ROMA, Italia (El Mundo). “No se debe instrumentalizar a Dios para fines propios, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales”. En su penúltimo Ángelus antes de su dimisión el próximo día 28, Benedicto XVI ha vuelto a arremeter duramente contra el poder y “el falso bien” que tienta a los hombres. Unas palabras muy propias de la Cuaresma pero que muchos han interpretado también como una nueva y clara referencia a las luchas de poder que se libran en la cúpula de la jerarquía católica y a las que numerosos expertos atribuyen un papel fundamental en la decisión del Papa de renunciar a su cargo.Más de 50.000 personas, según las estimaciones del propio Vaticano, se reunieron en la plaza de San Pedro para escuchar a Joseph Ratzinger pronunciar el penúltimo Ángelus de su Pontificado. “La Iglesia llama a todos sus miembros a renovarse (…). Eso conlleva siempre una lucha, un combate espiritual porque el espíritu del mal se opone siempre a nuestra santificación y trata de hacernos desviar de la ruta hacia Dios”, ha indicado el Papa desde el balcón de su estudio privado.Porque el Pontífice, que ha centrado su reflexión del Ángelus en las tentaciones que sufrió Cristo durante los cuarenta días que estuvo en el desierto, ha denunciado que muchas veces el mal se traviste de bien. “El tentador disimula: no nos empuja directamente hacia el mal sino hacia un falso bien, haciéndonos creer que las verdaderas realidades son el poder y lo que satisface las primeras necesidades”.“De ese modo Dios se hace secundario, se reduce a la mitad, en definitiva, se vuelve irreal, no cuenta más, desaparece. En última instancia en las tentaciones está en juego la fe, porque está en juego Dios”, ha asegurado el Pontífice.Benedicto XVI también ha “suplicado” a los fieles que recen por él y por el próximo Papa. “Agradezco de corazón a todos su oración y afecto en estos días. Os suplico que continuéis rezando por mí y por el próximo Papa, así como por los ejercicios espirituales que empezaré esta tarde junto a los miembros de la Curia Romana”, afirmó.“Gracias. Allí donde estés siempre estaremos contigo”, se leía en una pancarta en italiano que enarbolaban en la plaza un padre y su hijo. “Gracias Santo Padre”, proclama, en español, el cartel que sujetaban unas monjas clarisas mexicanas. “Gracias, humilde trabajador de la viña del Señor”, se leía en otro. “Te hemos amado muchísimo. Gracias”.
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