JARDÍN AMÉRICA. El oficial tomó la tijera y se encomendó a Dios. La vida de la madre y del pequeño por nacer estaban en sus manos. Apretó los dientes y cortó el cordón umbilical que rodeaba el cuello de la criatura. La mujer estaba prácticamente desvanecida en medio de un parto casero que amenazaba con transformarse en tragedia. Marcelo Maslowski pidió a sus compañeros de patrulla, Nohelia Anahí Jara y Hugo Ramón Pereyra, que ayudaran a pujar a la parturienta. Así logró sacar al bebé, pero no reaccionaba.De inmediato comenzaron las tareas de reanimación. El aire podía cortarse con cuchillo en el interior de la vivienda del barrio Suiza, en Jardín América.No alcanzaban las palmadas ni los ruegos que imploraban por la vida del niño. Incluso, entre los vecinos que seguían los acontecimientos en un clima no apto para cardíacos, se escuchó “mataron al bebé, mataron al bebé”.Maslowski entonces tomó al pequeño entre sus brazos y punzó su pecho con los dedos, como si fueran masajes cardíacos. En ese preciso momento se produjo el milagro: el bebé estalló en llanto.El oficial y sus compañeros, Jara y Pereyra, sabían que la labor no estaba terminada. Subieron a la mujer y al recién nacido al patrullero y salieron raudos hacia el hospital de Jardín América, que para colmo de males en ese momento tenía a la mitad del personal de paro en reclamo de reinvindicaciones salariales.Ferreyra debió apelar a toda su capacidad conductiva. Vanesa Dos Santos, en ese momento de 19 años, se debatía entre la vida y la muerte con cuatro de presión.Ni bien ingresaron al nosocomio estatal, madre e hijo fueron directo a quirófano. Una hora después salió el médico, quien preguntó con rostro serio e implacable “quién cortó el cordón umbilical”.Todos parecieron dar un paso atrás. Con la única compañía de sus compañeros, Maslowski tomó el guante y replicó “yo fui doctor, cómo están el bebé y su mamá”.El médico lo miró fijo y respondió “no ha salvado una vida…”, haciendo un segundo de silencio, que llenó de angustia a los policías, y añadió: “ha salvado dos”.Vanesa Dos Santos puso Marcelo a su hijo, en homenaje a los tres policías que salvaron la vida del pequeño, más allá de que sea el primer nombre de Maslowski.El episodio marcó a fuego la vida de los tres uniformados. Y no es para menos. Afortunadamente, tuvo un final feliz.Pero cabría preguntarse qué hubiera pasado si ocurría lo contrario.Maslowski, Jara y Pereyra hasta podrían haber afrontado cargos por el delito de homicidio. Pero esta acción heroica, valiente, en cierto modo, sintetiza la vida misma: hay momentos culminantes en que se deben tomar decisiones que marcarán para siempre a los que deciden y a quiénes dependen de esa decisión.Son instantes, segmentos que no están reservados a todos, sólo a elegidos. En este caso, para ayudar a terminar la misión divina de traer una vida al mundo.Esta historia se produjo el 29 de marzo de 2005, en Jardín América. Desde entonces Maslowski, Jara y Pereyra han construido un vínculo casi inseparable con Marcelo y su familia.El niño cumplió ocho años hace un mes y los tres concurrieron a su casa para llevarle regalos, útiles escolares y otros elementos, para él y para sus hermanos.El encuentro, otro más, se produjo en la vivienda que la familia González tiene en el barrio Los Tareferos-Prosol, de Jardín América.Allí se reunieron a compartir vivencias y alegrías, porque en definitiva esta historia deja una enseñanza: hay que honrar la vida. Jugarse entero por los demás“Me jugué, corté el cordón y saqué al bebé del hombro. Lastimé a esa pobre mujer, pero lo importante es que se salvó, ella y su hijo”, indicó en su momento Marcelo Maslowski al recordar aquel episodio del 29 de marzo de 2005.Sin dudas que se la jugó. Y, por fortuna, todo salió a las mil maravillas.Qué hubiera ocurrido con él y sus camaradas, Nohelia Jara y Hugo Pereyra, si hubiera sucedido lo contrario.Quizás, habrían afrontado cargos por homicidio simple o probablemente estuvieran fuera de la institución policial.Esa circunstancia, justamente, enaltece aquella heroica acción, porque la despoja de todo egoísmo y mezquindades.Además, deja al descubierto la valentía de los tres. Si alguien piensa que intervenir en un parto casero es una cuestión sencilla, está completamente equivocado.La situación vivida en el hospital, aquella mañana de 2005, grafica en cierto modo lo que podría haber sucedido si la cosa hubiese salido mal. Cuando el médico preguntó quién había cortado el cordón umbilical, todos parecieron dar un paso atrás para dejar solos a los uniformados.Sin dudas, presintieron que algo malo había ocurrido, pero se equivocaron. Por fortuna, por la acción loable de tres personas que merecían y merecen lo mejor.





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