. D.E.P” Atrás, acompañaba un enorme retrato de ese personaje que le entregó doce títulos al palmarés de la institución (cinco como mediocampista de ataque y siete como bravo entrenador). El dibujo tenía los únicos dos colores posibles: el rojo y el blanco.Antes de la goleada a la Real Sociedad, un detalle conmovió el vestuario de los vencedores. Había colgada una camiseta con el número ocho y un nombre de cuatro letras que no necesitaba apellido ni explicación: Luis. Cerca de Diego Costa, de Miranda, de Juanfran, de José Sosa, de Gabi, de Godín, estaba el hombre que decían que ya no estaba. Misterios del fútbol, el Aleti disputó -quizá- su mejor partido de la temporada y quedó arriba de sus archirrivales, Barcelona y Real Madrid. Cuentan que tenía una ventaja decisiva: jugó con doce.El diario Marca mostró -con palabras y con imágenes- que el Calderón mucho se pareció a un santuario. Hubo velas rojas, algunas lágrimas, banderas, anécdotas que todavía laten en las memorias de los que lo vieron, agradecimientos. También estaban esas sonrisas que Simeone pedía. El mismo diario de Madrid se sumó al tributo: desde ahora, entregará el Premio Luis Aragonés al futbolista más valioso del seleccionado español cada temporada. Un rato antes, en el cementerio La Paz, de la localidad de Tres Pasos, hubo otra despedida. Amigos, familiares, conocidos, compañeros, cracks de hoy y de siempre, dirigentes de fútbol, autoridades diversas. Todos estuvieron allí. También hubo hinchas. Y una bandera que con casi nada decía todo: “Gracias Don Luis”.Su paso por el seleccionado español, que derivó en la conquista de la Eurocopa 2008, se puede retratar y entender con un puñado de frases. Contó cuál era su desafío de fondo. “Me gustaría que la selección tuviera un nombre, una identidad. Igual que Brasil es la Canarinha o Argentina la Albiceleste, me gustaría que España fuera La Roja. Lo de La Furia roja o la Furia española no lo pudo explicar ni Menotti”. A su modo -directo, intenso, sin eufemismos- lo consiguió. Y supo atravesar los vendavales de las críticas que antecedieron aquella máxima cita europea que resultó un hito en la historia del fútbol español. Se lo comentó a sus jugadores, en aquel recorrido: “Forman un grupo excepcional. Si no llego a la final con ustedes es que soy una mierda, que he organizado una mierda de equipo”. Aquel equipo llegó a la final, tras dejar en el camino a Italia (ese eterno fantasma hasta entonces) y a Rusia. Y ganó el encuentro decisivo ante Alemania. La victoria lo llen&o
acute; de adjetivos que lo trasladaron al pedestal. Antes de la Euro, había anunciado que se iría del seleccionado. Cumplió. En sus días iniciales al frente del plantel, en 2004, había expresado: “Llego a una selección. Intento dejar un equipo”. España, desde su partida, se llama La Roja. Y es una marca registrada de buen fútbol.Dos años después, la historia ofreció otro hermoso capítulo a la distancia. El gol de Gelson Fernandes -un mediocampista poco conocido nacido en Cabo Verde y representante mundialista de Suiza- se había transformado en un golpe, en una sorpresa y en una derrota. El debut de España en el Mundial, bajo el cielo del Moses Mabhida de Durban, había sido un desencanto. En la conferencia de prensa, en el centro de la escena, estaba Vicente del Bosque. Lucía transpirado, pero no parecía nervioso. Su explicación resultaba una invitación a la calma: “Entendemos un modo de jugar al fútbol. Creemos en cierta ortodoxia. Y no creo que una derrota nos obligue a cambiar lo que vinimos a hacer. De esta situación sólo podemos salir de una manera: jugando como sabemos y como podemos”. Nada muy distinto a lo que a ese grupo le había inculcado Aragonés. Seis partidos y 25 días después, en otro estadio, en el Soccer City de Johannesburgo, se escuchaban ovaciones en un vestuario en el que también estaba la Reina Sofía para agradecer por lo inédito: la Copa del Mundo para España. En ese mismo espacio de consagración, el Señor Del Bosque y varios otros participantes de aquel final feliz se acordaron de Don Luis. Fue un generoso acto de justicia.Fuente: Clarín
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