SAN JOSÉ. La ciudad suiza de Locarno es reconocida por haber sido epicentro en 1925 -un 16 de octubre- de los Tratados de Locarno, como se conoce a una serie de pactos por la paz en Europa después de la Primera Guerra Mundial, firmados por los representantes de Bélgica, Checoslovaquia, Francia, Alemania, Reino Unido, Reino de Italia y Polonia. En esa comuna situada al sur de los alpes suizos, un 14 de febrero de 1926, nació Virgilio Chavannes, hombre que a mitad de siglo arribaría a Argentina, para radicarse definitivamente en el campesino Paraje La 70, de la localidad misionera de San José. Aquí, fue testigo e incasable estudioso de diversos procesos históricos de la región. Investigador apasionado, Chavannes supo construir en San José un legado intelectual y cultural de notables improntas: reconstruyó historias, participó en la creación de diversas instituciones, y fundó el Museo Provincial San Ignacio Loyola, al cual dotó de sus objetos y documentos históricos. En San José, es considerado y ha sido reconocido públicamente como el “historiador más prestigioso de San José”. Ingeniero agrónomo de profesión, Chavannes dedicó además gran parte de su vida a estudiar los procesos inmigratorios de europeos a Misiones, la historia jesuítica, los orígenes de San José y cuestiones de la literatura. Fue además, un gran amigo de monseñor Jorge Kemerer. Hoy, con 87 años, continúa buceando en diversas temáticas, profundizando el saber. Mientras escribe sus memorias, Virgilio hizo un alto en la tarea para recibir a PRIMERA EDICIÓN en la casa dónde vive junto a su esposa- también suiza-, para evocar parte de su propia historia, y compartir un itinerario por sus objetos históricos y documentos más preciados, que aguardan un espacio público que pueda contenerlos -ya no hay lugar en el Museo San Ignacio Loyola- para su exhibición.Adiós al Viejo ContinenteVirgilio habla varios idiomas, aunque en la cotidianeidad del trato con su compañera de convivencia, utiliza la lengua italiana.“Si bien en nuestro pueblo natal se habla francés, nos criamos hablando italiano, alemán, depende de si estaba hablando con mi padre o con mi madre u otra persona”, aclara Chavannes, antes de comenzar a repasar el origen de su arribo a Latinoamérica. “Yo estudié Agronomía, en Suiza, y me recibí con 22 años. Como era tiempo de guerra, no había vacaciones, se estudiaba de corrido, fueron tres años de estudio ininterrumpidos. Cuando terminé, había una oferta desesperada de profesionales de todos los rubros, porque se habían perdido muchísimos hombres en la guerra”, recuerda el suizo de nacimiento. La llegada del joven Chavannes a Argentina, tiene relación con otro hecho histórico, la liberación de las colonias que Francia mantenía en Africa: Burkina Faso, Costa de Marfil y Mali. “Mi familia tenía plantaciones de café en estos lugares, y cuando dejaron de ser colonias, quedaron las plantaciones divididas en tres países distintos. Teníamos que vender, y esa situación me trae a Argentina”, dice Chavannes. Una vez en nuestro país, se instala en San José, de donde ya nunca más se iría. “Era fantástico, uno llegaba, podía hacer su casa, los ladrillos se hacían aquí mismo, la madera aquí mismo, todo se hacía acá”, recuerda. El museo en casaChavannes fue el fundador del Museo Provincial San Ignacio Loyola, de San José, espacio que alberga objetos y documentos vinculados a las antiguas Reducciones jesuíticas de San José, y además un nutrido archivo fotográfico y de elementos históricos sobre la historia del pueblo. Casi todo el material disponible fue donado por Chavannes, quien por ello ha recibido distinciones. Además, el investigador suizo facilitó el material y llegó a abrir una sala especial dedicada a la memoria del padre Antonio Sepp, jesuita que misionó durante décadas en las reducciones jesuíticas de nuestra región. “Este espacio estaba funcionando frente al Museo, pero con la apertura de un cajero automático, me devolvieron las obras y la sala quedó cerrada y trunca. Es material muy valioso que ahora está en mi casa porque no hay otro lugar, pero lo ideal es que se pueda exhibir al público, el conocimiento debe estar al alcance de todos”, indicó Chavannes. Dispuestas en distintas habitaciones del caserón -construido en 1921- donde vive el historiador, aquellas piezas, obras de arte y fotografías conforman un tesoro histórico. En materia de libros, por ejemplo, es posible hallar ejemplares que datan de siglos pretéritos, como ser una versión original de “Historia de París” (Jean de Lery), o “Storia del Popolo Ebreo”, editado en Venezia en 1820. Otro de los baluartes en esta biblioteca de antigüedades, es “Chutes des jesuites”, de Alexis de Saint Priest, libro de 1844 que perteneció al conocido príncipe Louis Wittgenstein. Pero si hubiera que calificar como la más importante, a una de las tantas obras en formato de libro que conforman la biblioteca de Chavannes, podría erguirse en ese trono la edición de “Ius Canonicum Universsum”, un documento de la Inquisición, escrito en latín. Nos cuenta Chavannes: “en este libro, constan las leyes canónicas, muchas de ellas bastante escandalosas, por ejemplo, si una mujer judía se enfermaba, un médico cristiano no podía atenderla, pero si era al revés sí. Además habla de métodos de tortura”. La versión en microfilm de un escrito de más de 1.300 páginas confeccionadas por el padre Sepp, es otro de los pilares del inventario, como así también lo es un listado original con los nombres de 468 aborígenes guaraníes que fueron capturados y llevados por los bandeirantes. Un sector de la muestra, comprende objetos antiguos que Chavannes atesora desde su llegada a Misiones, y que pertenecieron a sus antepasados. “Son elementos de mis bisabuelos de Suiza y de mis abuelos, hay platos de loza de 1848, cuadros del castillo donde vivía mi bisabuelo, y piezas que en momento estuvieron en el Museo de Basilea. También tengo mis libros de Agronomía, de cuando estudiaba en la universidad, y utensilios de cocina y otros objetos, de Suiza, pero también de inmigrantes que llegaron a San José como yo”, señala Virgilio. Además, conserva una muestra pictórica de la artista misionera Raquel Lovayán (Cerro Azul), en la cual se ven reflejadas distintas instancias narradas en la
s obras del padre Sepp.




Discussion about this post