Con su carismática sonrisa, la argentina Máxima Zorreguieta es uno de los miembros más luminosos de la Casa de Orange, pero debió recorrer un arduo camino hasta demostrar que está lista para ser reina consorte de Holanda.Hace once años, esta pequeña y rica monarquía europea la recibió con preocupación debido al pasado de su padre, Jorge Zorreguieta, alto funcionario de la dictadura argentina (1976/1983).El Parlamento holandés estuvo a punto de impedir su enlace con Guillermo Alejandro, quien el martes se convertirá en rey de Holanda, tras la abdicación de la reina Beatriz. Finalmente se casaron en febrero de 2002, eso sí, sin la presencia de los padres de la novia, que tampoco irán a la ceremonia de coronación.“La tenacidad, el empeño y la ambición de Máxima, con su simpatía desbordante, terminaron por convencer a los holandeses, al punto que hoy es uno de los miembros más populares de la Casa de Orange”, dijo a la AFP Gonzalo Álvarez Guerrero, autor de “Máxima, una historia real”.Esta “plebeya latina dio brillo a la monarquía de Holanda”, añadió.Máxima, quien cumple 42 años el 17 de mayo, se adaptó a sus obligaciones reales en tiempo récord: aprendió el holandés, la historia y las leyes del país y una lista interminable de reglas de protocolo y etiqueta.Para satisfacción de los holandeses y de la prensa rosa, en sus primeros cinco años de matrimonio tuvo tres hijas (Amalia, Alexia y Ariana).Los que la conocen desde su infancia cuentan que desde niña fue “ambiciosa, segura de sí misma y vital”. “De chiquitita era divina y tenía una simpatía que conquistaba a todo el mundo. Con esa misma simpatía conquistó a los holandeses”, cuenta a la AFP una amiga de sus padres, que describe a Jorge Zorreguieta como “un dandy argentino con una personalidad avasalladora que heredó Máxima”.La transición de un apartamento del coqueto Barrio Norte porteño de 120 m2, donde vivió durante su infancia y adolescencia, a un Palacio de gigantescas dimensiones en La Haya parece no haber sido nada traumática.Sus padres, de la clase media-alta, pero “no adinerados” según la amiga de la familia, hicieron esfuerzos para enviarla al Colegio Northlands, uno de los más exclusivos de Buenos Aires, en esa época únicamente para niñas de las familias más tradicionales de Argentina. Y gracias a su selecto círculo de amigas del Colegio conoció en 1999 al príncipe Guillermo Alejandro, en la Feria de Sevilla. “Maxima fue una muy buena amiga. Absolutamente todo el mundo la quería. Yo siempre supe que iba a llegar lejos, nunca imaginé que tanto”, contó una amiga del Colegio a la AFP.Llegar a la cima de la aristocracia europea no fue el único logro de Máxima. La argentina se recibió de economista en la Universidad Católica Argentina y en 1996 se fue a Nueva York, donde trabajó en el banco HSBC James Capel Inc., en el Dresdner Kleinwort Benson y wn el Deutsche Bank.Pero no fue amor a primera vista. “You are made of wood” (eres de madera), le dijo Máxima al verlo bailar y el príncipe se enamoró, según cuenta el libro de Álvarez Guerrero. De todos modos, ella no tardó mucho en caer subyugada. A partir de ese momento comenzó una minuciosa y agotadora preparación para convertirse un día en reina consorte, esposa del futuro Rey de Holanda y madre de la heredera a la Casa de Orange y Nassau.Todo bajo la égida y con el guiño de su suegra, la reina Beatriz. Desde el principio, Máxima cautivó a la soberana. Parecía la candidata perfecta para enderezar al príncipe, en ese entonces con fama de amante de la cerveza y la vida nocturna.El camino no estuvo exento de escollos. “Máxima tuvo y tendrá siempre una espina: su padre”, señaló Álvarez Guerrero.Las autoridades holandesas llegaron a ordenar una investigación sobre el pasado de Zorreguieta al especialista holandés en temas latinoamericanos Michiel Baud.El experto concluyó que si bien “no estuvo involucrado personalmente en la represión”, era casi imposible “que no estuviera al tanto de nada”.Durante el enlace, cuando en la Iglesia medieval Nieuwe de Amsterdam sonaron los primeros acordes del “Adiós Nonino” de Astor Piazzola, Máxima estalló en lágrimas, conmoviendo a Holanda.La pareja también debió salir al paso de críticas por sus millonarias inversiones inmobiliarias en tiempos de crisis. En 2009 compraron una casa en Mozambique y el revuelo fue tal que debieron venderla. También compraron una villa en Grecia y un magnífica estancia en la Patagonia argentina.Máxima enfrenta ahora el desafío de demostrar que la monarquía sigue siendo una institución válida. Y con su personalidad “avallasadora”, deberá cuidarse de no opacar a su marido, el primer príncipe heredero de su generación en Europa en convertirse en monarca.Reina del glamourOsada, espontánea, elegante y clásica: todos los diseñadores de alta costura que la han vestido de pies a cabeza coinciden en que la argentina Máxima parece haber nacido reina consorte de Holanda.El italiano Valentino es su preferido para una ocasión especial. Él será quien la vestirá el 30 de abril cuando la princesa de origen argentino se convierta en reina, según la revista Grazia.Fue Valentino quien la vistió el día de su boda con un clásico traje color marfil, del cual salía una cola de cinco metros y un velo de tul con diseños florales confeccionados a mano.Pero también suele lucir modelos del belga Edouard Vermeulen, del holandés Jan Timiniau o del argentino Benito Fernández, otros de sus diseñadores fetiche. Todos ellos presentan a Máxima como una de las princesas más elegantes de Europa, con una impronta joven y vanguardista, y elecciones que siempre resultan acertadas y mediáticas.“Es sin lugar una mujer actual, activa, que ama la moda y el papel que debe desempeñar ante su familia y el país”, dijo Vermeulen, quien viste a la mayor parte de la realeza europea. Arriesgada, combina a la perfección colores, texturas, zapatos, tocados y sombreros.“Y tiene ese carisma latino y una sonrisa deslumbrante, que la han convertido en una de las más admiradas”, añadió a la AFP.“Nació para ese papel”El duelo de estilos y la comparación entre las futuras reinas y princesas es interminable. Por eso, cada aparición pública de cada una de ellas es analizada bajo la lupa por decenas de e
xpertos de moda, pero también debe cumplir con estrictas reglas de etiqueta. A la argentina Máxima Zorreguieta, de 41 años, le gustan los colores llamativos. Naranjas, amarillos, rojos o vivos estampados florales pero también ocres o pasteles.No faltan los trajes sastre de corte clásico, con chaquetas entalladas, pantalones capri y faldas hasta la rodilla o los típicos jeans y las camisas blancas, muchas veces de la española Zara. Pero es en los grandes eventos, bodas reales o actos oficiales en los que la argentina destaca, añadiendo sofisticación con grandes pamelas y tocados, ajustados vestidos bordados con cristales o encajes, escote palabra de honor, que deja su cuello y hombros despejados.El efecto Máxima es tan grande que ha inspirado en más de una ocasión a la diseñadora belga Fabienne Delvigne, quien se especializa desde hace 25 años en la creación de sombreros para la aristocracia europea.“Muchas veces me digo, este sombrero es para Máxima” cuenta Delvigne a la AFP en su taller de Bruselas. Delvigne ha diseñado un abanico de capelinas asimétricas, sombreros vintage o arriesgados tocados de pluma de gallo para la princesa.“Es un placer diseñar para ella, somos sus fans (…) tiene una manera de moverse única que hace que los sombreros tengan su propio movimiento, parece como si bailaran”, añadió.La princesa apuesta por los recogidos cuando tiene que lucir tiaras y collares de la Casa de Orange y Nassau.Máxima pasó de una carrera exitosa (trabajó en el banco HSBC, Dresdner Kleinwort and Benson o Deutsche Bank) a pertenecer a una de las monarquías europeas más importantes y ricas desde que se casó en 2002 con el príncipe Guillermo Alejandro, próximo Rey de Holanda.Para el argentino Benito Fernández, es un orgullo vestir a “la princesa más mirada”. “Es una mujer segura hasta de sus flaquezas”, añade Fernández que se puede jactar de haber diseñado un impactante vestido rojo de organza exhibido en el Palacio Het Loo (Apeldoorn, Holanda) cuando Máxima cumplió diez años como princesa de Holanda.Es una mujer con personalidad, pero lo suficientemente inteligente para saber que no vale la pena pelear por todas las batallas. Por eso aceptó que su padre, Jorge Zorreguieta, alto funcionario de la dictadura argentina (1976/83), no fuera a su boda ni vaya a la investidura de su marido como rey de Holanda.“Máxima es una mujer de su tiempo”, opina Fernández. Envía a sus hijas a la escuela pública y se desempeña como abogada de la ONU, impulsando iniciativas de microcrédito y de emancipación de mujeres inmigrantes, entre otras causas solidarias.Por eso no dudó en enfundarse en septiembre pasado un traje de neoprene para nadar junto a miles de personas por los canales de Amsterdam, en un evento solidario. Salió empapada pero con su eterna sonrisa, con la que ha conquistado a toda Holanda.





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